La odiosa y necesaria filosofía

792

Hay personas que aman tanto a las ideas que las embalsaman, las conservan eternamente sin vida, las diseccionan y las encierran en el museo de la historia.
Las ideas sin vida son un peligro practicado durante años por los historiadores de la filosofía, indicó el pensador italiano Franco Volpi, en la pasada Feria Internacional de Libro de Guadalajara.
El hombre es capaz de dejar huella en los conceptos que lee y en los conceptos que toca, pero ¿cómo hacer eso desde la filosofía? Cuando asumimos que la filosofía es una tarea del pensamiento y no una práctica embalsamadora.
La filosofía es la voz coherente del ejercicio teórico, pero es también la aplicación de los contenidos en la vida. La filosofía no resuelve ningún problema si no nos enseña a vivirlos en una cierta escala de tensión. Es automodificación de la vida que pretende conocerla y orientarla hacia la felicidad y la forma bella.
“La vida no es bella, hay que hacerla bella”, afirmó Volpi con su acento italiano y sus fundamentos nihilistas.
Debido a su concentración en las cosas últimas, la filosofía nos aleja de la práctica y nos desvía de la vida concreta de sus problemas. Los filósofos absortos en la contemplación de las estrellas se convierten en torpes e incapaces en la simple cotidianidad.
De abstracción a abstracción terminan por no tener contacto con la realidad y volverse extraños al mundo. Su premisa es dudar de todo, pero es imposible vivir frente a la destrucción de toda certeza. La filosofía que inventa razones, incluso para dudar de lo evidente es como un gusano que carcome las entrañas del pensamiento, porque no se deja enseñar ni aprende verdaderamente, indicó él también profesor de la Universidad de Padua, “por eso la gente desconfía de nuestra disciplina y se ríen de nosotros. El hombre de la calle se ríe de los filósofos que se contradicen”.
Es difícil hacer entender al hombre de la calle, de que la filosofía precisamente es el arte de contradecirse el uno al otro sin anularse. La sabiduría popular siempre se burlará de la filosofía por considerarla un saber abstracto, inconcluso e ineficaz. Lo ve como un menú de mil páginas que no tiene nada para comer, o como la tentativa de capturar un gato negro en un cuarto oscuro sin atraparlo jamás, pero exclamando de vez en cuando ¡Lo hemos atrapado!
La historia de la filosofía contemporánea, como decía el filósofo alemán Martin Heidegger, sería evaluar a la filosofía por su práctica, sería como evaluar a un pez en base a su capacidad de vivir fuera del lago.
La filosofía no soluciona ningún problema, los plantea y nos enseña a vivirlo con un cierto nivel. No resuelve nada, complica todo y sus complicaciones son justamente la historia del pensamiento humano.
En la filosofía no encontramos recetas de felicidad, pero sí un inagotable tanque de ideas, un formidable gimnasio para pensar, un ejercicio de lucidez e inteligencia crítica que nos ayuda contra la insistencia tenaz de los prejuicios y ha librarnos de la tiranía del odio y de lo habitual.
La filosofía siempre tiene la mejor teoría contra la somnolencia de la razón, una teoría que resulta mejor que la literatura de autoayuda. ¿Cómo entender qué es el amor, después de toda la hidráulica del sexo que encontramos en la ficción contemporánea?; al leer El Banquete de Platón produce en el lector un orgasmo especulativo, mete alas a cualquier imaginación y a través de esta filosofía del amor entendemos esa fuerza mágica de la naturaleza que llamamos Eros.
Dialogar con los grandes filósofos y seguir sus acotaciones es una excelente escuela de pensamiento que nos obliga a afrontarnos con lo que nosotros mismos no habíamos alcanzado a pensar. Los filósofos son los mejores maestros con lo que podemos aprender y los mejores interlocutores con lo que podemos dialogar.
La filosofía es un patrimonio de sabiduría conocimientos de consejos que a los que podemos recurrir como prontuario espiritual.
Sin embargo, los grandes filósofos son como plantas raras y en cada siglo nacen uno o dos, afirmó Volpi quien también escribe para el diario italiano La Repubblica.
El problema es que la inteligencia exasperada puede volverse estéril, puede ser una jaula que nos comemos como animales salvajes, perderse en lo abstracto ese es el peligro, la única receta es volver a la realidad sensual de la carne. “Un cuerpo desnudo resuelve todos los problemas filosóficos del universo”, dijo Volpi sonriendo al igual que sus oyentes.
La carne es el contrapeso de la inteligencia. La carne como principio de deseo, poderoso excitante que mantiene vivo el fuego de la inteligencia. La existencia debe tener dos puntos de plenitud y equilibrio: la idea y el erotismo.
La razón de la vida la encontramos con buena educación y mala fe, virtudes indispensables para quien propone una idea inteligente y se siente incómodo como si hubiera introducido un elefante a una sala.
La filosofía nos enseña a ver los problemas y afrontarlos de manera más inteligente. Nos enseña que la frontera entre la inteligencia y la estupidez es movediza y uno nunca sabe en que parte esta, dijo Volpi haciendo reír al público.
“Hay que estar alerta porque la vida no siempre premia la inteligencia, pero siempre castiga a la estupidez”.

Artículo anteriorSealtiel Alatriste
Artículo siguienteReglamento del Programa de Estímulos al Desempeño Docente de la Universidad de Guadalajara