La intimidad iluminada y el grito desaforado

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La próxima celebración de la Muestra Nacional de Teatro se acerca y fue anunciada con la noticia de los ganadores de la Medalla Xavier Villaurrutia, presea que reconoce a creadores cuya trayectoria y aportación al teatro mexicano sean notables. En la edición treinta y ocho, que se llevará a cabo en León, Guanajuato, serán homenajeados dos importantes representantes del quehacer escénico mexicano que no podían ser más diferentes. El tehuano Marco Pétriz y Tito Vasconcelos quien, curiosamente, también creció en Oaxaca.

La intimidad iluminada
Santo Domingo Tehuantepec es una comunidad que replica los colores del mango, el vástago y el coco que se producen y venden en plazas y mercados. De herencia combativa, los tehuanos poseen una dignidad altiva también perceptible en sus manifestaciones artísticas. Marco Pétriz es un hombre de teatro, que contrario a la tendencia no ha tenido que salir de su lugar natal para que sus trabajos sean conocidos y reconocidos en México y el extranjero. En las fiestas y celebraciones religiosas de Tehuantepec, Pétriz encontró, desde niño, vocación e inspiración escénica. Fundador del Grupo Teatral Tehuantepec, Pétriz ha conseguido crear desde la intimidad de su comunidad y de su colectivo  historias y montajes que poseen elementos de universalidad pocas veces vistos en el teatro regional.

Marco Pétriz es un nombre que ganó fama en los circuitos teatrales mexicanos desde hace varias décadas. Con obras como Ayer pasé por Tehuantepec, Curandero de Dios, En el cuarto del fondo, La familia, Los instantes de luz y Fin de fiesta, entre otras, este creador ha conseguido la atención de un público que lo sigue con fidelidad. A Tehuantepec siguen llegando, igual que romeros, público, creadores y críticos para conocer sus obras que pocas veces salen del entorno natural para el que fueron creadas y que, sin embargo, han probado su eficacia comunicativa y calidad estética tanto en la Ciudad de México como en Monterrey, Argentina y España. El teatro de Pétriz posee contundencia y mística. Ante un teatro que sigue volcado al aparato escénico deslumbrante o que se empantana en los “grandes temas” para atraer atención, Pétriz propone la honestidad de historias cercanas que terminan por ser entrañables.

El grito desaforado
Tito Vasconcelos este año celebra cincuenta años de trayectoria escénica. Camino que decidió recorrer en la Ciudad de México, a donde llegó muy joven y cuya vida nocturna lo atrapó. La zona rosa ha sido uno de los puntos de convergencia de los sectores más abiertos y liberales del siglo XX. Ahí se dieron cita intelectuales y artistas que generaron una especie de isla lúbrica y creativa que extendía su poder durante noches interminables, que en más de una ocasión concluían en las comisarías o en algún ministerio público. Tito Vasconcelos encontró en ese espacio de libertad y peligro el impulso que lo llevó al cabaret. Si bien su trayectoria como actor también ha tocado el cine y la televisión, es en el cabaret donde nace su personaje y su voz creativa. La libertad sexual, la lucha por los derechos de las minorías, la imposición dogmática y totalitaria de la Iglesia católica que permanece asociada con el poder gubernamental, son algunos de los asuntos que mueven el trabajo dramático de Tito. La Nave de las locas es la compañía que abraza y soporta las producciones de Tito, quien tiene muy claro que el poder del teatro no está limitado ni por los escenarios ni por la dramaturgia, sino por la vida misma en la que hay que demostrar una postura política.

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