La muerte del señor río

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Los rayos del sol caen sobre el agua que recorre el río Santiago. Al observar a los costados del puente que divide las cabeceras de Juanacatlán y El Salto, las tonalidades del cauce son diversas, sin contar con las natas de espuma.
Permanecer unos momentos sin sentir náuseas es imposible. Quienes transitan a pie, aceleran el paso. Otros cubren su boca y su nariz, pero resulta difícil no respirar o dar una bocanada de aire, cuya primera sensación es a putrefacto. Algunos pobladores lo plantean así: “huele mejor un animal muerto, que el río”.
Los olores están presentes a cualquier hora, incluso al mediodía se incrementan. El aire los esparce a la redonda. “En las tardes no se puede ni caminar por el puente”. Las sensaciones son mareos, náuseas y “dolencias de ojos”, comenta el señor Octavio, vecino de Juanacatlán desde hace casi 50 años.
La señora Carmen refiere que la degradación del río les está generando enfermedades: cáncer de garganta, de pulmones, hígado, infecciones en los ojos, oídos, vómito y diarreas.
Otros habitantes, que por algún motivo deben cruzar el río, lo hacen con sombrilla en mano, para cubrirse del sol o para evitar que la espuma les caiga en la piel y les ocasione manchas e irritación.
En otros tiempos, la situación era muy diferente. Le llamaban “el señor río”, había muchos turistas de México y otros países como Estados Unidos. “Era muy bonito, había carpas y mojarras”. Todavía en los años 70, la población tomaba agua de ahí, “nos bañábamos”, recuerdan los entrevistados.
Actualmente sólo es posible ver nadar el lirio y de la vida silvestre, muchos zancudos, relatan. Algunos de los pobladores manifiestan su tristeza y descontento. “Sentimos vergí¼enza de cómo está el río. Que diga la gente que así vivimos, que un animal vive mejor que uno”.

¿Sustentabilidad?
La cuenca Lerma Santiago Pacífico es considerada una de las más importantes desde el punto de vista económico, social y ambiental. Pero el crecimiento poblacional y de actividades productivas, la somete a una fuerte presión de consumo de agua y generación de desechos.
En un documento elaborado por los especialistas Juan Manuel Durán Juárez y Alicia Torres Rodríguez, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, se menciona que el río Santiago ha funcionado desde hace más de 30 años como receptor de las aguas residuales e industriales de la zona metropolitana de Guadalajara y su área de influencia.
Pero detalla que el crecimiento urbano-industrial de la ZMG provocó presión sobre los recursos de la región, ya que integró a municipios como: El Salto, Juanacatlán, Tlajomulco de Zúñiga, Ixtlahuacán de los Membrillos y Zapotlanejo, así como el desarrollo industrial, sobre todo en El Salto, desde los años 80.
“La mancha urbana crece hacia allá, de hecho hoy en día existen una serie de fraccionamientos de miles de casas y con los problemas que significa no haber construido ni plantas de tratamiento, drenajes, ni una planeación adecuada para la zona, genera una serie de conflictos y problemas serios”, indicó Durán Juárez.
El documento subraya además que en la emisión de descargas tóxicas al río Santiago, provenientes de las industrias y otras fuentes contaminantes, están vertidos metales pesados, distintos hidrocarburos, compuestos derivados bencénicos, detergentes, compuestos orgánicos volátiles, microorganismos, entre otros.
Concluye señalando que “los daños de largo plazo para la recuperación del río Santiago y, por otra parte, la tendencia a la desintegración de la cuenca Lerma-Chapala-Santiago, nos lleva a considerar que la sustentabilidad de la región pende de un delgado hilo que le pueden generar problemas de largo plazo en su desarrollo y conflictos sociales mayores”.
Pérdidas
“Lo que ha pasado en la cuenca es un poco la historia de la relación de los seres humanos con los ríos”. Los pueblos mesoamericanos tenían una concepción diferente: los dioses estaban relacionados con la presencia de agua. A la llegada de los españoles, se modifica esta idea y la primera fuente de contaminación es tirar los residuos sanitarios sin tratamiento, añade el investigador del Instituto de Medio Ambiente y Comunidades Humanas (IMACH) de la UdeG, Arturo Curiel Ballesteros.
Por un tiempo, la cuenca, gracias a su distancia y diferencia altitudinal le permitió autodepurarse. Sin embargo, a mediados del siglo XX fue sometida a amenazas como los desechos de los procesos industriales, de la petroquímica, además del uso de pesticidas y fertilizantes en la agricultura.
Otra amenaza es el confinamiento de la basura. “En Picacho puede observarse las grandes lagunas de lixiviados, que cuando llueve todo se va a los embalses y son contaminantes muy agresivos porque tienes metales pesados. A esto hay que sumar la reducción del caudal, que tiene un efecto sinérgico con la contaminación porque hay menos dilución”.
El especialista del IMACH plantea que afectar al ecosistema repercute en servicios ambientales, en la calidad del agua y el bienestar de quienes la usan. Por su degradación, es fuerte la percepción de que ya no sirve para consumo humano.
De la misma manera, el vital líquido en partes de la cuenca ya no es apto para la agricultura porque puede generar procesos de degradación química y de contaminación. En consecuencia, puede afectar cultivos o la producción del suelo.
Su problemática disminuye las posibilidades de mantener vida silvestre e impacta en el aprovisionamiento de alimentos, ya que por ejemplo los peces acumulan sustancias tóxicas y quienes los consumen pueden verse afectados.
Otras pérdidas son la de paisaje y recreación. “Hace 100 años la gente se iba al río Santiago y se podía meter a pescar o a bañar, eso no lo pueden hacer ahora”.

Constante crecimiento
La investigadora del Departamento de Estudios Regionales de la UdeG, Alma Alicia Aguirre Jiménez, destaca que en toda la cuenca hay una dinámica poblacional muy fuerte.
De acuerdo a los censos del INEGI, para el año 2000, había 19 millones 484 mil habitantes en la cuenca, mientras que para el 2008 creció a poco más de 20 millones 491 mil 273 personas.
“Si hacemos una proyección con las tasas de crecimiento estimadas por CONAPO, para el 2030 tendremos 23 millones 207 mil habitantes en la región”.
“Esto significa como cuatro millones de personas más que demandan agua y que generan descargas residuales, contribuyendo a la contaminación de los cuerpos de agua, lo que restringe la disponibilidad de agua limpia para uso humano. A esto, hay que sumar todas las actividades productivas que se realizan dentro de la cuenca”.
Para la subcuenca del Santiago, en 1990 había cuatro millones 184 mil personas, mientras que en el 2000, alcanzó los seis millones 458 mil 730 personas y se estima que en el 2008 había más de siete millones de habitantes.
“Aún cuando las tasas de crecimiento tienen una tendencia a ser menores en toda la región, podemos ver que la población sigue creciendo, pero de manera constante”.
En materia industrial, el documento de Durán Juárez y Torres Rodríguez, destaca que este sector, tan sólo en la ZMG, creció más del triple de 1980 hasta 1998. Para la primera fecha, el número de establecimientos de la industria manufacturera era de cinco mil 761, mientras que para la segunda fue de 16 mil 730.
“Algunas de las industrias, sobre todo las grandes, que tienen capacidad económica, son las que han hecho sus plantas de tratamiento, pero la micro y pequeña industria, que es representativa de nuestro país, no tienen en su mayoría para esto y siguen descargando sus residuos a los cuerpos de agua”, indicó Aguirre Jiménez.

Política fragmentada
La investigadora del Departamento de Estudios e Investigaciones Jurídicas de la UdeG, Raquel Gutiérrez Nájera, comenta que en los 80, las autoridades empezaron a generar una serie de instrumentos jurídicos, de coordinación y de concertación para trabajar dos temas: la distribución del agua y su saneamiento.
Tras hacer un análisis, destaca que la política de gestión impulsada en la cuenca ha sido diferenciada, ya que en la parte de Lerma “ha estado orientada entre comillas al aprovechamiento y saneamiento del agua”, en el Santiago a la limitación absoluta del uso del agua y a la protección de los bosques de las zonas forestales.
“Son políticas totalmente contradictorias. No existe una política integral y asociada a todo el manejo de recursos de la región hidrológica Lerma-Santiago-Pacífico. Se ha fragmentado y ha obedecido a políticas diferentes, que en consecuencia no impacta en una ni en la otra, como debiera ser”.
Concluyó que han sido acciones esporádicas e intereses políticos que no han sido acompañados de instrumentos ejecutivos, de mando, de recursos, de proyectos para que pudiera ser una política hídrica de gestión. “Por eso estamos en ese riesgo de sustentabilidad.
”Cómo nos explicamos que con estos convenios de los 80, el deterioro va en aumento. En más de 20 años no ha habido resultados en materia de resolución de los problemas de la cuenca”.

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