La muerte compartida

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JAMM001 111102 LOCAL MILES DE VISITANTES ACUDIERON A VISITAR A SUS SERES QUERIDOS AL PANTEÓN DE GUADALAJARA EN EL DÍA DE MUERTOS

Alcanzar la resignación luego de la muerte de un ser querido, cuesta más a unos que a otros, y en algunos casos tal sensación puede no llegar nunca. El proceso se vuelve aún más complicado si la muerte fue inesperada y se dio como resultado de un acto violento.
Christian Rentería ílvarez era el mayor de cuatro hermanos. El pasado 10 de marzo habría cumplido 24 años. Fue asesinado en junio de 2011, en el municipio de Ahualulco de Mercado, Jalisco. Su hermano Jorge –que ahora es el mayor– y su familia tratan de retomar la vida que quedó pausada tras el hecho en el que el estudiante de la licenciatura en administración perdió la vida.
“Aún seguimos con esa pregunta sin respuesta, de por qué a él, por qué sucedió así. Siento que es un cuento de nunca acabar. Este es un dolor que no se puede superar. Es más bien que te tienes que acostumbrar a vivir con eso”.
La familia Rentería ílvarez ha tenido que asistir a terapias psicológicas. Eso y otras actividades que les sirven como distracción, les han ayudado a hacer frente a la situación en la que inesperadamente se vieron involucrados.
“El dolor más grande es para mi madre, que ha tenido que sobrellevar todo. La admiro mucho. Esto ha sido muy difícil para ella, porque no saben qué dolor tan grande nos causaron. Él era una persona muy centrada en su trabajo, en sus estudios”.
El desgaste psicológico se vuelve aún mayor al escuchar de la gente diferentes versiones de lo que sucedió la madrugada en que Christian murió. Algunas de ellas poniéndolo a él como culpable o involucrado en el narcotráfico.
“Gente que se atreve a hablar del caso sin saberlo, gente que dice que él se lo buscó, pero realmente la gente que lo conoció, que es demasiada, se puede dar cuenta de cómo era él”.
Hasta la fecha el caso de Christian no está resuelto. Las autoridades siguen con investigaciones. Un proceso que para Jorge no ha servido de mucho y tampoco se ha llevado de manera adecuada.
“Está en proceso, pero es mentira. Nos decían que ya estaban dando con pistas, pero pues va un año y no salimos de lo mismo. Aquí si no tienes el recurso monetario o relaciones, es muy difícil que se esclarezca este tipo de situaciones. Está de más a veces implorarle a las autoridades”.
Jorge sabe que su caso no es el único, que en México ocurren miles de homicidios y que cada día hay familias que se enfrentan a una realidad como la de él. Muchas de ellas sin la suerte de contar con una familia unida y sin la posibilidad de tener acceso a terapias que ayuden a superar el dolor.

Por cada muerto, hasta 10 víctimas secundarias
Los homicidios constituyen en México un grave problema social que genera millones de víctimas secundarias. Es decir, los familiares, amigos y personas cercanas a un individuo asesinado con violencia. Diversos estudios internacionales calculan que por cada víctima por violencia, existen entre cuatro y 10 personas diferentes que también son asesinados psicológicamente.
La subdirectora del Centro de Evaluación e Investigación Psicológica, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Martha Catalina Pérez González, explicó que cada persona siente y experimenta la pérdida de una persona cercana de manera diferente, pero cuando la pérdida fue por causas violentas e intencionales, el duelo, grado de abatimiento y la duración de éstos es mayor, porque el sujeto no tenía considerada la pérdida.
“Las personas que pierden a familiares o amigos a causa de la violencia, pasan por un estado llamado duelo. El sujeto no tiene contemplado esa pérdida y se hace más trágico cuando las noticias y los medios de nota roja agravan los síntomas del duelo en las personas que tienen la pérdida”.
Las víctimas psicológicas de las muertes violentas representan una inmensa población que en muchas ocasiones sobrevive sin la atención psicológica necesaria para auxiliar en sus duelos y traumas.
Las principales manifestaciones cognitivas de estas víctimas son: irrealidad o extrañeza ante el mundo, preocupación, pensamientos depresivos recurrentes, abandono, soledad, añoranza, dificultad para concentrarse, confusión, ideas de culpa y cuestionamiento religioso, así como dificultad para dormir, hipersensibilidad, dolor de cabeza, palpitaciones y trastornos del apetito por la parte física. La terapia psicológica que necesita una persona que vivió de cerca la muerte violenta de algún conocido, dependerá de la sintomatología que presente.
“Los sentimientos de culpa por no haber hecho algo por su hijo o por su hermana es común en estas situaciones”, refirió la especialista.
De acuerdo a datos de las oficinas de Trabajo Social, de la Dirección de Seguridad Pública Municipal de Chihuahua, en Ciudad Juárez, una de las zonas de México que se ha registrado un alto número de muertes a causa del narcotráfico y la delincuencia organizada, es común que los menores que presencien la muerte violenta de sus padres son llevados por la Procuraduría de la Defensa del Menor. Cuando sucede, el 90 por ciento de los infantes son acogidos por familiares, pero el resto no son reclamados por nadie.
Existen las personas que de manera involuntaria se convierten en espectadores de una muerte violenta. Cuando sucede, aunque la experiencia es más lejana, es igual de impactante.
“Muchas personas se vuelven insensibles a lo que está pasando y llegan a ver como natural y cotidiano esta violencia, y esto nos lleva a no identificar de manera adecuada qué está pasando en realidad”, comentó Pérez González.
En el caso del suicidio, las personas perjudicadas de manera directa son alrededor de siete, comentó el doctor Roque Quintanilla Montoya, coordinador del programa Clínica del duelo, del CUCS. Las personas cercanas a una persona que se quitó la vida sufren un daño emocional, estigma, un duelo callado y aislado.
“Por otra parte, pensemos en el chofer que murió calcinado por los narcobloqueos el viernes 9 de marzo. En las personas cercanas hay un dolor y un duelo específico, un reconocimiento de qué lo mató, pero también pueden aparecer circunstancias distintas, como un rechazo social, sensación de injusticia y paranoia de volver a ser víctima de la violencia, aspectos que dificultan el proceso de duelo”, comentó el coordinador de investigación del Departamento de Psicología Aplicada.
Estos dos tipos de muertes (suicidio y de daño colateral) son igual de sorpresivas y violentas. “En ambos casos va a haber un shock importante, que será expresado por la incredulidad y la negación”.
Las víctimas secundarias de la violencia deben resolver su proceso de duelo en un periodo de seis o siete meses. Si no es así, la recomendación es que tome una terapia para que alivie el llanto constante, la pérdida de apetito y de sueño, y los otros trastornos que presente. De esta manera las condiciones de su calidad de vida mejorarán y aprenderá a sobrellevar la muerte del ser querido.

Apoyo mutuo
“Si eres familiar de una víctima de la violencia o tu mismo/a has sido víctima, únete, porque juntos logramos más”, es la invitación que lanza el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, que cumplió un año de creado el pasado 28 de marzo.
Cientos de familiares participan en este y otros movimientos, con la finalidad de hacerse más fuertes, encontrar ayuda psicológica y orientación jurídica.
“Lo importante es que estamos formando una red, dando voz a los familiares de las víctimas de violencia, de los desaparecidos”, comentó Ilse Salas, integrante del colectivo El grito más fuerte, conformado por personajes del medio cultural y artístico mexicano, quienes lanzaron la campaña “En los zapatos del otro”, con el fin de exigir justicia para las víctimas y sus familiares.

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