Lecturas estacionarias

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La noche del veintitrés de abril, Casa Vallarta presentó el libro EstacionEs, la más reciente entrega de Cristina Preciado, publicado por la Universidad de Guadalajara.
La autora de Dríades, libro de poesía en una edición bella pero poco accesible a todos los bolsillos y que también fue publicado por esta universidad, se adentra de nuevo a las ingratas labores de la compilación (a pesar del arduo trabajo de investigación y selección del material, la fama es siempre para los escritores). En su anterior ejercicio, Fervor Intacto, Borges, Steiner y Béguin fueron los agraciados.
Sin embargo, el mercado cultural jugando a la inversa, en esta ocasión le da en EstacionEs —obra de presentación sobria y sencilla— todo el mérito de su trabajo a Cristina Preciado. Inevitable que sucediera de otro modo, el libro está compuesto por dieciocho brevísimos relatos de otros tantos noveles escritores, alumnos de la propia Cristina en su labor de docente del Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara.
Al hablar de EstacionEs, no se puede omitir la mención de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, genio de la música que sólo fue revalorado gracias a la mano de otro grande: Bach. Aún así, sólo hasta mediados del siglo XX (ya que se menciona aquí una labor de compilación) es cuando los musicólogos catalogan a conciencia las obras de Vivaldi; Las Cuatro Estaciones en su origen eran conciertos independientes que gracias a una mano compiladora fueron reunidos en una sola debido a sus coincidencias sonoras.
Para entender el porqué del libro no sólo hay que leer uno de los sustanciosos textos que contiene, sino despojarse de prejuicios para acoger toda la experimentación y ejercitación literaria en un medio que exige disciplina y sobre todo mucho talento.
El libro es eso, un pequeño escaparate a partir del laboratorio de una propuesta creativa, y como tal debe ser medido, sin altas pretensiones y sin desgarres de vestiduras. En el primer verso de Tierra Baldía, de T.S. Eliot, leemos: “Abril es el mes más cruel”. En el mes del libro, al salir de nuestro refugio invernal, esperemos que el estiaje cultural no sea tan terrible como para contemplarlo.

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