La intimidad amorosa

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Hay una nostálgica grabación de 1942, realizada en Milán, que deja escuchar al gran tenor lírico italiano Tito Schipa cantando unos versos mexicanos, tapatíos: “Ven, mi corazón te llama /ay, desesperadamente. /Ven, mi vida te reclama. /Ven, que necesito verte. /Sé que volverás mañana / con la cruz de tu dolor / ay, qué forma de quererte / ven, que necesito verte”.

Esta canción llamada “Desesperadamente”, del compositor jalisciense Gabriel Ruiz Galindo (1908-1999), conocido como “El melodista de América” —que como tantas otras de sus obras trascendió fronteras—, fue escuchada una vez más, a dieciséis años de su muerte, en un homenaje-concierto realizado la semana pasada en el Paraninfo de la UdeG, por parte de alumnos y ex alumnos del Departamento de Música de esta universidad que en su momento han sido beneficiados por las becas para sostenimiento de los estudios musicales creadas como disposición testamentaria de Ruiz Galindo.

Enriqueta Morales de la Mora, encargada de los becarios en la Universidad mediante la Fundación Gabriel Ruiz, dijo en entrevista que originalmente estos apoyos sólo se daban en el DF, pero luego de un encuentro que tuvo con el albacea del fallecido compositor, se llegó al acuerdo de que también se otorgaran en Guadalajara a partir de 2011, lo que ha permitido que estudiantes con poca solvencia económica continúen y terminen sus estudios musicales, a los que se les exige rigor académico y por lo cual han podido desarrollarse destacadamente en el ámbito profesional, señaló Morales de la Mora.

En cuanto al legado musical de Ruiz Galindo, Enriqueta Morales —quien años atrás dirigió la institución musical universitaria— recordó que éste es el de “la belleza de sus melodías”, y la permanencia de ellas, porque “su música se sigue tocando o cantando” por intérpretes muy reconocidos a nivel internacional, y advierte así, que “esto es algo que debemos saber los jaliscienses, porque desconocemos nuestra música”.

A quienes más se tiene presentes como grandes músicos es a personajes como Blas Galindo o Pablo Moncayo, que pertenecen al ámbito de la música llamada culta o formal, pero se ha dejado de lado lo popular, aún cuando se cuenta con exponentes de la talla de Consuelo Velázquez, Gonzalo Curiel o el propio Ruiz Galindo, entre muchos otros, y que son “una vena de música para todo el país y para el mundo, y Guadalajara no se ha preocupado por dar difusión a toda la riqueza musical que ha dado”.

En el mismo sentido, Morales de la Mora admite que aunque la vocación del Departamento de Música de la UdeG es clásica, y a pesar de algunos esfuerzos de profesores interesados en la música popular, es necesario que se atienda más a estas manifestaciones artísticas en la educación universitaria, que sobre todo han quedado fuera del aspecto interpretativo.

Gabriel Ruiz Galindo, quien originalmente estudió un par de años en la antigua facultad de Medicina de la UdeG antes de irse al Conservatorio Nacional de Música, no escribía letra y música de sus piezas, a diferencia de otros compositores, sino que trabaja de la mano con letristas o poetas que enriquecieran el conjunto de sus obras. Así, algunas de ellas las hizo con Ricardo López Méndez, Gabriel Luna de la Fuente, José Antonio Zorrilla, Rodolfo “Chamaco” Sandoval, Elías Nandino y Xavier Villaurrutia.

Más allá de los años y los intérpretes, las composiciones de Gabriel Ruiz Galindo —que son esencialmente boleros— han seguido vigentes gracias a que el escucha logra interiorizar con ellas su propia realidad sentimental. Así lo dice Enriqueta Morales en su libro El bolero en Guadalajara (2007): “Incorpora a su vida cotidiana la identificación, sobre todo con el texto, de su propia sensibilidad y de sus experiencias personales; en él cada persona se ve retratada en su intimidad amorosa”.

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