La redención de Reygadas

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La redención, la culpa como un aluvión inesperado de emociones, y la vida y los adentros divididos de un hombre que se acuchilla a sí mismo entre dos mujeres, de esta manera, grosso modo, podrían resumirse los argumentos de los tres primeros largometrajes de Carlos Reygadas (Ciudad de México, 1971): Japón (2002), Batalla en el cielo (2005) y Luz silenciosa (2007); con esta última se hizo acreedor al Premio del jurado en el Festival de Cannes (2007).
La propuesta de Reygadas se adentra en la línea del cine de autor (él se niega a tal categorización), porque se aleja de los filmes convencionales y con su particular mirada ahonda en la profundidad de las emociones humanas y su relación con los universos que giran a su alrededor (hay autobiografía en ellos).
Reygadas vuelve de nuevo a Cannes en 2012, con Post tenebras lux (“Después de las tinieblas, la luz”), en la que aborda la vida de Juan y su familia en el campo mexicano. Una vida que, como todas, disfruta y sufre, pero matizada con el contraste entre el campo y la ciudad: Juan se pregunta si esos mundos –con toda su carga de contrastes y distancias– se complementan o si cada uno tira por su lado y, por ende, buscan eliminarse, quedando en el medio de tal diatriba.
Reygadas ha demostrado ser un maestro en el tratamiento psicológico de sus personajes –cosa que hace con pinzas y a su antojo, como si manipulara muñecos de trapo, siguiendo la escuela de Robert Bresson–; recuérdese, por ejemplo, el perfil de Pedro (protagonista de Japón), un pintor que abandona sus coordenadas cotidianas en la ciudad y se adentra en el campo movido por la decisión de quitarse la vida, lo que nos remite al personaje Henri, de Contraté un asesino a sueldo (Akis Kaurismí¤ki, 1990) o al desistimiento de los personajes de Calle Tzameti 13: El club del suicidio (Géla Blabuani, 2005).
Si Japón se decanta por un escenario desnudo, carente de artificio y un personaje hosco, reconcentrado en sí mismo, que se encamina hacia el final de su vida para encontrar la liberación que tanto anhela, en Batalla en el cielo reelabora la ciudad y sus obsesiones a partir de la visión de Ana y Marcos: una chica burguesa que se prostituye por diversión y su chofer, cuyo atroz ensimismamiento y perenne sonambulismo se deben a un hecho inesperado: su mujer y él secuestran a un bebé que acaba muerto. El hombre no experimenta culpa alguna: ésta se le viene encima a pequeñas dosis y mediante emociones que inundan su cuerpo poco a poco, con minuciosidad y aletargamiento de cada una de sus extremidades. Estos dos filmes bastaron para situar a Reygadas como “el más autor de nuestros directores.”
Luz silenciosa constituye la columna vertebral de su cine: es la historia de Johan y su amor por dos mujeres (Miriam y Mariana). El mismo Reygadas ha dicho que quiso alejarse de la mano de Bresson y hacer un filme emotivo, cometido que cristaliza al reconcentrar la belleza del campo y resaltar el transcurrir del tiempo –mediante largos planos que detienen, que aquietan y luego avanzan–, para dar relieve a sus personajes que sucumben a un quietismo lírico. La primera secuencia del filme es memorable y de una belleza plástica sobrecogedora: la toma de un cielo estrellado que se va aclarando hasta que amanece, y en cuyo fondo se perciben in crescendo los sonidos propios del campo: una sutil pincelada de realismo.
En el filme se asiste a la invasión íntima de una familia y sus quehaceres más mundanos: la delgada línea que separa ese vano espectáculo de lo que ofrece Reygadas es su sobriedad en el manejo del guión y sus personajes –actores no profesionales–, en los que enaltece la condición humana desde sus más simples manifestaciones; y el cometido mismo de la película: poner de manifiesto el corazón dividido de un hombre, su situación de nostalgia. Si Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955) –filme al que homenajea con Luz silenciosa–, se vale de un conflicto religioso para dar cuenta de un milagro a través de una figura cristológica, Reygadas ha dicho que quiso hablar del milagro de la existencia a través de otro ser humano: el amor de Johan por Miriam y por Mariana.

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