La nostalgia de la branquia

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El Teatro Experimental abre el telón a ocho personajes en un cuarto piso, seis regaderas y el hondo canto de un pez carpa —omnívoro, como quienes jalan la cadena de la ducha—, para contar Desaire de elevadores, obra dramática escrita y dirigida por el joven creador Alberto Villarreal. “Hace millones de años, cuando en la tierra seca no había vida, un pez, un estúpido pez salió del agua creyendo que su mala idea era buena.” Eso dice la anfitriona del cuarto piso que noche a noche recibe a sus vecinos para compartir el insomnio, o para evitar darse cuenta que duermen como los peces: con los ojos abiertos.

Si se arrastra, en la tierra habrá marcas
Muchos años han pasado y ahora el hombre se aleja no sólo del agua, sino también de la tierra. Elevados y con visión aérea, los personajes del cuarto piso expresan el dolor que les provoca cada respiro. Hay un ahogo atropellado en las voces a coro que luchan por encontrar sentido a lo que no lo tiene, a aquello que nunca lo ha tenido: la vida, por ejemplo. Colocarse bajo el agua, jalar de la cadena se convierte en un alivio momentáneo. Y mientras los personajes encuentran el modo menos penoso para respirar, aquella húmeda búsqueda salpica de frescura al escenario y a los espectadores. El proyecto resulta afortunado. No es la primera ocasión en que Cultura UdG invierte en un creador escénico del centro del país para desarrollar un proyecto aquí, pero sí es la primera en la que el resultado demuestra con tanta claridad los beneficios de haberlo hecho. La primera imagen del espacio, aquella que, aunque oscura, llega al espectador antes que las voces, demuestra que aun en la negrura es posible hacer visible una apuesta estética. Para quienes conocemos y asistimos al teatro de factura local, sabemos que eso es distinto y también valioso.

Mi mujer: el contrapeso de mi cama
La original dramaturgia de Villarreal recupera lo terrible del tránsito entre el sueño y la vigilia, entre el paso de la branquia al pulmón, algo que los evolucionistas seguramente callaron por el odio a sus iguales y que ahora todos pagamos con mayor o menor consciencia. Los habitantes del cuarto piso parecen haber encontrado el modo de hacer un puente entre la torpeza de andar erguidos soportando nuestro peso y la ligereza con la que se flota en el agua salada. Una incontable suma de desvelos convierte a los insomnes vecinos en oníricos viajeros mitad peces, mitad mamíferos terrestres. Como contrapeso de la historia, está el juego escénico y el trabajo de actores consagrados en la escena tapatía, como Sara Isabel Quintero y Jesús Hernández, acompañados por Ana Elisa Fernández, Karina Hurtado, Vera Wilson, Andrés David y Bernardo Cárdenas. Este último resulta una agradable sorpresa. Como los peces de Villarreal, Cárdenas sale de los musicales y se atreve a andar en márgenes escénicos distintos. Si bien no es la primera vez que experimenta fuera del que había sido su entorno dilecto, es posible decir que en esta ocasión demuestra, en la nostalgia del personaje que representa, un gran potencial. Hay que mencionar también el trabajo de Carlos Gómez Cacho, quien como el inquilino polizón del 305, dentro y fuera de la regadera deja clara su capacidad para poner en riesgo sus herramientas expresivas.
En general el trabajo actoral es bueno. Sin embargo, es posible decir que aún falta mayor comunicación, ritmo y equilibrio en el concierto de personajes. El tempo con el que interactúan, la tensión que produce la presencia de todos en el escenario, no está resuelta en su dirección. El manejo del espacio está mejor logrado que el factor temporal. Habrá que dejar correr la temporada y ver madurar un proceso creativo cuyo único defecto visible quizá sea el haberlo dado a luz antes de tiempo. Aun así se agradece notar en los actores tapatíos que lejos de marearlos, este viaje en elevadores les ha permitido hallazgos. En ellos se nota la búsqueda de un nuevo centro de gravedad que probablemente dispare una mutación como los imposibles seres acuáticos de Villarreal.
La temporada continúa todos los jueves, viernes, sábados y domingos de junio y julio. Consulte los horarios en http://www.cultura.udg.mx/

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