La historia y sus ignorantes

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La obra impresa del investigador Arturo Meza Gutiérrez es vasta y sustancial. Aparte del Calendario mexicano que desde 1984 edita sin interrupción cada año, se enlistan docena y media de títulos diferentes. Entre las referencias más citadas a su autoría se encuentran el primordial Cauhpohualli, un estudio pormenorizado del calendario y tiempo náhuatl; el definitivo Al otro lado de las sombras. Otra cara de los mitos en la historia; el reflexivo Tezcatlipoca, nuestro ser interno, que aclara el sentido del panteón azteca; el clásico Tlapohualiztli, fundamentos de matemáticas, y el renombrado Mosaico de turquesas, referencia indispensable.
A finales del año pasado estuvo en la FIL para ofrecer su nuevo texto: Mosaico de jade con reflejos de obsidiana, cuya presentación corrió a cargo de Alejandro Mendo, conocedor de su obra. Como señaló el autor: “Este libro es la continuación de Mosaico de turquesas, ya que aclaro conceptos que a lo mejor no hice, profundizo más en ellos e incorporo más conocimiento de nuestro pasado autóctono”.
Como sucede casi siempre con los autores independientes que no suelen ceñirse a las obras y discursos oficiales de la historia del pasado prehispánico de nuestro país, en el salón de la Casa de la Cultura sólo estuvo presente una minoría de sus seguidores. Y es que como dijo Alejandro Mendo durante la presentación: “Meza Gutiérrez no forma parte de la camarilla de autores oficialistas, cuando no oficiosos”.
Y siguiendo con las ideas de Alejandro Mendo, sin duda que Meza Gutiérrez es el más avanzado de los investigadores mesoamericanos de hoy en cuanto a la comprensión cercana —proxémica diría el filósofo francés Maffesoli— de ese universo todavía oculto de olmecas, zapotecas, huastecos y chichimecas. Porque en sus escritos, Meza Gutiérrez adopta, no por pose académica sino por sentido común, justamente los más vanguardistas paradigmas de la investigación antropológica de nuestros tiempos: la interpretación sensible de las fuentes y sus datos. De esta manera es como va construyendo un corpus de hallazgos constatados mediante triangulación con informantes calificados. Una cita textual procedente de un escrito virreinal temprano es sometida a verificación directamente con las comunidades rurales herederas del legado cultural prehispánico, apoyado en el idioma que heredó de su madre: el náhuatl. “Esta metodología comprometida con el oprimido, obligada con el ignorado, arriesgada con el rechazado es precisamente lo que diferencia la obra de Meza Gutiérrez respecto de otros contemporáneos suyos como Jacques Soustelle, Walter Krickeberg o Matos Moctezuma quienes, dicho sea con todo respeto, no cuestionan a fondo la validez de sus fuentes sino las toman de manera literal y acrítica concediéndoles certeza científica por su mera procedencia historiográfica”, añadió Alejandro Mendo.
Es por eso que la primera advertencia que Meza Gutiérrez hace a sus lectores es no fiarse a ciegas de las fuentes escritas por cronistas en el siglo XVI. Perspicazmente nos indica que el propio Bernal Díaz del Castillo en el mismo nombre de su multicitada Historia (“verdadera”) de la conquista de la Nueva España evidencia la necesidad de esclarecer una versión válida entre muchas falsas. Pormenores tan sutiles como éste hacen la diferencia respecto de autores imitadores que únicamente copian y pegan.
Por ejemplo, libros como los publicados por Yólotl González Torres en torno al polémico asunto del sacrificio humano entre los aztecas, que no sólo no contribuyen a esclarecer un tema tan controvertido por la arqueología, sino que difunden masivamente aquellas visiones deformadas por la mentalidad colonialista que tanto daño han hecho a nuestra población, fueron estudiadas a profundidad por el autor.
“Junto con un grupo de compañeros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia hicimos una exhaustiva revisión de los textos que mencionan los sacrificios humanos. Atestiguamos que en ninguna de las fuentes que consultamos hay ningún testigo presencial, todas las referencias son de ‘oídas’. Estas explicaciones comprueban que nuestra historia está hecha por gente ignorante”.
En las páginas de Mosaico de jade con reflejos de obsidiana, Meza Gutierrez también aclara puntualmente dos conceptos claves en la filosofía nahua: Quetzacóatl y Tezcatlipoca. De Quetzalcóatl señala que es un concepto global que representa todos los elementos que producen vida, de ahí que en las explicaciones más superficiales y socorridas se le conozca como deidad creadora en cuanto que concentra las diversas funciones de la naturaleza.
Igualmente hace Meza Gutiérrez respecto de Tezcatlipoca, quizá el vocablo más inexactamente traducido por los expertos institucionales. Afirma que Tezcatlipoca es una compleja noción explicativa de múltiples niveles contextuales que transversalmente van de la dimensión cosmogónica macrocósmica hasta el plano cotidiano de la conducta social y las facultades psíquicas de la mente humana.
Pero el abordaje que hace el Maestro Meza de estos dos principios rectores del saber anahuaca no se limita a establecer las identidades verdaderas de Quetzacoatl y Tezcatlipoca. Su ejercicio se extiende a sondear el cúmulo de referencias que conforman el mundo conceptual de los antiguos nahuas con lo que repasa las informaciones disponibles sobre Ometeotl, Moyocoyani, Cipactonal, Xipe Totec, Mixcoatl, Tonacacihuatl, Xochiquetzalli, Oxomohco, Macuilxochitl, Centeotl, Xochipilli, Camaztli, Titlacahuan, Xilonen, Teopiltzintli, Chicomexochitl, Xolotl, Huitzilopoztli y un largo, largísimo listado de nombres.
Como señala Alejandro Mendo: “Mosaico de jade.. podría decirse es un auténtico tratado tipo vademécum que compendia en un solo tomo la más significativa producción del Maestro Meza hasta el momento”.

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