La privatización política y el engaño de los independientes

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Una muralla no puede ser derribada por un sólo hombre. Se necesitan millones de personas movilizándose para ello. Y para cambiar a México se necesita mucho más que individuos con dinero que puedan comprar una candidatura o pagar una campaña.

“Lo que se requiere es acción colectiva y poder popular para fracturar al sistema de corrupción e impunidad”, dijo John Ackerman Rose, académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien considera que los llamados “independientes” son una de tantas salidas falsas que seducen a la gente, pero que en realidad benefician al status quo.

En entrevista, de visita en Guadalajara, Ackerman opinó que la andanada de independientes que se registraron a la Presidencia de la República es una moda, alentada por el desencanto ante un sistema corrupto que no cambia desde que se fundó el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946, sustituyendo al Partido Nacional Revolucionario con el fin de desmontar los logros de la Revolución mexicana y del Cardenismo.

“Son salidas falsas como estrategias generales para cambiar el país. Reflejan una actitud real y auténtica, pero no cambiaremos al país así. Pertenecer a un partido político es equivalente a ser corrupto en el imaginario popular. Pero si nos remitimos a los teóricos de ciencia política, como el italiano Antonio Gramsci, que define a los partidos como pasiones organizadas con vocación de cambiar el poder, vemos que eso es lo que necesitamos: pasiones con vocación de transforma estructuralmente al país”, señaló.

Incluso, apuntó que hasta los mismos independientes están reconociendo la necesidad de organizarse al armar sus propias estructuras, pero le tienen aversión a usar la palabra partido por el desprestigio.

“Pero ellos mismos se dan cuenta que se requiere organización colectiva. Mi tesis es que lo que necesitamos es una organización desde abajo, desde los más pobres, los marginados del sistema”, dije Ackerman, quien estuvo en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) para dictar una conferencia.

En esa charla, señaló que la figura de los candidatos independientes no sólo es una trampa, sino una continuación de las reformas privatizadoras impulsadas por el presidente Enrique Peña Nieto y el PRI. Es decir, privatiza la política, pues sólo quienes tengan dinero para poder hacerlo participarán, al estilo de Estados Unidos de América.

Recordó que en Latinoamérica la tradición es la de los movimientos sociales que aglutinan a obreros, campesinos y estudiantes, y que un sólo hombre no puede derrumbar el sistema político, sino que deben ser las masas las que lo hagan.

El financiamiento público a partidos no debe desaparecer
Aun consciente de que es poco popular decirlo, Ackerman sostuvo que no debe desaparecer el financiamiento público a los partidos políticos, aunque reconoció la necesidad de reducirlo.

“Las campañas son grandes procesos de recaudación de fondos. El financiamiento público es excesivo, hay que reducirlo drásticamente. Pero es valioso porque permite bases de equidad, para que candidatos que vienen del pueblo, sin patrocinadores fuertes, compitan”.

¿Usted ha sido crítico de la iniciativa de Kumamoto #SinVotoNoHayDinero?, se le preguntó.

“Yo lo respeto, y celebro que los ciudadanos participen. Lo que critico es la propuesta porque incentiva la abstención. Si quieres quitar dinero a partidos, que es la moda hoy, pues no votas y castigas. Eso es antipolítica, apartarte de las discusiones del debate político y dejar la esfera política en las manos de los mismos de siempre. No me parece conveniente ligar el financiamiento público con la parte electoral. Espero equivocarme, pues hasta 2021 habrá elecciones con este formato”, contestó el columnista de la revista Proceso y el diario La Jornada.

Criticó que los organismos electorales derrochan aún más que los mismos partidos, pues para 2018 se contempla un gasto de 30 mil millones de pesos para estos entes.

En su ponencia, hizo un recorrido por el escenario internacional, que consideró vive un colapso de los dos sistemas: el comunismo burocrático y el neoliberalismo social demócrata, que han perdido legitimidad y ante lo cual las sociedades buscan nuevas salidas.

“A México no nos ha tocado todavía, seguimos atrapados en el mismo sistema de autoritarismo neoliberal, de hipocresía institucionalizada inaugurada en 1946 con la creación del PRI y Miguel Alemán, como un régimen que se ha ido desdoblando en los otros partidos políticos”, resaltó.

Por eso, agregó, es entendible que haya apenas 25 por ciento de aprobación de la figura presidencial, y sólo 19 por ciento de satisfacción con la democracia en México.

“Los politólogos institucionales se dicen preocupados por ese desencanto. A mí, al contrario, eso me habla de fortaleza y de una sociedad crítica. Luego de tanto que nos han golpeado y violentado, ¿cómo quieren que estemos satisfechos?”.

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