Los controles de precios y la escasez de los alimentos

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En las últimas semanas ha cobrado fuerza en los medios de comunicación la preocupación creciente por los altos precios de los alimentos. El fenómeno tiene distintas explicaciones que son complementarias, sin embargo, la alarma sobre la escasez de los mismos ya ha sido activada y los gobiernos están tomando medidas para enfrentar lo que se ha denominado la primera crisis alimentaria del siglo. Algunas causales del fenómeno actual son los problemas del mercado financiero en Estados Unidos, la caída del valor del dólar, el uso de granos para producir combustibles y, en una serie de desajustes en el comercio internacional, todo lo anterior aunque toma tiempo, será corregido. Cuando la crisis en el sector de crédito de Estados Unidos dé señales de extinguirse, una cantidad considerable de granos y bienes como el petróleo, que están en manos de los inversionistas, volverán a los mercados. Es inescapable que cuando un bien en la economía escasea, verá su precio incrementarse; en efecto, los alimentos no son la excepción, pero teniendo clara la raíz de la escasez sería complicado concluir que nos esperan años de hambrunas.
Mientras tanto, algunas naciones han decidido implementar controles de precios en sus alimentos, pero, nunca los mismos han contrarrestado la escasez de un bien, por el contrario, la agravan. Es muy sencillo demostrar esta afirmación. Si los granos de maíz tuvieran un precio fijo, decidido por el gobierno, en épocas de menor oferta —cuando se supone que los precios deberían subir— los precios no cambiarían, lo anterior no permite que producir maíz sea una actividad atractiva y, por lo tanto, no podríamos esperar que haya más productores de este grano en el mercado. De esta manera los precios no bajarían. Cuando hay una demanda considerablemente alta, el ejemplo aplica igual. En ambos casos no habría más maíz en el mercado, de manera que el problema que se trataba de resolver, la escasez, sólo se acentuaría.
En el caso contrario, cuando los precios que fijaría el mercado están por debajo de los que determina el gobierno, sea por una falta de demanda o por un exceso de oferta, las distorsiones causadas en la economía se observarían en otras actividades. Retomando el ejemplo del maíz, ahora el precio que dispuso el gobierno representa una oportunidad atractiva para que haya más producción de maíz, ya que se observarían ganancias generadas por la diferencia entre los costos y el precio oficial —los costos de producción son el principal determinante de un precio—, de esta manera recursos que se hubieran destinado a otras actividades —inversiones en otros sectores, en otros granos y otros— se irán a la producción de maíz.
En ambos casos la economía tiene una pérdida. En el primero la escasez del maíz se acentúa, en el segundo se creará escasez en otros sectores que ya no reciben recursos para la inversión o la producción.
Otra medida que cada vez más gobiernos ponen en práctica son las barreras al comercio internacional, han recurrido a los impuestos sobre las exportaciones y a establecer cuotas máximas en los bienes que se pueden comerciar con el exterior. Lo anterior puede funcionar en el corto plazo para reducir los precios de los bienes en cuestión, mas, los movimientos que generan estas distorsiones en el tipo de cambio encarecerían los bienes que se compran en el exterior, de manera que los precios de más bienes subirían.
Ninguna de las medidas anteriores ha probado ser eficaz en el pasado para contrarrestar el alza de precios, y suelen revertirse en la población en forma de precios aún más altos o en escasez.
Por supuesto que la escasez de los alimentos es un problema mayor, que trasciende la frialdad de los análisis de los mercados o de los precios, pero eso es tan cierto como que las medidas que toman los gobiernos han fallado en el pasado y como que no son las únicas políticas que se pueden llevar a cabo para corregir el problema. Según los especialistas del sector, la cantidad de tierra disponible en el mundo para sembrar granos está lejos de agotarse, de manera que el problema de la escasez pasa por otros causales. Las actividades de granos son, de manera consistente, poco rentables en los países con mayor extensión de tierra, sea por cuestiones de corrupción o por distorsiones en los mercados que exprimen a los productores.
México vivió un problema de distorsión en el mercado de los granos a principios de 2007. Aun cuando la tendencia mundial es que los precios de los bienes físicos crezcan, temporalmente al menos, nuestro país carece de competencia en los principales compradores de granos, que a su vez son quienes los almacenan. Esta estructura de mercado generaba que los precios altos que pagan los consumidores de los granos, nunca se reflejaran en los ingresos de los productores, las ganancias eran absorbidas por los almacenadores mencionados. El Congreso de la Unión aprobó recientemente, los cambios a la ley necesarios para permitir que haya más competencia en esta actividad, de manera que los precios para las personas disminuyan y las ganancias para los productores crezcan.
Medidas como la anterior tendrían un efecto mejor en la economía, y de largo plazo, contribuyendo a que los precios de los granos se reduzcan y, con ellos, los de los alimentos en general, ya que los granos son el principal insumo de la producción de carnes. El Banco Mundial está ya organizando apoyos para la producción de granos, tratando de reducir los precios por medio de un aumento de la oferta.

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