Pobreza juvenil: entre la desigualdad y la narrativa meritocrática

Académico del CUCSH plantea que esta «será una de las generaciones más empobrecidas, con menos patrimonio: un menor porcentaje tendrá casa, pagarán renta, sin ahorros, sin trabajos estables, sin pensiones»

Los jóvenes se encuentran inmersos en la narrativa meritocrática porque son los grupos más pobres, además que entran a la vida laboral en condiciones adversas, apuntó Max Jaramillo-Molina, profesor-investigador del Departamento de Sociología del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

“Son los que salen perdiendo en términos etarios porque las oportunidad cada vez son menos, la relación salario y el poder adquisitivo es menor: los jóvenes terminan afectados, más si son mujeres jóvenes o las disidencias de género o sexuales con rasgos etno-raciales estigmatizados”, precisó.

Al conseguir empleo, los jóvenes todavía se encuentran, junto a niñas, niños y adolescentes, entre la población más pobre de México. 

“Será una de las generaciones más empobrecidas, con menos patrimonio: un menor porcentaje tendrá casa, pagarán renta, sin ahorros, sin trabajos estables, sin pensiones”, indicó.

Narrativa meritocrática

La narrativa meritocrática es la percepción de la pobreza a través de la cual la sociedad culpa a cualquier persona en esa condición: «son pobres porque quieren», es la frase repetida en medios de comunicación y redes sociales sin reparar en las implicaciones sociales estructurales. La narrativa meritocrática se funda desde el esfuerzo individual sin reparar en la desigualdad social, comentó Jaramillo-Molina, fundador del Instituto de Estudios sobre la Desigualdad.

Los medios y redes sociales transmiten la narrativa que afecta y reproduce la juventud del mismo modo como lo hace la sociedad con ellos: se culpan por no conseguir ciertos logros materiales y profesionales, y asumen una narrativa articulada por personas no jóvenes que crecieron en las décadas más fuertes del neoliberalismo finales del siglo XX y principios del XXI.

“Se trata de la idea de que los ricos son ricos porque quieren, o porque tienen talento, inteligencia y esfuerzo. Y, al mismo tiempo, los pobres son pobres porque quieren, porque no tienen esa inteligencia, esfuerzo o talento”, dijo.

Así, surgen narrativas como que los jóvenes no compran casa por falta de compromiso, porque salen mucho de vacaciones y, por lo tanto, construyen las condiciones por las cuales continúan en la pobreza.

Lo anterior, de acuerdo con el doctor en Sociología por el Colmex, legitima la pobreza individual y no las causas estructurales

"La narrativa meritocrática plantea que es culpa de la persona que está en situación de pobreza: se estigmatiza y culpa y, al final de cuentas, desactiva algún tipo de exigencia radical para que cambien las condiciones en las que viven las personas”.

Desafiar la narrativa 

El investigador identifica el cambio fundamental del discurso de pobreza al de desigualdad con la crisis financiera entre 2008 y 2009. Previo a la crisis, se hablaba de la pobreza como el resultado de la falta de capital social y económico individual.

A partir de este punto es cuando se habla más de desigualdad social en movimientos sociales como los Indignados en España, o los ocupa de Wall Street, en Estados Unidos.

“Señalan que la pobreza de muchos tiene que ver con la riqueza de pocos: se sigue hablando de pobreza, pero se circunscribe en la desigualdad y, en ese sentido, me parece que han crecido exponencialmente las narrativas que desafían el tema de la meritocracia y lo ponen en duda”.

La exigencia proviene específicamente de grupos de jóvenes quienes proponen el cambio en las estructuras socioeconómicas y con la crítica a las narrativas que legitiman y justifican las pobrezas.

“El tema es resaltar estas desigualdades, las causas de la pobreza para pegarle a esas narrativas meritocráticas y, mientras, tratar de generar mayores exigencias y cambios en las estructuras”. 

La iniciativa ya ocurre entre los jóvenes, quienes desafían las condiciones sociales impuestas y proponen, como se hace en algunos países, el impuesto de riqueza a los grupos sociales más acaudalados.

La esperanza es que los jóvenes cada vez más desafíen las narrativas. Me parece importante provocarlo con más frecuencia y se deslegitimen estas narrativas. Por ahí vendrá la exigencia, la urgencia y la ejecución de un cambio importante”, concluyó.

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