La fantasía derrotada

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Quién sabe si Guillermo Sheridan se sentirá como aburrido y valemadre primate de zoológico, al que le da lo mismo que unos desquehacerados –“dirían las abuelitas”– espectadores le arrojen comida, para ver si el maldito animal hace algún gesto o al menos para constatar que está vivo. Y todo porque en la FIL de Guadalajara, este año fue seleccionado para recibir el Premio nacional de periodismo cultural Fernando Benítez. Días después de ser enterado de ello, Sheridan dijo que quizá sea en castigo por haberse burlado alguna vez de la adicción que hay en México a los homenajes, y que no le ha quedado otra más que aceptar el reconocimiento como a quien le arrojan una naranja y la tiene que recibir con la mismísima humildad y alegría que lo habría hecho Octavio Paz, de acuerdo a una anécdota que cuenta Sheridan, por aquello de que el maestro se vio en tan gran predicamento de sentirse o no merecedor de un homenaje. Así que el humilde Guillermo no tiene otra opción que recoger la fruta de su trabajo.
Guillermo Sheridan, quien como él mismo se presenta en su blog El minutario, es académico y especialista en poesía mexicana moderna, y que en tal faceta ha escrito libros como Un corazón adicto: la vida de Ramón López Velarde, Tres ensayos sobre Gilberto Owen o Los Contemporáneos ayer, ha ganado su reconocimiento fuera del espacio de los ámbitos universitarios o del mundillo de los iniciados en las artes literarias, más que nada gracias a sus crónicas y editoriales sobre la vida política, social y cultural del país; textos que ha dicho no escribe con el mismo rigor de sus obras “serias”, sino “con la mano izquierda y con un ojo cerrado”, hechas a base de sarcasmo y de una crítica que suena tan absurda como la no pocas veces ridícula complejidad de la vida mexicana; con el humor de quien no dejaría de burlarse de fantoches con aires de personajes públicos, o de las cotidianas e incongruentes acciones de los pobladores de estas tierras que se pierden en la colectividad y el anonimato, en una especie de Fuente Ovejuna interminable y alrevesada, en donde nadie se quiere hacer responsable de sus pendejadas, por lo que ni el propio Sheridan se la perdona: “No veo ninguna razón para excluirme de mi forma de mirar las cosas. Me río de mí mismo porque no tengo dispensa de estupidez”.
Con ese caldo de cultivo que es la realidad nacional, de la que Sheridan cree haber tomado conciencia de su pecado original al ver la versión fílmica mexicana del génesis bíblico, en la que para desgracia de todos, el primer hombre es el sangrón de Jorge Rivero; es que este escritor ha dado rienda suelta a su análisis y razonamiento, por no decir que a su encabronamiento, claro, en alusión al vocablo siciliano incaprettato, del que da cuenta Sheridan al decir que su origen viene de una forma de tortura en la que un sujeto es amarrado del cuello y piernas para que termine por ahorcarse a sí mismo, y que se inspira en una técnica inmovilizadora para las cabras. A presunción de Sheridan en México tendríamos demasiadas razones para usar la palabra, entiendo que por aquello de que nos encontramos como animales atados por el pescuezo y las patas, ya sea por las benditas autoridades o por nuestras propias arraigadas y “acomplejadas” ideas, de las cuales bien lo recuerda Guillermo Sheridan, ya había dado aviso Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México.
En fin, que Sheridan ha construido su periodismo cultural sobre asuntos graves y otros apreciablemente ingrávidos, a través de una risa nerviosa y humor involuntario, como él dice. Un humor por el que desearía no ser homenajeado, sino por sus “sesudos” libros. Quizá huelga decir que René Avilés Fabila le dedicó un sencillo homenaje en un artículo por haberse burlado de uno de sus libros, y en el cual lo hace aparecer como un “insufrible mamón que pretende ser culto y original y sólo consigue empantanarse más”.
Sea como sea, el periodismo cultural fue creado, dice Julio Aguilar (Letras Libres, julio 2009), por gente que sabía de libros, pero que se ha marginado a una presencia testimonial, por el actual bajo nivel de los periodistas culturales, los editores sin rigor, y el abuso de convertir las columnas en escaparates de relaciones públicas. Tal vez por ello Sheridan advierte que se siente incómodo con la etiqueta de periodista cultural; que las secciones dedicadas a ello le parecen superficiales y sin escritura, y una pasarela de plagiarios. Y no deja de lamentarse de la burocratización cultural, diciendo que no hay dependencia gubernamental o universitaria que no tenga una oficina para estos propósitos de difusión, que necesitan a la prensa para que les generen “réditos” a sus funcionarios.
Así debe ser difícil atrapar una fruta que lleve el sello de Benítez, aunque el propio Sheridan reconozca que su “fantasía de ser escritor marginal fue derrotada”.

Homenaje y Premio nacional de periodismo cultural Fernando Benítez
Domingo 4 de diciembre, 17:30 horas
Auditorio Juan Rulfo, planta baja, Expo Guadalajara

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