La voz sobre el muro

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El camino que iniciara Javier Sicilia rumbo al norte, puso nombre a muchos de los muertos de la guerra que hoy vivimos en México. El duelo y presencia de Sicilia en la lucha contra la impunidad y la violencia criminal, demuestra que la poesía también ha resultado herida en este injustificable combate. Sin embargo, ese agravio es más añejo y hondo en Ciudad Juárez.
La poeta Arminé Arjona nació y vive en esa ciudad. Allá grita el dolor de los vivos por sus desaparecidos desde hace muchos años. Arminé se abraza a la literatura para liberarse del miedo y de la pena, dos sensaciones que cubren la ciudad. Su pequeña figura contrasta con la severidad de su pensamiento.
Juntas salimos a caminar bajo el sol de Juárez para buscar su voz en los muros, porque es ahí donde Arminé comparte versos. La escritora juega con frases comunes, dichos y refranes, hurga en la negrura del humor y algunas veces también vuelve a la rima para decir lo que la ciudad del desierto guarda dentro.
Mi ciudad está loca de remate
Arjona estudió medicina en Juárez y posteriormente se especializó en acupuntura en Ciudad de México. Fue justo en esa estancia en la capital del país que Arjona, quien ya había iniciado a escribir y publicar narrativa, se acercó a la poesía como tallerista de Ethel Krauze. Bajo el sello editorial Chihuahua Arde, Arminé tiene publicado el volumen Delincuentos, conjunto de relatos que dan cuenta de la realidad del universo desértico y violentado que es Juárez. Curiosamente, allá mismo, esta publicación ha sido robada en varias ocasiones de la red de bibliotecas municipales.
“Volví en el 90 a Juárez y desde entonces he visto a la ciudad ir a peor. Estos años me han dolido muchísimo. La situación está al límite. Tengo tantos poemas que hablan sobre el narco y la violencia, que los he separado para formar el libro La piel del llanto, que está por editarse. Hoy mi ciudad, una que siempre había sido noble, que siempre había acogido a todos, es fantasmal. He sufrido muchas pérdidas de gente cercana, de amigos y pacientes míos. He visto secuestros y robos. Es una ciudad a la que no puedo querer más y por eso salgo a las calles a escribir. Es la única actividad que me salva”.
¿Quién da alas a las balas? Leo en un muro alto. Es el primer grito de Arminé que descubrimos en la caminata. En ese momento recuerdo que días antes ya me había topado con otro. Uno que me grabé apenas lo leí sobre los descascarados ladrillos: La vida es muy corta para las armas largas. “Es curioso. A veces encuentro una de mis frases en lugares inesperados. Los chavos las toman y las pintan en otros sitios. Me gusta esa réplica. Además, las respetan, no las rayan ni las grafitean”.
Avanzamos algunas cuadras y vemos a policías federales armados y con la cara cubierta, una imagen cada vez más común en Juárez. Continuamos hasta leer sobre el gris de un muro Del realismo mágico al realismo trágico. “Me llena de desesperanza el ver que esto no tiene fin. Muchos amigos se han ido, otros hemos tenido pérdidas. Mi médico, quien fuera premio nacional de ortopedia, fue secuestrado y a pesar de que su familia pagó el rescate, lo encontraron con cuatro tiros en la cabeza. Esto ya no es violencia, es realmente una guerra. Se habla del hijo de Sicilia ¿y los nuestros?, ¿los de aquí? Nos sentimos abandonados. El Valle de Juárez está vacío de justicia. El exterminio de los llamados ninis, es evidente. Nadie ofrece respuestas. Es una ciudad que ha sido saqueada vulgarmente por la federación. Nadie sabe si Calderón nos ve como un muerto medio lleno o un muerto medio vacío”. Entonces otro hallazgo: Para una lluvia de balas un narcoiris de paz, leemos en una puerta metálica.
Arminé sigue, camina con dificultad apoyada en una muleta: “estoy trabajando un libro de cuentos, Un casquillo muy cercano, que son historias del sicariato. Hasta ahora suman 12 relatos cruentos. Algunas son experiencias compartidas, otras las tomo del periódico, otras me ha tocado conocerlas de primera mano”.
Arminé se detiene y me pregunta, “¿De qué más puedo hablar?” Entonces de nuevo saca el aerosol, su arma negra, para firmar una dolorosa declaración de amor: Juaritos yo te quiero a pesar del matadero.

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