La risa chueca de Magú

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Magú quiso evitar “otro error de diciembre”, pero no pudo. Insistió en que la pensaran bien antes de entregarle La Catrina y, por si se arrepentían, fue a Fantasías Miguel, una tienda del centro de Guadalajara, a comprar la suya. Ahí también consiguió su sombrero de copa, con adornos de papel rojo brillante, para parecer un auténtico catrín.
“Quiero ofrecerle al comité seleccionador del premio La Catrina la oportunidad de rectificar y salvar así el decoro de esta edición y cuidar el prestigio de la Feria Internacional del Libro. Quiero relevar al comité de la obligación de entregarme un premio mal asignado y acepto que tienen el derecho de enmendar su error. Ahora, si no me toman la palabra, será como en los matrimonios: tendrán que callar para siempre y aceptar entonces mi agradecimiento eterno, así me la haigan dado como me la haigan dado”.

Guajolotes estilo Picasso
Magú (Bulmaro Castellanos Loza, 1944) tiene como política personal hablar de todos los temas que acontecen en el país, incluyéndose él mismo.
“Soy participante de mis propios cartones. Yo me dibujo con mis patas, allá en Acapulco. ¿Por qué? Porque en la vida de México no está uno acosado y maltratado por una sola persona”.
No sólo hace cartones de “políticos malvados”. Por eso Magú cada septiembre saca a Hidalgo en sus historietas, pese a que en 25 años nunca le ha pagado regalías por usar su imagen.
“Soy un auténtico abusador de los héroes patrios. Vengo usando al cura Hidalgo en mis cartones sin que ningún momento se me haya ocurrido abonar al señor cura pago alguno por sus derechos de autor”.
Eso sí, Magú, aunque incumple sus deberes ideológicos, al “no brindarle la debida protección a los políticos de su equipo tal como lo dicta el protocolo”, se define a sí mismo como un “caricaturista de izquierda”.
Esta desviación a sus deberes ha sido costosa y le ha acarreado varios castigos: “Desde la aplicación de la ley del hielo, pasando por la acusación de estar más maiceado que la empresa tortillera Maseca, hasta la muy merecida y respetable mentada de madre del subcomandante Marcos”.
Por eso Magú sigue al pie de la letra el consejo del caricaturista Abel Quesada, que decía que si a diario criticaba al presidente de la república, el día que ya no lo hiciera y se pusiera a criticar al policía de tránsito, “van a decir que ya nos vendimos. Y yo, para que no digan que ya me vendí, critico al presidente de vez en cuando y al tránsito todos los días”.
Es así que “en diciembre pongo a descansar a los políticos mal nacidos y saco a chambear a los guajolotes en mis cartones, haciendo una falsa y demagógica campaña en su defensa, exigiendo un alto a las matazones guajoloteras para la cena de Navidad.
“Y digo ‘falsa campaña’, porque desde que la enarbolé, lejos de disminuir las ejecuciones, aumentaron. Según el INEGI, desde el momento en que comencé a defender a los guajolotes, la cifra aumentó en dos más cada año. Esos dos guajolotes eran en realidad los que yo me comía”.
—A últimas fechas has sacado la calavera, una especie de Catrina que goza llevándose los decapitados. ¿Te consideras el rey del humorismo negro?
—Soy humorista. Tengo que encontrar la forma de hacer humor, sin importar qué tema se trate, aunque me lleve a hacer humor negro. Así que he buscado que la calavera aparezca regularmente, porque va a ser un personaje que estará ahí, sobre todo porque estos son casi los temas cotidianos. El país nos marca la pauta y este problema de la violencia ya tiene seis años y creo que va a durar muchos años más.
—Dibujas muy feo, pero a la gente le gusta tu estilo, ¿cómo ves eso?
—Yo creo, como dijo López Obrador, que como el pueblo está mal educado o está tan dispuesto a que los engañen, que podríamos hasta elegir una vaca como presidente. Así la gente cree que lo que yo hago tiene arte. Creen que yo sé dibujar, y que después que supe dibujar me desdibujé o inventé el desdibujo, entonces dicen: “¡Qué artista es éste, como Picasso! Dicen que Picasso era un excelente pintor y luego se fue a la caricatura o a lo mínimo del dibujo y a muchos les parece que yo soy de esa escuela. Entonces yo creo que aprecian mi trabajo desde ese punto de vista: piensan que es feo, pero que lo hace un tipo que debe ser un artista. Lo siento. No es mi intención engañarlos, pero creo que están engañados.

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