La investigación y las soluciones creativas

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Unas palabras dichas en 2005 por Manuel Calvo Hernando (periodista científico de 75 años de edad, con 50 años de experiencia en esta área), en el II Congreso Iberoamericano de Comunicación Universitaria y I Reunión Iberoamericana de Radios Universitarias, celebrados en Granada, España, llegan a esta página para enfatizar la importancia del tema: “… Si la ciencia y la tecnología tienen una influencia creciente y decisiva en nuestra vida cotidiana, y si los medios de comunicación deben reflejar e informar sobre esta vida cotidiana, la conclusión es clara: el periodismo científico está llamado a ser una de las estrellas informativas del milenio en el que acabamos de entrar, una de las especialidades informativas de nuestro tiempo más cargadas de contenido y… de emoción, porque comunican todos los descubrimientos que están cambiando las vidas y la estructura social de una parte de la humanidad. Gracias a los avances del conocimiento, muchos millones de personas viven en unos niveles de salud y bienestar que hace sólo un siglo, o menos aún, solamente podían ser alcanzados por los poderosos de la Tierra. Pero ni los conocimientos, ni la cultura, ni el bienestar, ni la riqueza, ni la información, están distribuidos equitativamente. La mitad de la población mundial vive todavía sometida a las antiguas y penosas servidumbres de la inseguridad, la pobreza y la ignorancia. Hacer partícipe a la mayoría de los descubrimientos”.
Hace siete años que se dio a conocer esta expresión clarificadora de conceptos y el periodismo continúa estancado en la vida cotidiana, sin avanzar más allá, y cito el ejemplo del medio ambiente, un escenario de urgente atención que casi abarca todos los demás escenarios o los más importantes, uno de los que requieren soluciones más urgentes, donde notoriamente podemos verificar cómo “los hábitos, los prejuicios y la falta de sensibilidad y de conocimiento han tenido un impacto fundamental para establecer las condiciones que son más o menos sabidas por buena parte de la población mundial: consumo excesivo de recursos naturales no renovables, contaminación suicida del agua, el suelo y el aire, destrucción de los hábitats de especies animales y vegetales que desaparecen a un ritmo imparable, el cambio climático global, etcétera”.
De todo ello hablan los medios masivos de comunicación. Pero lo hacen tan mal, que nos dejan la impresión de estar viviendo una situación lo suficientemente caótica como para asumir que ésta nos rebasa y nada podemos hacer por cambiarla. Es tanta la información –que no el conocimiento– y es tan abrumadora y repetitiva, que pierde todo significado para el ciudadano común.
Precisamente en el actual contexto es paradójico que los trabajadores de los medios –generalizando– muestren un desdén por la ciencia y la tecnología, que son usadas siempre y cuando contengan algún morbo que “venda” papel y tiempo, con autoridades que no están dispuestas a invertir en investigación científica y tampoco interesadas en desarrollar una cultura científica que en este momento, repito, en este momento, en que a casi todos los niveles y escalas están presentes la ciencia y la tecnología, se cae en la tentación de creer que no existen formas de organizar la economía de nuestras sociedades en función de su impacto ambiental.
Una solución a este malentendido puede encontrarse en un libro recién publicado por Tusquets Editores: La economía azul, cuya originalidad lo convierte en una lectura inaplazable. Su autor, el belga Gunter Pauli, no es ecólogo, ambientalista, ingeniero o biólogo, sino economista y empresario. La propuesta contenida en más de 300 páginas, esboza un modelo de negocio que cumple con el objetivo de producir beneficios económicos, pero desde una plataforma de principios éticos y científicos que no sólo son respetuosos con el medio ambiente, sino también creativos y originales.
Pauli lleva al lector a través de una serie de ideas tan asombrosas y posibles (¿cómo no se nos habían ocurrido antes?): sistemas de captura de vapor de agua de torres de refrigeración que simulan la técnica que tienen los escarabajos para vivir en las condiciones más agrestes y que reducen su consumo de agua considerablemente; sistemas de ganadería inspirados en los flujos de nutrientes de un ecosistema; el empleo de seda para regenerar el suelo; la construcción de viviendas a partir de resistentes estructuras inspiradas en el bambú o el control del tráfico de automóviles a partir del estudio del comportamiento de los enjambres de hormigas.
La urgencia de adoptar otros modelos de organización social está en el prólogo de La economía azul: “Muchos problemas de sostenibilidad a los que se enfrenta la humanidad ya los ha resuelto el mundo natural, de maneras ingeniosas, inesperadas y que incluso parecen ir en contra de la intuición. Si pudiéramos desentrañar la química y los procesos, estructuras y diseños que los organismos, desde las bacterias y los moluscos, hasta los reptiles y mamíferos, han desarrollado y probado de un modo fascinante a lo largo de milenios, quizá tendríamos soluciones nuevas y transformadoras a los numerosos desafíos que afronta un planeta con seis mil millones de personas, que serán más de nueve mil millones hacia el año 2050”. [

*Divulgadora científica de la Unidad de Vinculación y Difusión

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