Literatura erótica sin tapujos

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dialogos literarios: ¬El sexo en la literatura y la literatura en el sexo¬ de izquierda a derecha, margarita posada, el moderador ricardo rocha, andrŽs barba, y xavier velasco.

Sin albures, el periodista Ricardo Rocha abrió el debate El sexo en la literatura y la literatura en el sexo dentro de la FIL, y en el que participaron los escritores Margarita Posada, Andrés Barba y Xavier Velasco.
La literatura erótica dio inició a partir de 1926 cuando se publicó la novela El Amante de Lady Chatterley escrita por D. H. Lawrence. La narración describe cómo una dama de alta sociedad lleva una relación adúltera con un colega de su marido. Pocos años después aparecieron las obras del escritor estadounidense Henry Miller que intentaban liberar, desde un punto de vista moral, social y legal, los tabúes sexuales existentes en la literatura norteamericana. A partir de ese momento, dijo Rocha, se ha dividido “entre los que reivindican las libertades ganadas a mediados del siglo pasado, y los que pretenden regresar a la época de las “buenas conciencias”.
Margarita Posadas, escritora colombiana y ex columnista de sexo en la revista SOHO señaló que la peor forma de censura es la autocensura. “La verdadera censura es la que nos imponemos nosotros mismo a la hora de escribir”. Sin embargo, al escribir se requieren ciertas palabras para hacer un pasaje erótico más verdadero, ya que la literatura al tener un toque intimista logra mayor veracidad al contar una relación sexual, que una que narraría el cine.
Andrés Barba, literato español quien recibió el premio Anagrama por su ensayo La ceremonia del porno dijo que la censura ya no es posible en nuestra época, por la fuerza que ha adquirido Internet, que permite que la información llegue a ser de dominio público.
Xavier Velasco recordó su formación por los laberintos de la carne literaria cuando escribía en el suplemento “Sábado” y por sus columnas sexuales donde su heroína llamada Virgina Wet le permitió madurar el personaje de su novela Diablo Guardián. Al igual que Posadas, Velasco coincidió que la autocensura es lo único que no permitiría escribir un texto pornográfico, sin embrago, para no aburrir al lector es necesario irlo calentando poco a poco sin darle un texto explícito.

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