Las armas oxidadas

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Juan Bernardo Corral, un señor sobre los 40 años, llegó al módulo de canje de armas, con su padre y un hijo joven. Son las nueve de la mañana del 7 de febrero y la gente que pasa frente a los portales de palacio municipal de Guadalajara, observa con curiosidad el cerco de soldados y policías alrededor de una mesa atiborrada de electrodomésticos, donde dos oficiales del ejército atienden a las personas que quieren entregar sus armas.
Estos representantes de tres generaciones de los Corral, fueron juntos a canjear una escuadra calibre .22, pistola que se traspasó de padre a hijo durante décadas en su familia. “Es un compromiso muy grande tener un arma en casa en estos tiempos. Yo tengo hijos chicos y como dicen, las armas son del diablo”, explica Juan Bernardo.
“Antes era común tener un arma en casa, pero ahora es muy peligroso”, continúa. “Finalmente, si tienes una es para usarla”. Él nunca la usó, y para evitar que un día lo haga uno de sus hijos, decidió entregarla a cambio de 500 pesos, en el marco de la Campaña de canje de armas por dinero o electrodomésticos, implementada por el gobierno federal.
Este programa se realiza cada año en el ámbito nacional. En 2012 arrancó en Jalisco el 1º de febrero, y empezó en Tlaquepaque, para luego recorrer los municipios de Tonalá, El Salto, Ixtlahuacán de los Membrillos, Juanacatlán, y llegar a la capital tapatía el pasado 7 de marzo.
En Guadalajara lograron sacar de circulación alrededor de 120 armas, sumadas a las 60 (43 cortas y 17 largas) recibidas en los demás municipios de la zona conurbada. Entre éstas, varias fueron de uso exclusivo del ejército, como carabinas y rifles, además de cuatro granadas.
El programa, como explicó en la inauguración del módulo, Servando Sepúlveda Enríquez, titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de Guadalajara, “es totalmente abierto. No se hace ningún tipo de preguntas. Los agentes traen un tabulador de cinco niveles y, de acuerdo a éste, los obsequios van desde una computadora, un televisor a color o un microondas, y el responsable de la XV Zona recoge el arma sin hacer recabar datos y entrega el intercambio”.
Como explicó el oficial de la XV Zona Militar encargado del módulo, que no quiso revelar su nombre, “no se trata de hacer negocio con la gente, sino de hacer conciencia en la ciudadanía, que es mejor venir a donar su arma, que venderla a otra persona sin saber qué uso le va a dar”.
Dijo que el 90 por ciento de las personas que entregan armas, son mujeres y madres de familia que quieren deshacerse de ellas para que no lleguen a manos de sus hijos; en cuanto a la presencia de granadas y otras armas de uso exclusivo del ejército, explicó que en su mayoría es armamento viejo que, como manifiesta la gente que las entrega, son regalos de sus abuelos.

Problema generalizado
A pesar de este programa y de las varias incautaciones de armamentos, en México la posesión de armas de fuego entre la población, va en aumento. Como se aprecia en el V Informe del gobierno federal, entre el 1º de septiembre de 2010 y el 30 de junio de 2011, se aseguraron 24 mil 19 armas de diferentes calibres, mientras que con la campaña de canje, en el mismo periodo, fueron recibidas en donación, 5 mil 552 armas, lo que representa un aumento del 14.5 por ciento con respecto a las 4 mil 850 del periodo anterior.
Si comparamos estos datos con los proporcionados por organizaciones internacionales, como la ONU y la Red Internacional contra el Tráfico de Armas Pequeñas y Ligeras (IANSA por sus siglas en inglés), se evidencia la magnitud del problema. Esos organismos calculan que cada día ingresan al país dos mil armas por las zonas fronterizas y los puertos del Pacífico, con lo que México en la última década ha pasado del lugar vigésimo segundo, al quinto en tráfico de armas a escala internacional.
Con respecto a la campaña de desarme, el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y consultor en temas de seguridad pública, Javier Oliva Posada, dijo que “ha tenido resultados menores, porque básicamente lo que entregan son armas de desecho, inservibles, y en muchos de los casos la gente tiene cuando mucho escopetas calibre .22, que de ninguna manera pueden ser armas ofensivas, en comparación a las que portan de manera ilegal los delincuentes”.
Agregó que “tiene más la función de buscar un compromiso o una relación con la población, pero el impacto es verdaderamente nulo. No se reciben armas que realmente resulten un riesgo para las fuerzas del orden”.
La difusión de armas en México no se debe sólo al narcotráfico, sino que se ha extendido a varios sectores de la población a través de un mercado negro siempre más amplio, pues las susodichas organizaciones, estiman que en el país circulan 20 millones de armas ilegales, más las autorizadas, con son 5 millones 500 mil, según reconoce la Sedena.
De acuerdo a información de la Procuraduría General de la República, el tráfico y portación de armas de uso exclusivo del ejército, se ha convertido en el segundo delito del orden federal del crimen organizado, con un 15 por ciento del total (alrededor de mil 200).
Según Oliva Posada, el tráfico de armas es un problema trasnacional, que tienen que enfrentar conjuntamente México y Estados Unidos. “Los gobiernos, sobre todo en la zona fronteriza, han dejado de hacer su tarea; es un tema sensible para la historia de Estados Unidos, ya que la portación de armas es parte de su constitución, pero no podemos dejar de lado que las armas que provienen de aquel país, aquí llegan a manos inadecuadas”.
El presidente Felipe Calderón, en el encuentro realizado con el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, en ocasión de su visita a México, urgió al gobierno estadounidense a poner un freno al tráfico ilegal de armas hacia territorio mexicano, que considera es uno de los principales factores detonantes de la violencia que azota al país.
Sin embargo, como explicó Javier Oliva, en esto “también hay mucha responsabilidad del gobierno mexicano. No es solamente la producción de armas, sino que las aduanas mexicanas tienen una enorme responsabilidad, al dejar pasar los cargamentos”. Y concluye: “Sería intrascendente la producción o no de armas en Estados Unidos, si la frontera mexicana fuera impenetrable a este tipo de tráfico”.

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