La historia de la ciencia como pasión

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Con José Manuel Sánchez Ron –científico madrileño nacido en 1949, catedrático de historia de la ciencia, en el Departamento de Física Teórica de la Universidad Autónoma de Madrid, miembro de la Real Academia Española, imparable editor, talentoso autor–, tenemos muchas deudas los lectores hispanoamericanos.
Por ejemplo, a Sánchez Ron debemos el desarrollo de la colección de libros de ciencia Drakontos, que publica Editorial Crítica. Es decir, le debemos la afortunada oportunidad de leer traducciones de verdaderos clásicos de la ciencia y la tecnología contemporáneas, como: Stephen W. Hawking, Richard P. Feynman, Stephen Jay Gould, Ian Stewart o Roger Penrose.
Él mismo ha sido el partero de una colección de libros de historia de la ciencia rabiosamente original, Clásicos de la ciencia y la tecnología, inaugurada con un volumen de su autoría, El canon científico, que guía al emocionado lector por los senderos de buena parte de la historia de la ciencia, a partir del epígrafe extraído de las páginas del químico y novelista italiano Primo Levi: “¿Cuánto le deben nuestras raíces a los libros que hemos leído?”.

“La nueva Ilustración”
La labor de José Manuel Sánchez Ron no se restringe a la edición de los textos ajenos, desde luego. Se le reconoce como uno de los autores de historia de la ciencia más relevantes en el ámbito mundial, prolífico autor de verdaderos clásicos: El poder de la ciencia, Marie Curie y su tiempo, El jardín de Newton. La ciencia a través de su historia o El siglo de la ciencia, además de un par de populares libros dedicados al público infantil y juvenil: ¡Viva la ciencia! y ¡Quiero volar!, en complicidad con el célebre dibujante Antonio Mingote.
En el discurso que preparó en 2003 para su ingreso a la Real Academia Española, recordó la herencia que nos dejó esa época llamada Ilustración, cuando “animados por la gran confianza que comenzaron a depositar en la capacidad –científica y tecnológica– humana de comprender y utilizar la naturaleza, los ilustrados creyeron que era posible construir una sociedad más racional, justa y cómoda, apoyados en una unión entre razón y naturaleza, entre ciencia, tecnología y sociedad”.
Contagiado de ese mismo espíritu, Sánchez Ron escribió La nueva Ilustración: ciencia, tecnología y humanidades en un mundo interdisciplinar, obra con la que ganó este año el Premio internacional Jovellanos de Ensayo, en donde reivindica esas “tendencias de reunificación, hibridación, interdisciplinaridad. La ciencia de este siglo XXI, y más aún la de los que le sigan, será ciencia interdisciplinar, mestiza”.

Educar y conmover, para comprender
Razones sobran para que José Manuel Sánchez Ron sea el invitado de honor del IV Coloquio Internacional de Cultura Científica, que tendrá lugar el jueves 1 y viernes 2 de diciembre de este año, en el salón Enrique González Martínez, de la Feria Internacional del Libro, en Expo Guadalajara.
El coloquio busca combatir el hecho de que la ciencia –esa manera de explorar la naturaleza y de interpretar el universo– no forme parte de aquello que tradicionalmente concebimos como cultura (aquello que el filósofo español Jesús Mosterín acota como “la información transmitida por aprendizaje social”), ofreciendo un espacio de diálogo entre investigadores y divulgadores científicos con el resto de la población, para evidenciar la relevancia del libro y la lectura como elemento clave para la construcción de las relaciones ciencia-sociedad.
También para reivindicar la popularización de la ciencia como una necesidad primordial para la maduración de una sociedad moderna, compuesta por ciudadanos críticos, participativos e informados.
“No son muchos los científicos capaces de educar y conmover”, se lamenta José Manuel Sánchez Ron. Él mismo es uno de los escasos personajes que deslizan la idea exacta o la anécdota precisa para dejar una huella imborrable en nuestra memoria.
Los lectores iberoamericanos tenemos una deuda con Sánchez Ron, que esperamos saldar este año en Guadalajara, acompañándolo en su “convicción racional –y compasiva al mismo tiempo– de que adentrarse desde la cultura propia en otras no puede acarrear sino beneficios; cuando menos el beneficio de la comprensión”.

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