Las geografías de un peregrino

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“Siempre me gustaron los juguetes, descubrir la mecánica de su funcionamiento y sus posibilidades de comunicación es algo que me sigue atrapando”, confiesa el artista plástico Norton Maza mientras vemos cómo un tren eléctrico que emula a La Bestia cumple una y otra vez su circuito en la pieza titulada Geografías del olvido, que actualmente se exhibe en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara.

Norton nació en Chile apenas dos años antes del golpe de Estado que derrocara a Salvador Allende en 1973, hecho que obliga a su familia a salir del país y refugiarse en París, en donde permaneció hasta la década de los ochenta en que se establece en Cuba para formarse en la Escuela de Arte de La Habana. Posteriormente vuelve a Francia para continuar con sus estudios superiores en Bordeaux y en 1994 regresa a Chile en donde reside actualmente.

La presencia de Norton en el MUSA es resultado del programa Artistas en Residencia, que en este caso en particular fue posible gracias a la participación de dos instancias más: Yam Gallery y Building Bridges Art Exchange, asociación ubicada en Los Ángeles, California, que crea vínculos internacionales con la finalidad de generar circuitos de creación y difusión artística.

Luego de trabajar durante cinco semanas en el MUSA, el pasado jueves Norton inauguró “Geografías del olvido”, una exposición que presenta, bajo la curaduría de Marisa Caichiolo, dos piezas: la que da el nombre a la exposición y Deep Impact.

Durante un encuentro previo en el museo, Norton me guió a través de su trabajo. Con su acento musical y carácter afable me explicó la forma en la que convergen dos elementos fundamentales en su proceso creativo: la política económica que determina al mundo de la actualidad y el universo infantil del que confiesa no se ha separado nunca.

La premisa de la que Norton parte para esta exposición es su condición migrante. Él, al igual que muchos latinoamericanos, tuvo que salir de su país por las dictaduras que instauraron movimientos opresores y persecutorios en Latinoamérica. Hoy, la migración se ha convertido en uno de los problemas más serios y globales que experimenta la actualidad. Las geografías de Norton son construcciones plásticas de un universo en movimiento que, lejos de reconocer la naturaleza de la migración, el enriquecimiento cultural que produce el intercambio entre diferentes, señala y convierte en criminal al migrante, castiga a quien busca un refugio.

La luz cenital alumbra un planeta habitado sólo por fronteras, luego, como si de una ópera se tratara, la luz se hace en otra sala para continuar un recorrido interactivo en un elaborado montaje que combina el diseño del espacio escénico con un divertimento infantil.

El recorrido visual al que obligan las piezas de Norton, nos hace acompañar el viaje de miles de personas que a diario se juegan la vida en una frontera, saltando un muro, montando a La Bestia o navegando en el Mediterráneo.

Norton, mitad escenógrafo, mitad mago, nos hace avistar la otra orilla tras una mira telescópica. Las geografías de Norton permiten ver —como si se tratara de una cámara lenta— la multiplicidad de historias que se cruzan en los paisajes teatrales que construye. Su obra nos hace imaginar la colisión esperada que algún día acabará con la vida que hoy, todavía, no podemos explicar.

En la exposición, el espíritu lúdico de Norton se enfrenta a su visión crítica del mundo. Colonizadores, esclavos, refugiados y turistas son los personajes de la geografía en la que también participamos. Norton tiene muy claro que la multiculturalidad es el camino, quizá porque llegó al arte así, como un peregrino.

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