Primera parte

Esteban Lugo estaba sentado detrás de la mesa, con los ojos abandonados en el mantel de gamuza negra. A uno y otro lado se hallaban quienes presentarían su libro: Laboratorio de sueños, en una sala de muros blancos y techo alto, artesonado, de cuyo centro pendía un ancla de alcatraces encendidos con luces pálidas.

Uno de los presentadores del libro era la doctora en Antropología Cultural Estefanía Lugo Alponte; el otro era el doctor en Letras Underground: Ezequiel Suárez Lugo, quien, a diferencia de ella, se le veía notoriamente inquieto, nervioso.

Fue a partir de un momento en que todo parecía alejado y cercano, que apareció desde las sombras una mujer de no más de cuarenta años, vestida con un ajustado vestido de tafetán azul, sobre el que caía una chalina de seda color burdeos, quien, luego de palpar una de las brillantes gotas de su arete, se dirigió al público con una sonrisa, diciendo a través del micrófono inalámbrico que flotaba ante los labios:

“Buenas noches, damas y caballeros… En esta noche tan especial, dentro del programa Escritores Libres, en nombre de la Secretaría de Cultura y Artes Populares, les agradezco profundamente su asistencia para acompañar al autor del libro y a sus presentadores”.

Después de leer de corrido una página de la biodata de Esteban Lugo y dos páginas del perfil académico de los presentadores, improvisó con euforia, haciendo de su voz el tono grave y enfático de Diamanda Galás en Gloomy Sunday, y fue soltando halagos a granel para con la obra y el autor, para con los presentadores de la obra y la institución que la publicó: la Secretaría de Cultura y Artes Populares, en su colección Todas las voces cuentan.

En ese momento llovieron los aplausos.

Y con la cabeza inclinada, el escritor agradeció aventando, pausadamente, besos con las puntas de los dedos al público. Luego de levantarse del sillón con cierta dificultad, le entregó a la maestra de ceremonias una tímida caravana cruzando los brazos sobre el pecho; ella a su vez le sonrió y se sumó a los aplausos, al tiempo que se movía con medios giros sobre el escenario. A los presentadores del libro, Esteban Lugo sólo tuvo que darles la mano para agradecerles, con un murmullo de palabras.

Surgió entonces un paréntesis de silencio, que duró poco menos de treinta segundos y que la maestra de ceremonias aprovechó para desaparecer por entre las sombras de un angosto corredor.

El primero en exponer fue Ezequiel Suárez Lugo, quien comenzó a leer lo siguiente:

Laboratorio de sueños contiene cincuenta y dos ensayos, unos más breves que otros. El más extenso es el que se presenta con el título de ‘Pesadilla # 9’; es un texto de veinticinco páginas. A diferencia de los sueños, las pesadillas no fueron escritas con el estilo reposado y sucinto, sino con la desesperación de quien necesita llegar pronto a un sitio seguro y en calma. En varias pesadillas aparece una cierta crueldad exhibida en sus más diversas escenificaciones.”

Después de los titubeos que hubo en su lectura, Ezequiel Suárez colocó sobre la mesa una bocina negra, cilíndrica, de la que escaparían varios archivos sonoros, los cuales, dijo, había grabado atendiendo algunas de las escenas de la composición de la “Pesadilla #9”.

Con la lentitud de un mimo, Ezequiel manipuló hasta encontrar los archivos en el Smartphone que había sacado del bolsillo de su chaqueta en pana gris, y tras modular el volumen, escuchamos una serie de pasos apresurados, como de alguien que viene acercándose por sobre las losas de un corredor. Luego percibimos ciertos gemidos, acompañados por algo filoso que tallaba sobre una superficie de cartón.

Poco más de medio minuto duró esta primera atmósfera sonora, luego todo quedó en silencio; cinco o diez segundos de silencio, para después escucharse varios golpes fuertes sobre una puerta de metal. Y entonces fue escenificada la siguiente situación:

VOZ DE MUJER: ¡No… No…! ¡Por favor, ya no…! ¡Ya no, por favor…!

Silencio, y una respiración agitada, como de alguien que ha terminado de subir los incontables escalones de una escalera interminable.

VOZ DE HOMBRE: Te mataré… Te mataré… Juro que te mataré, Susana… Maldita hija de…

Más golpes furiosos contra la puerta de metal, y como fondo: varios perros ladrando y una sirena de ambulancia fugándose a toda prisa entre ruidos de motores y varios gritos.

Enseguida empezó a escucharse un llanto gemebundo.

Luego surgieron prologados aullidos de dolor. Y enseguida un silencio roto por murmullos, como de alguien que está rezando, o que está queriendo calmar a alguien…

Desde luego, había llamado la atención del público que, durante todo el tiempo en que sucedieron los archivos sonoros, Esteban Lugo hubiera permanecido completamente doblado sobre la mesa, como habitando en otra realidad.

Para finalizar su exposición, Ezequiel Suárez abrió el libro de Laboratorio de sueños y leyó, con voz seca y agrietada: “Sueño #11 con comentario anexo”.

Fue hasta entonces que Esteban Lugo se desdobló y se puso a balancear el cuerpo de izquierda a derecha, para capturar las líneas finales de uno de los sueños:

Quietud en la soledad…Helados corredores… Hasta encontrarse con la muerte… La muerte

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