La semilla de la luz

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Mejorar la difusión de la ciencia y abrir espacios públicos para debatir y propiciar la reflexión, son factores que pueden colaborar al desarrollo social y a la conformación de una sociedad con individuos educados para con libertad preguntar y pensar, considera académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Ana María Cetto Kramis, quien inauguró el 2 del presente la “Cátedra para la Difusión de la Cultura Científica” que lleva su nombre en la Universidad de Guadalajara, creada por iniciativa del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI).

En el Paraninfo Enrique Díaz de León, la investigadora del Instituto de Física y profesora de la Facultad de Ciencias de la UNAM, especializada en mecánica cuántica, electrodinámica estocástica y biofísica de la luz, reiteró que es necesario incorporar a los investigadores a la labor de difusión de la ciencia, para analizar los problemas sociales.

Cetto Kramis, la primera mexicana en ocupar el cargo de directora general adjunta del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con sede en Viena, y la primera latinoamericana nombrada secretaria general del Consejo Internacional para la Ciencia, compartió con los estudiantes y profesores presentes la importancia de promover la cultura científica.

“También podríamos preguntarnos: ¿por qué crear una cátedra dirigida a esto? Los científicos fueron aprendiendo que publicar y dar a conocer sus resultados era tan importante para el avance de su ciencia y para la difusión de sus ideas, como lo era para garantizar la primacía por ellas y recibir el debido crédito”.

Sin embargo, los libros no bastaban, por lo que hubo que idear un medio más ágil. Así nacieron las primeras revistas científicas o periódicos, casi simultáneamente en París y en Londres, en enero y marzo de 1965, con la finalidad de dar a conocer sin retraso las ideas de esta índole.

“Desde el siglo XIX comenzaron a surgir algunos centros de ciencias, es decir, museos en los que se enfatiza la participación del visitante mediante exhibiciones interactivas que estimulan la experimentación”. El primero de este tipo fue Urania, creado en Berlín en 1888, sede del primer observatorio abierto al público. Actualmente recibe a más de 250 mil visitantes al año.

La especialista, quien ha publicado 80 artículos de investigación en revistas especializadas de física, 20 libros de texto y 10 como autora o editora, mencionó que, de alguna manera, los medios de comunicación han contribuido a la conformación de una cultura científica.

“Para la segunda mitad del siglo pasado, la difusión de la ciencia ha contado con otros medios importantes: el periodismo, que no es lo mismo que la publicación de revistas. Otro muy importante fue la televisión. Comenzaron a producir programas y series televisivas en Europa y Estados Unidos, algunas de éstas de mucha calidad, cuya contribución a la cultura científica no ha sido despreciable, aunque no compiten con los programas populares”. Puso como ejemplo la serie Cosmos, transmitida en 1980.

Añadió que en México han existido actividades que han colaborado con la difusión de la ciencia: “Entre nuestros antepasados, poco antes de la conquista, el conocimiento era un bien muy preciado, un privilegio reservado para las élites. Hoy la cantidad de publicaciones que contribuyen a la difusión de las ciencias en diferentes disciplinas es impresionante”.

Se tienen contabilizados dos mil 643 títulos de revistas científicas o académicas, si bien no todas siguen activas por problemas de estabilidad o recursos. La mayoría son publicadas por universidades públicas o sociedades científicas; 793 están en línea.

Para Cetto Kramis, los retos en este tema o la labor pendiente de parte de las instituciones radica en la necesidad de crear nuevas revistas e incrementar su calidad.

“Es conveniente promover el acceso abierto a las publicaciones científicas, tomando en cuenta el carácter del conocimiento científico como un bien público. Hay que seguir creando centros de ciencias, renovar los que existen y reforzar y actualizar sus contenidos científicos. Se han acercado científicos, ingenieros, artistas, escritores, filósofos, educadores, hasta políticos, periodistas, estudiantes, empresarios, funcionarios para hacer cosas juntos y aprender unos de otros. Así, la semilla de la luz se está sembrando en la cultura científica y esperamos que florezca y que tenga una fructífera vida”.

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