La ficción de lo siniestro

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Dina Grijalva Monteverde, en su libro Literatura y violencia. Lo real pavoroso en cuentos de Julio Cortázar y Luisa Valenzuela, dice que: “Durante los años aciagos de las dictaduras del cono sur en nuestra América, la pregunta que plantea la duda ante la posibilidad de escribir sobre un horror que estremece y ante el cual pareciera no haber palabras, recibió una respuesta, con la inclusión en parte de la narrativa escrita en esos años del tema del terror impuesto por los gobiernos militares”.

Este libro editado por la Universidad de Guadalajara y que corresponde a una investigación hecha en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, realiza un acercamiento a cinco cuentos de Julio Cortázar y cinco de Luisa Valenzuela, escritos en los años de la última dictadura argentina. El análisis que hace Grijalva Monteverde, pretende mostrar “cómo estos dos narradores introducen el miedo, el dolor y lo siniestro de la violencia en sus textos”.

Para dar un preámbulo al lector, la autora recuerda que desde 1976 y hasta 1983 se instaura en la Argentina “una de las más crueles y represivas dictaduras militares de que se tenga memoria”. Pero a pesar de ello, o gracias a ello, “a la represión y al discurso autoritario —sustentado en el presupuesto de una verdad indiscutible e inapelable impuesta a todos— los escritores argentinos opusieron el discurso del arte y la literatura con toda su gama de figuraciones múltiples y de riqueza simbólica que nos permiten disfrutar de la lectura de textos plurales”.

El contar los hechos siniestros de tal época de manera que pudieran conmover estéticamente al lector, no era fácil, por lo que los escritores tuvieron que desarrollar “una serie de estrategias narrativas que buscan a la vez eludir la censura, expresarse, denunciar y crear una obra literaria que intenta entender y combatir el horror”.

Tales textos, pertenecientes a la conocida como “Guerra Sucia”, de acuerdo a Grijalva Monteverde forman parte del discurso literario latinoamericano llamado por el escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum “lo real pavoroso de América Latina”, y esto en clara referencia y antónimo a la definición que hiciera el escritor cubano Alejo Carpentier cuando habla de “lo real maravilloso” como una tendencia literaria propia de los países latinoamericanos.

Al plantearse el cuestionamiento de cómo se narra sobre sucesos que parecen ser de un mundo ajeno al humano, y si es viable comunicar el horror, el miedo, el dolor, “los escritores argentinos respondieron con una praxis escritural múltiple y diversa. Gran parte de los autores intuyen y asumen que no es posible representar el dolor y la violencia a través de la mimesis”.

La gama de escritores que va más allá de la informe realidad es amplia; una suerte de salto acrobático, del que —parafrasea la autora— decía Cortázar que “permite proyectar el hecho hacia el ámbito de otra realidad donde adquiere una nueva, iluminadora dimensión; donde la obra literaria espejea verdaderamente en su entorno, lo atestigua y esclarece. La amplia y diversa narrativa escrita durante la Guerra Sucia, nos permite confirmar una vez más que el arte ilumina la realidad mejor que otros discursos”.

Así, Grijalva Monteverde revisa y disecciona en su libro los cuentos de los autores dichos, y con ello muestra “las narrativas empleadas para abordar el horror”. Presenta aquí “cómo la violencia atraviesa, con diversas variantes escriturales, un discurso ficcional en íntima relación con el referente histórico. Me interesa desentrañar, descubrir de qué modo la ficción figura lo siniestro”.

Y para vislumbrar cómo a partir de ello se crea literatura, son mejores las palabras de Luisa Valenzuela, que la misma Grijalva trae a la memoria, ya que alguna vez dijo que estos textos son “universos donde brilla el arte, o el amor, rozados por el más desquiciante de los horrores: el terrorismo de Estado”.

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