La discriminación por no saber leer o escribir

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No saber leer y escribir, o no poder comprobar algún grado de estudios, son factores para que un sector de la población sea víctima de discriminación y quede relegado de las mínimas oportunidades laborales en México, aunque esta vulnerabilidad no es reconocida por las secretarías de educación o del trabajo ni por ninguna otra dependencia gubernamental.

“Sí hay una discriminación, pero no es clara ni abierta, es una discriminación encubierta en un discurso de sí quererlos ayudar, pero finalmente no hay procedimiento claro para hacerlo, porque si todos tenemos derecho al trabajo, las personas que no saben leer ni escribir no tienen la posibilidad de insertarse laboralmente mediante las instituciones públicas o de gobierno en cualquiera de sus niveles”, afirmó José Benjamín Chapa García, investigador del Departamento de Estudios Socio Urbanos , del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).

“Se les invisibiliza, no se consideran en los programas de fomento al trabajo. En ninguna normatividad dice que no se les va a atender, pero tampoco hay una estrategia para hacerlo y empiezan por desaparecer, incluso en los formatos del Servicio Nacional de Empleo ya no hay esa definición para las personas que no saben leer ni escribir, los catalogan como sin instrucción, pero ese término no queda claro”, dijo Rosa María Pineda Trujillo, investigadora del Departamento de Estudios Socio Urbanos.

En México el porcentaje de personas analfabetas de 15 o más años bajó de 25.8 por ciento en 1970 a 5.5 por ciento en 2015, lo que equivale a 4 millones 749 mil 057 personas, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El sector con más analfabetismo son las mujeres, pues seis de cada cien no saben leer ni escribir, contra cuatro de cada cien hombres que están en esta condición.

A finales de 2018 Otto Granados Roldán, entonces secretario de Educación Pública, aseguró que el país había llegado a una tasa de analfabetismo de cuatro por ciento, el mínimo requerido para los estándares internacionales.

Los académicos realizaron un estudio en el que entrevistaron a personal de la Oficina del Servicio Nacional de Empleo, en el centro de Guadalajara, con la intención de conocer qué programas y estrategias son ofertadas a las personas analfabetas, así como los mecanismos que se llevan a cabo para que éstas puedan encontrar un empleo.

Pineda Trujillo afirmó que de acuerdo con este estudio muchas personas llegan a buscar empleo sin mostrar un certificado de estudios, porque no concluyeron la primaria, porque se les perdió o porque nunca lo tramitaron, de esta manera no tienen posibilidad de acreditar una instrucción básica y por ello son catalogados como que no han ido a la escuela nunca, aunque tengan ciertos conocimientos o tengan habilidades para desempeñar puestos de baja calificación.

“Y ahí quedan tanto quienes no saben leer y escribir como los que no tienen certificado y, aunque afirman que hay apoyo para ellas, no las consideran como personas vulnerables. Los trabajos que más baja escolaridad piden requieren que las personas sepan leer y escribir, incluso los que solicitan empleados para limpieza requieren de estas capacidades, por ello les cuesta mucho conseguir un empleo”, dice la académica.

Ante ello, muchas personas han buscado adaptarse a estas circunstancias y encuentran maneras para que no se note que no saben leer o escribir, como aprender a trazar su nombre y su firma, algunas palabras clave, los números, cantidades específicas o a hacer sumas básicas, explicó Chapa García.

“Muchas personas no saben escribir un recado, pero sí saben qué ruta de camión los lleva a su casa, cuánto se debe pagar del recibo de luz, aunque oficialmente sean analfabetas. No son personas ignorantes, saben hacer una gran cantidad de cosas y tienen habilidades, simplemente no están credencializados”, señaló.

Los especialistas lamentaron que las instituciones gubernamentales no generen estrategias para incluir a este grupo de población en el mundo laboral y que en la mayoría de los casos las alternativas para allegarse de recursos económicos sean la informalidad o el autoempleo, en las que no tienen las prestaciones mínimas para ellos o sus familias.

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