La salud pública hoy y ayer

678

Hoy el aborto no es un problema grave de salud pública como en los años 60. Las mujeres en aquel entonces decidían no tener a sus hijos por necesidad, no por sinvergí¼enzas. La mayoría eran mujeres casadas con más niños, muchas no tenían dinero para mantener a uno más. “Ahora las mujeres se casan a mayor edad y tienen tres, cuando mucho. Antes, seis, en promedio por cabeza”, cuenta el doctor Rodolfo Morán González al hacer una comparación entre los problemas de salud pública entre los años sesenta y los actuales.
Rodolfo Morán González se graduó como médico cirujano y partero en la Universidad de Guadalajara, en 1953; posteriormente se especializó en medicina interna. Estudió también la maestría en Salud Pública, en la Universidad de Puerto Rico al ser favorecido como becario por la Fundación Rockefeller, es maestro emérito de la Universidad de Guadalajara y tiene el orgullo de formar parte de las generaciones de galenos que pusieron su granito de arena para mejorar la salud pública en el estado de Jalisco. La Clínica de Planificación familiar es un ejemplo de sus esfuerzos.
Eran tiempos de Francisco Medina Ascencio “que era más católico que nada”. Corría el año de 1966, en aquel entonces en México no se hablaba de planificación familiar, el doctor Rodolfo Morán González se atrevió a abrir una clínica para tal efecto por parte del Hospital Civil fray Antonio Alcalde. “El doctor Delfino Gallo me preguntó: ‘¿Se anima a ponerla?’ ‘Sí, maestro’, contesté. Entonces la abrí. Llamé a un ginecólogo, una trabajadora social y empezamos a colocar dispositivos intrauterinos a las mujeres. Un día de parte de la Secretaría de Salud dieron orden de cerrarla, ya que creían que era abortiva”.
Rodolfo Morán no hizo caso y posteriormente habló el gobernador. “Yo expliqué que no era una clínica abortiva, sino que dábamos pastillas a las mujeres que no querían tener hijos para evitar la concepción, también había información sobre el método billings y otros para que escogieran la opción que más les conviniera”. En fin, Morán González dijo que sí la iba cerrar, pero cuando encontrara otro lugar donde ponerla: “Se acabó el sexenio de Medina Ascencio y nunca lo hallé. Siguió funcionando y después el presidente Luis Echeverría se declaró aliado de la planificación familiar, entonces ya no tuve problemas”.
La clínica todavía funciona. “En 1970 salió del hospital, la trasladamos a un edificio que queda por Constitución. Ahora está por Avenida de los Maestros. Con la aceptación oficial de la planificación familiar, fue esta clínica parte del programa gubernamental”. En aquel entonces también promovía pláticas en escuelas y universidades. “Seguido nos aplaudían, pero también nos hacían caras muy feas… no le puedo decir en dónde, ni quiénes”.

Lo desheredaron por algún tiempo
“Yo iba muy seguido a Lagos de Moreno y mi mamá me dijo: ‘Ya sé que recetas pastillas para que las mujeres no tengan hijos, eso es pecado mortal, te vas a ir al infierno’”. El doctor replicó: “Mamá, ¿cómo me voy a ir al infierno? No es cierto eso, lo que receto son pastillas para educar a la gente, es falso que son ‘aborteras’, evitan que se produzca el embarazo, no hay pecado ahí”. El doctor no la pudo convencer de que no iba a condenarse.
“Había un padre que era muy amigo de mi mamá. Ella vivía a una cuadra del barrio del Santuario. Un día me preguntó: “Oye, ¿por qué no vas a comulgar?”. El doctor contestó: “No me he confesado”. El sacerdote replicó: “No es necesario, tu mamá ya me dijo todos tus pecados…
”Una día me entrevistaron de una revista de circulación nacional. En la portada salió mi foto con el anuncio de que había hablado sobre el aborto. Mi mamá no leyó el artículo, pero sí vio la portada. Me desheredó, durante una temporada estuve sin herencia.
Morán González fue uno de los galenos que se esforzó por poner en alto a la salud pública por convencimiento, ya que clientela y renombre no le faltaban. Él fue uno de los especialistas que puso su granito de arena para mejorar las condiciones de salud en el estado.

Artículo anterior30 Aniversario del SUTUdeG
Artículo siguienteQue no viaje solo (V)