La dimensión desconocida de Nona Fernández

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En 1973 la hoy escritora, actriz, dramaturga y guionista chilena Nona Fernández tenía apenas dos años de edad. En ese año el golpe de Estado (que acabó con la vida del presidente Salvador Allende), marcó a todos los chilenos, pero de forma muy especial a la generación de Nona, quien recupera parte de su desdibujada memoria en su novela La dimensión desconocida, obra ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz 2017 que entrega la Feria Internacional del Libro.

Patricia Paola Fernández Silanés tomó el nombre con el que le llamaban de niña para firmar los textos que desde edad muy temprana comenzó a escribir. Nona se reconoce como una “guacha”, es decir, como una huérfana. Para quienes nacieron en Chile durante la dictadura, la vida era extraña. Aún con la presencia de un padre y una madre, el contexto social de tensión creado por la persecución, las desapariciones forzadas, la tortura y el crimen, colocó a los adultos en un lugar distinto a la realidad que los niños sorteaban. Mientras los mayores sobrevivían a los múltiples peligros de la dictadura, los pequeños imaginaban todo lo que el silencio de los adultos ocultaba. Ese es el germen de “la dimensión desconocida” la necesidad de armar con los recuerdos, aquello que sigue estando tan presente en la sociedad chilena.

Un hombre común —tan común como el que la pensadora alemana Hannah Arendt nos reveló en su estudio sobre Adolf Eichmann—, es el que en principio decide seguir la narración de La dimensión desconocida. Arendt nos enseñó que la maldad puede ser tan banal que aparece en seres simples, sin mayores ambiciones ni comportamientos sociales particulares. En la novela de Fernández el mal es semejante, se manifiesta en sujetos llanos, sin una personalidad o carácter llamativo. Con una estructura que va del diario a la crónica periodística e incluso al documental, el narrador del relato de Nona nos lleva a los diversos contextos de aquello que aparece y desaparece en los recuerdos de su generación, a través de documentos, testimonios, grabaciones, entrevistas e imágenes de archivo que se irán tejiendo a lo largo de la novela.

Formada como actriz, Nona siempre ha estado más cerca del teatro que de las estructuras literarias que confinan a la palabra a la plataforma del libro. Sus lecturas iniciáticas fueron dramaturgos chilenos como Egon Wolf, Juan Radrigán e Isidora Aguirre, interés que complementó acercándose a la obra de Brecht, Chejov, Artaud, Peter Hadke y Heiner Müller, además de La Poética de Aristóteles, a la que considera fundamental.

Fernández sabe que la palabra vive de formas muy diversas. La capacidad de entenderla desde la dramaturgia y el guión ha dotado a la autora de habilidades que le permiten diversificar tanto las estructuras narrativas como la posibilidad de cargarlas simbólicamente. Como actriz y directora escénica ha conseguido el reconocimiento con obras propias y ajenas. Su recorrido por la palabra le ha llevado a escribir dramaturgia, cuento, novela y guiones para series televisivas.

En La dimensión desconocida Fernández vuelve a encontrar piezas faltantes de la memoria de su generación, motivación que, ha afirmado, es la que impulsa su pluma.

¿Cómo entender que los torturadores terminaban su jornada para regresar a casa y leer cuentos a sus hijos?, ¿qué Chile era aquél que permitió la desaparición y la impunidad mientras los criminales de estado cantaban arrullos a sus niños?

Nona tiene muchas preguntas que trata de responder construyendo personajes dentro de una dimensión que espera deje de ser desconocida.

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