Lamento desde el Apocalipsis

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Somos los hijos de Afrodita: Evángelos Odiseas Papathanassiou y Artemios Ventouris Roussos, descendientes de griegos. Nuestros padres huyeron de la tierra de Homero y nacieron en la ciudad de Alejandría, Egipto, como nosotros. Nuestros abuelos habían abandonado Grecia años atrás, perseguidos por las guerras. Artemios y yo somos primos: nuestras familias, después de la Guerra del Sinaí, y tras haberlo perdido todo debido a las malas políticas del egipcio Gamal Abdel Nasser, volvieron a sus tierras de origen, pero ¿Y nosotros? ¿Fuimos o huimos a Francia? Somos los vástagos de Afrodita, pero una vez, en 1969, después de leer el Apocalipsis de San Juan vino a nuestras mentes, a nuestros cuerpos a las manos y a la voz la inspiración y realizamos quizá nuestro mejor disco —al menos eso dicen nuestros fanáticos— y lo nombramos 666. ¿Qué invocamos? ¿Qué mal hicimos? Mi primo, descendiente de la sangre de mi estirpe y yo nos alejamos. Él se convirtió en Vangelis y yo en Demis Roussos. A él lo recuerdan con fervor. A mí apenas algunos… la mayoría me detesta. ¿Acaso ya no se acuerdan que ambos descendemos de Afrodita?
¿Quién habla? ¿Quién dice? Yo fui la voz. Soy yo la voz. ¿Dice verdad? ¿Falla en precisión de los datos? Yo soy la voz que cantó los versos que Dios padre puso en labios de San Juan y movió sus manos para que escribiera el libro más intenso de la Biblia. El más oscuro y mágico y quizás el más denso. Son cantos. Son una irracionalidad poética que ha intrigado a medio mundo desde hace más de dos mil años. Lo que hicimos nosotros, en todo caso, fue invocarlos. ¿Acaso en eso estuvo nuestro pecado?
“Oí una gran voz que decía desde el templo de los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios. Fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra, y vino una úlcera maligna y pestilente sobre los hombres que tenía la marca de la bestia, y adoraban su imagen. El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar…” —alguna vez leyeron Evángelos y Artemios en el libro del Apocalipsis y de allí surgió el disco 666, que es considerado el mejor de Aphrodite’s Child, y que apareció en 1969.
Ya casi olvidada, la banda de rock progresivo Aphrodite’s Child dejó antes de su mejor disco piezas singulares por ser preparativas para su obra definitiva, antes de su disolución. Fue y es una de las agrupaciones más influyentes dentro del género. Guarda una singularidad, porque en su momento se conjuntaron dos seres excepcionales, que a la postre tomaron rumbos muy diferentes. Uno se convirtió en Vangelis, con expresiones musicales muy conocidas por un gran público; y el otro en la “ruina” de lo que fue durante los años setenta y, sin embargo, mantiene a un público todavía unido a él. En lo personal (aunque ambos son de mi predilección por distintos motivos), considero que nunca más tuvieron la misma disposición creativa mantenida en Aphrodite’s Child, ni en su obra maestra 666, disco actualmente casi desconocido de una agrupación casi olvidada e imposible de encontrar, excepto en Youtube, donde se puede comprobar la aparente existencia de Evángelos Odiseas Papathanassiou y Artemios Ventouris Roussos, hoy alejados uno de otro, pero ambos retoños de Afrodita.
Separados desde 1969, luego nos reunimos ocasionalmente para realizar la banda sonora de Carros de fuego, Blade Runner, y 1492: La conquista del paraíso. Yo soy la voz. Yo fui la voz, educada desde el Bel canto y también el bajista de Aphrodite’s Child. Mi nombre es Demis Roussos, primo de Evángelos Odiseas Papathanassiou. Deprimido como estoy por mi gordura, ruego a Dios volver a ser aquel que fui. La voz, el bajo y el rostro que un día fui. Nada me pondría mejor de ánimo que volver una vez más a ver a Evángelos y leer los versículos del Apocalipsis de San Juan, como una vez lo hicimos en el convulso año de 1968 y luego surgió mi voz y la música desde los más profundo de nuestro ser… ¿Quién habla? ¿Quién dice? Yo soy la voz que cantó los versos que Dios padre puso en labios de San Juan. Soy Demis Roussos, alguna vez me creí iluminado: hoy les cuento mis triunfos y mi ruina.

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