La postura de un director eterno

808

El nombre de Jean-Luc Godard se ha ganado un lugar en la historia del cine. Pero no cualquier lugar: está entre los más grandes de los grandes. Ha inspirado tantas cintas y a tantos directores contemporáneos, que incluso podríamos seleccionar 10 al azar e identificar en alguna u otra forma su influencia.
Su película Sin aliento lo convirtió en leyenda, y su participación en la Nueva ola francesa, en un mito. Como persona, tiene una polémica fama que lo persigue hasta la fecha (le han tachado de antisemita en más de una ocasión, y la etiqueta de diva intelectual en los plantones de los grandes festivales de cine no deja de ser recurrente a donde va); como director ha recibido todos los reconocimientos posibles. Y eso Godard lo sabe. Lo sabía desde finales de los setenta, cuando sus películas inspiraron a varias generaciones de artistas franceses, y hasta la fecha, cuando Cannes le abrió las puertas de par en par para que presentara su Film socialisme como se merece este maestro del cine, y que concluye con los premios de la Academia de Hollywood, anunciando que le otorgará un Oscar en reconocimiento a su larga y prolífera carrera, cosa que no sucederá, o al menos sucederá sin Godard, quien se negó a participar en la ceremonia.
Estas cosas las sabe Jean-Luc Godard. Las sabe, y le hace bien al cine esa autoconciencia, que le autoriza a darse permisos que pocos directores primerizos harían si tuvieran la oportunidad. Godard sabe que en el cielo de las y los grandes directores ya tiene apartado un lugar, junto a Orson Welles y Sergei Eisenstein.
Algunos se podrán preguntar: ¿En cuáles me incluyo?, ¿qué hubiese pasado si esta película la hubiera subido un joven director de 25 años a su canal de YouTube?, ¿de qué le acusarían?
A sus 80 años, Godard reconoce la legitimidad con la que cuenta. Por eso en Film socialisme ha reivindicado la esencia del cine, le ha limpiado de todos los adornos que le ha puesto la industria cultural y ha mostrado el trabajo que mejor le representa.

La decadencia de Europa
El nombre de Godard siempre va acompañado de un ingrediente inclasificable. Pero este depende de quiénes somos, qué hemos visto y qué nos interesa del cine. Para los que lo ven como un producto de entretenimiento, se van a topar con una estructura difícil y muchas veces incoherente (en sus últimas películas ha prescindido de personajes, lo cual es un gran reto para el espectador).
Godard nunca ha sido complaciente, y que su sentido del humor, presentado en Banda aparte o Los carabineros, le haya dado una breve y equivocada fama de director ironista, no debe ser confundido. Todo en Godard es cine. Nada de lo que hace, ha hecho, o hará, está exento de tal concepto. Pero para lograr un proyecto como Film socialismo, no sólo hay que pensar en la totalidad del cine, sino tener un buen nombre que lo soporte para poder caminar a contracorriente, con la idea de generar una industria altamente rentable.
Film socialisme, grabada en formato digital, a veces incluso desde un teléfono celular, está compuesta por tres partes que dialogan entre sí por medio de breves reflexiones, tomas que se cortan repentinamente, manchas de luz, sonidos estridentes en imágenes saturadas imposibles de reconocer.
La primera parte es un viaje en crucero de una serie de personajes que sueltan frases de manera casi azarosa, intercaladas con imágenes de un mar abierto y salones abarrotados de personas felices. En el segundo, el cuerpo fuerte de la película, los padres de una familia dueña de una gasolinera son retados por sus hijos, exigiendo los preceptos de la Revolución Francesa: libertad, fraternidad e igualdad. La última, un viaje por Barcelona, Nápoles, Odessa, Egipto, Grecia y una restringida Palestina que solo es vista desde lejos.
El tema final de la película es el que ha venido abordando Godard en sus últimas cintas: la decadencia de Europa, del proyecto de civilización y la robusta idea de un ser humano racional. La guerra se muestra a través de mercenarios que disfrutan de la complacencia del olvido y el poder; los medios de comunicación son vistos como acosadores voraces de la intimidad y las grandes ciudades de Europa como mitos televisivos.
La única diferencia es que nos enfrentamos a un reto mayúsculo impuesto por un cine puro de imágenes y sonido. Lo que nos permite pensar que el último Godard ha llevado al cine a su última frontera posible, hasta el momento.

Artículo anteriorDictamen admitidos a licenciaturas ciclo 2011 A
Artículo siguienteMicroorganismos sanitarios