La gota venenosa

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Son innumerables los riesgos a la salud por estar en contacto con el mercurio, metal pesado presente en el medio ambiente y en objetos con los que convivimos a diario. Efectos adversos renales y hepáticos, a la piel y al sistema nervioso, pérdida de concentración y dificultad para el aprendizaje, daño pulmonar, al sistema digestivo e inmunológico, lesiones en el páncreas y tiroides e incluso infarto al miocardio, podrían ser padecimientos provocados por la cercanía con este elemento químico tan versátil como el agua, que tiene la capacidad de asumir el estado sólido o líquido y que pasa a estado gaseoso con una temperatura de aproximadamente 30 grados, es decir, que puede evaporarse en un clima cálido como el de Guadalajara.

Su principal uso es en las minerías, para separar el oro y la plata, pero también se encuentra en las emisiones volcánicas y se libera de la quema de pastizales al arder la celulosa. En cuanto a la tecnología, su uso va desde lámparas fluorecentes, ciertos tipos de focos, apagadores y en equipo médico, como baumanómetros (medidores de la presión arterial), dilatadores esofágicos y en termómetros de vidrio para tomar la temperatura corporal. El gramo del líquido plateado que contienen estos termómetros convencionales, no digitales, es riesgoso a la salud si no lo manejan de forma adecuada en un hospital de cualquier nivel y especialidad, público o privado. De no hacerlo con precaución, constituye la segunda fuente de contaminación en los nosocomios.

En los hospitales mexicanos continúa vigente la tecnología médica mercuriada, a la que a diario están expuestos médicos, pacientes, enfermeras y trabajadores de la salud “en ocasiones sin saberlo“, señalan recientes investigaciones en el ámbito internacional, realizadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El investigador del Departamento de Salud Pública, del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), Felipe de Jesús Lozano Kasten, experto en investigaciones sobre metilmercurio, comentó que “el mercurio nunca se elimina. La única manera de sacarlo del medio ambiente es cuando lo absorbemos nosotros”.

De ahí que una persona es capaz de inhalar el metal o éste puede entrar a su organismo a través de la piel. Su resistencia queda comprobada al saber que una vez liberado en la atmósfera, puede permanecer en ésta un año. La maestra Aída Teresa Segovia, coordinadora de la licenciatura en gestión y economía ambiental, del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), elaboró una tesis entre el 2010 y 2011 que explora y advierte los riesgos a la salud a causa de este metal, pero principalmente informa sobre lo fácil y económico que es reemplazar los termómetros de mercurio en los hospitales.

Es tan sencillo que decenas de países en desarrollo e industrializados, trabajan desde 2002, en la sustitución de termómetros con mercurio. También, el mayor productor de termómetros en el mundo, China, fabricante anual de 150 millones de estas piezas, ya evolucionó a la tecnología digital y en noviembre de 2011, los industriales chinos firmaron un acuerdo en el que renuncian a seguir produciendo el aparato con mercurio. La académica considera que las unidades de salud en México no utilizan las nuevas tecnologías para tomar la temperatura corporal, porque desconocen los daños que causa el mercurio.

“De acuerdo al estado en el que se encuentra el mercurio cuando entra en contacto con los seres humanos, produce cierto daño. Si lo derramas en el agua, los microorganismos lo metilizan y aceleran su capacidad de asociarse con moléculas grasas. En el agua viven los peces y de ahí se alimentan y el mercurio se incorpora a los tejidos grasos del pez en forma de metilmercurio.

Estudios han probado que el metilmercurio ingerido por la madre a través de pescados contaminados más allá de 0.78 microgramos por centímetro cúbico en la carne, es capaz de traspasar la placenta y el niño puede tener un daño cerebral ligero o severo”, comentó la académica.

Salud sin daño

Estudios realizados por organizaciones internacionales como Salud sin Daño, interesadas en incentivar la no utilización de mercurio en la tecnología hospitalaria, reportan que a la semana se rompen 25 termómetros por cada 200 camas. Retomando este dato, en los nosocomios que se encuentran alrededor del Centro Médico de Occidente, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Hospital Civil Doctor Juan I. Menchaca, el Antiguo Hospital Civil Fray Antonio Alcalde, y varias clínicas privadas, se tienen contabilizadas más de mil camas hospitalarias. Por lo que, en teoría se romperían 125 termómetros a la semana. Cabe señalar, que mencionar los nombres de estos nosocomios no significa que no estén conscientes de la situación, aclararon los investigadores.

“Hay muchas maneras de perder o romper un termómetro de vidrio. La enfermera o los pacientes, por un descuido natural y la carga de trabajo, no tienen tiempo de recoger un gramo de mercurio que contiene un termómetro. Tampoco el personal de limpieza (reducido y lleno de actividades), lo hace adecuadamente. Con una escoba intenta recogerlo, pero lo único que logra es partirlo en más unidades, que pasan inadvertidas para la vista y se evaporan más rápido. En caso de lograr recogerlas, va directo a la alcantarilla”, refirió Segovia, quien durante su investigación encontró que muchas enfermeras entrevistadas dijeron desconocer los daños que ocasiona el metal.

Agregó que “tener encerrados en un hospital al menos ocho horas diarias a médicos, enfermeras, paramédicos y personal administrativo, los pone en riesgo, porque respiran un aire que los está dañando en los riñones. Sale más barato cambiar la termometría, que ya tiene un sustituto y proteger a tu capital humano”. De acuerdo a la investigación, un hospital ahorraría más de 50 mil pesos al año con el cambio de termómetros.

La intención de los investigadores de la UdeG es informar y concientizar sobre lo importante y urgente que es sacar el mercurio de los hospitales y reemplazarlos por tecnología más avanzada y menos costosa, lo cual ya sucede en el Distrito Federal, ciudad donde los institutos nacionales (el primero fue el Instituto Nacional de Pediatría) ya implementan un proyecto para dicha sustitución por termómetros digitales o infrarrojos, parecidos a los empleados en los aeropuertos. Los académicos consideran que “todos los hospitales están igual y son un riesgo a la salud. No se trata de señalar a uno solo”, dijo Lozano Kasten.

Los termómetros que cuentan con las condiciones para reemplazar los de mercurio pueden ser de pilas, recargables o con diversas bondades, ya que no representan riesgo ni para el medio ambiente y menos para la población. Su eficacia está comprobada y si son bien empleados no tienen un amplio rango de error. “No se puede hablar de salud sin daño, cuando un hospital de cualquier nivel, trabaja con termómetros de mercurio y baumanómetros que van envejeciendo.

La tecnología infrarroja es muy eficaz para tomar la temperatura a los pacientes, sin que la enfermera requiera un termómetro con mercurio”, explicó la especialista. Lozano Kasten resaltó lo prudente que es “saber que el mercurio y el metilmercurio producen daños y que debemos controlar esto. Estamos exponiéndonos a las tecnologías y hacemos poco por conocer sus efectos. Estamos hablando de falta de conocimiento, porque hay capacidad para que todos eliminen esa tecnología y empiecen a usar tecnología que no dañe al ser humano ni al medio ambiente. El mercurio debe tratarse desde un modelo de desarrollo humano”.

Para la maestra Aída Segovia, falta conocimiento y “un nuevo concepto de liderazgo, que incorpore el interés social. Además, es importante usar el conocimiento que está produciendo la Universidad de Guadalajara”.

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