La diabetes una enfermedad cara

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Yo no acostumbraba caminar ni hacer ejercicio, comía comida chatarra y cosas que no sabía que me hacían daño. Ahora cambió mi forma de alimentación, pero sobre todo, me preocupo por algunas cosas que antes no pasaban por mi mente. Pienso en la muerte y me da miedo. Por eso trato de pasar más tiempo con mis hijas”.
Es el sentir de Karla, de 30 años de edad, quien hasta hace 10 meses ignoraba que sus abuelos maternos le dejaron como herencia genética el padecimiento de diabetes. Los síntomas fueron inequívocos: permanente sed, labios secos y dolor de cabeza constante, que solo cesaba al expeler el alimento que consumía hasta en dos o tres ocasiones por día.
Se engañó pensando que sería anemia o algún problema de la presión, pero al practicarse los exámenes ordenados por el médico –glucosa y tiempo de tolerancia–, recibió el diagnóstico que le cambió la vida. “Me dio tristeza saberlo. Me sentí muy mal, porque soy muy joven para tener esa enfermedad”, confesó Karla.
El problema de la diabetes en jóvenes incrementó de manera notoria a partir del nuevo siglo, señaló Javier García de Alba, profesor honorario del doctorado en investigación clínica epidemiológica, de la Universidad de Guadalajara. Dijo que es tal el aumento, que se ha detectado diabetes mellitus del tipo dos –la del adulto–, en jóvenes menores de 20 años y existe el supuesto de que la frecuencia ahora es entre 3 a 5 por ciento, dependiendo de la población de jóvenes, pero en obesos se duplica o triplica.
“Lo primero que pensé fue si me iba a morir, porque los papás de mi mamá murieron de eso. Pensé en mis hijas –Ximena y Fernanda, de 7 y 4 años de edad–, en qué van a hacer si me muero y me dio mucho miedo en que les vaya a heredar esta enfermedad”.
García de Alba recordó que antes el principal factor era genético, pero en la actualidad el aspecto ambiental juega un papel preponderante, sobre todo en cuestión de alimentación y sedentarismo. Precisó que en los 10 últimos años se incrementó en edades tempranas, tras pasar muchas horas frente a la televisión y el tiempo que los niños y adolescentes gastan en videojuegos y juegos de los celulares, lo que aumenta la inactividad.
Karla, quien está separada de su esposo y a cargo de sus dos hijas, se registró en el Seguro Popular, donde le indicaron un tratamiento que durante los primeros seis meses deberá costear ella con sus propios recursos. “Sí es caro, porque me el medicamento cuesta 295 pesos y solo me dura para 15 días. Además tuve que cambiar mi alimentación y eso también se me hace más pesado, porque tengo que gastar más”.
El investigador universitario detalló que el desembolso es variable, ya que puede manejarse con medicamentos genéricos o de patente y en el segundo caso el costo incrementa hasta cuatro o cinco veces. “Estoy hablando de un gasto aproximado de cinco mil pesos mensuales y si le agregamos la alimentación, que debe ser rica en frutas y verduras y el encarecimiento de estos productos, pues se va más para arriba”. Es una enfermedad cara.
Desde el punto de vista administrativo, conservadoramente, en promedio el Estado gasta alrededor de mil pesos al año por paciente, eso tomando solo en cuenta la medicina y una mínima atención. “El problema es que hay un gasto familiar y social en incapacidades. Por ejemplo, la diabetes es la primera causa de ceguera en trabajadores por problemas de retina y eso no se ha cuantificado de una manera integral, pero resulta que si le empezamos a agregar costos, esos mil pesos anuales se van multiplicando. En México hay aproximadamente ocho millones de diabéticos”.
“Ahora debo tener mucho cuidado en todas las cosas que hago y que antes no tomaba en cuenta. Cuando me corto las uñas evito sangrar, porque se puede infectar, se gangrena y me pueden amputar. Hasta con los cuchillos de cocina debo ser cuidadosa para no cortarme”, explicó Karla.
Una persona que tiene la enfermedad puede vivir normalmente su vida: “en la medida que esta persona tenga control de sus cifras de glucemia, se va reduciendo la enfermedad. Si esta persona no tiene menos de 110 miligramos de glucosa en sangre, por cada miligramo que vaya subiendo o cada equis número de miligramos, se le van acortando días, semanas o meses de vida. Por lo tanto, lo mejor para un diabético es estar siempre en menos de 110, como recomiendan las normas”.
Cuando no se sigue el tratamiento, el problema fundamental es que la glucosa en altas cantidades inflama la parte interna de las venas y afecta las arterias más pequeñas, como las de la retina, riñón, coronarias y los nervios de las extremidades, que son las más frecuentes.
Para los jóvenes que no acarrean un problema genético es perfectamente prevenible la enfermedad, indicó el investigador, quien hizo votos porque la población desarrolle una actitud preventiva hacia la diabetes. “Queremos que no haya nuevos casos de diabetes. No es conveniente para nuestro país”.
También habló de la prediabetes. Dijo que cualquier persona que tenga una glucosa en ayunas arriba de 100, debe comenzar a hacer ejercicio y alimentarse de manera sana. “Si lo podemos hacer durante tres generaciones, la diabetes se puede erradicar de Jalisco. El reto para esta generación es el cuidado de nuestros hijos y nietos”.

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