La sombra que se carga siempre

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Mi malsana tristeza. En un momento determinado de su proceso depresivo, William Styron, cuando la pendiente comenzaba a prolongarse no obstante el inquieto devenir de su vida, llama a su estado general de ese modo: “Mi malsana tristeza”. Desinterés, miedo, ensimismamiento, tristeza. En Esa visible oscuridad. Memoria de la locura, Styron sitúa la clarividencia de su enfermedad —darse cuenta del padecimiento que le resta las fuerzas, que lo sume en una inquietud y desasosiego pesaroso— durante una noche mientras circula por las calles de París, más concretamente, al pasar de nuevo frente al Hotel Washington, a donde llegaría a hospedarse, por primera vez, en la primavera de 1952, con motivo de recibir el Prix Mondial Cino del Duca por el humanismo reflejado en su obra (sobre todo, su novela Lie down in darkness —Acostarse en la oscuridad). Treinta y cinco años antes de esa noche parisina en que su pasado, como una rueda de la fortuna que gira en sentido inverso, se le echa encima como una sombra y recuerda el punto de quiebre. Quizá, en esa lucidez, surgió Esa visible oscuridad.

En esa mencionada noche parisina, “tuve conciencia plena de que la lucha contra el desorden de mi mente… podría tener un desenlace fatal”, escribe Styron. Es inequívoco que hoy, como en esos años en que escribe el novelista estadounidense, se le considera a la depresión un mal menor, emparentada, a lo mucho, con una diáfana melancolía. Pero Styron afirma que una se aleja de la otra y la distancia que las media no tiene un cauce conocido que las acerque. Y para sostenerlo se basa en literatura científica y en sesiones terapéuticas y psiquiátricas a las que se sometió, incluso a la ingesta de medicamentos que, a la postre, resultaron falaces ante el avance de la enfermedad. Reflexiona: “…el abatimiento (y la depresión), que muchos sufren ocasionalmente y asocian con la brega general de la existencia cotidiana, son males tan generalizados que pueden dar a muchas personas una idea de lo que es la enfermedad en su forma catastrófica”. Como una escena de mala opereta que se presume buena.

En el punto más encendido, en la ebullición misma de la depresión el individuo se desconoce. “Me debatía impotente y desamparado en mis esfuerzos”. Es decir, no sabe cómo apelar a sus fuerzas, no atina a coordinar sus pensamientos y palabras con sus acciones, no sabe distinguir un momento de otro y acaba comportándose de una forma escandalosa por no corresponder a la situación, los interlocutores y las consecuencias de su actuar. Siente a menudo que presiona a fondo el acelerador depresivo, y piensa que “…tampoco recuperaría nunca una lucidez que huía de mí con celeridad aterradora”. En esas atmósferas nebulosas es que su día tras día tiene dos cimas: el ensimismamiento que va de la mañana al mediodía y el ensañamiento del oscuro túnel que se abría de la tarde a la noche y, como último escalón, el despiadado insomnio. Y vuelta a empezar.

Hacia el final de Esa visible oscuridad, Styron trata de situar las complicaciones que han tenido las mentes clarividentes para dar una tesitura adecuada a la depresión, a la melancolía, y a sus atmósferas opresivas y sofocantes. A menudo aparece la muerte como colofón, el suicidio. La muerte, esa sombra que se carga siempre. Se refiere a Como en un espejo, filme de Ingmar Bergman; cita el lamento de Job en los coros de Sófocles y Esquilo, el soliloquio de Hamlet, los versos de Emily Dickinson, los textos de Dostoievski y Poe, Camus, Conrad y Virginia Woolf, donde “la depresión se ha mantenido como un perpetuo hilo de desdicha”. La señora Dalloway, por ejemplo, se pregunta si habrá algún cambio significativo en la vida cotidiana cuando ella falte. Styron, a su modo, también se lo cuestiona. Y al fin da con Dante, particularmente con estos versos: “A mitad del camino de la vida,/ vine a encontrarme en una selva oscura,/ con la derecha senda ya perdida”. Más allá de un final feliz para el libro, concluye que la depresión tiene revés, no es invencible. Y cita otro verso de Dante: “Y otra vez contemplamos las estrellas”.

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