La cultura sin rumbo

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¿Dónde están las propuestas de un candidato a un puesto de elección popular del poder ejecutivo? ¿En sus discursos, en las entrevistas que otorga a la prensa, en sus réplicas en los debates oficiales, en sus spots, en la propaganda impresa? Para el Instituto Federal Electoral (IFE), las propuestas deben estar plasmadas por lo menos en un documento que forma parte de los requisitos para el registro de la candidatura: plan de acción, programa de gobierno o plataforma de campaña.
Ya directamente con los textos oficiales, la información aparece, en cierta medida: Gabriel Quadri de la Torre (GQT) le da a este asunto 584 palabras y menciona el concepto 33 veces en total; Andrés Manuel López Obrador (AMLO) lo desarrolla en 555 y lo enuncia 80 veces; Enrique Peña Nieto (EPN) le otorga 365 palabras y 69 apariciones, mientras que Josefina Vázquez Mota (JVM) dedica apenas 226 palabras a explicar sus propuestas en materia cultural, a pesar de que el concepto se repite 69 veces a lo largo del documento entero.
En esas más o menos palabras se sintetiza la idea de política cultural que regirá el próximo sexenio a escala federal: JVM lo ve como un instrumento de promoción de valores (cultura de la paz, de la legalidad, cívica); GQT la propone como un derecho pero no especifica a qué; EPN lo veo como un factor turístico y empresarial, y AMLO como una laguna legislativa y principalmente como sinónimo de patrimonio material e histórico (bibliotecas y archivos).
Todos menos GQT proponen impulsar la creación de estímulos fiscales para el apoyo a las artes, a manera de mecenazgo, para lo cual haría falta reformar el marco normativo.
En este sentido, AMLO propone una “ley general de cultura”; JVM es más vaga al prometer impulsar una “legislación integral”; GQT plantea adjuntar el tema de cultura en la Ley General de Educación, y EPN no menciona nada en materia legislativa a este respecto.
Los cuatro abordan de alguna manera el actual problema de la centralización:
Para EPN la solución a lo anterior es “revisar el modelo de financiamiento y coordinación, para optimizar el desarrollo de festivales internacionales en estados y regiones, buscando sinergias, difusión equitativa y un acceso más equitativo a los bienes culturales en toda la República”.
AMLO lo aborda en dos propuestas: “Rediseñar la estructura institucional sobre la cual opera la política cultural del Estado mexicano, y acordar el establecimiento de programas basados en criterios de participación democrática, cooperación, descentralización, y tolerancia ideológica” y, además, “impulsar la descentralización y concurrencia entre los diversos órdenes de gobierno, transfiriendo a los gobiernos locales funciones que realiza el gobierno federal”.
JVM sencillamente menciona el concepto como promesa, aunque no indica cómo: “Aceleraré la descentralización de las actividades científicas, tecnológicas y de innovación para lograr un desarrollo”.
El candidato GQT toca el tema de la descentralización especialmente en materia de museos y zonas arqueológicas “como una red de órganos descentralizados o desconcentrados, con presupuesto propio, ingresos propios, consejos directivos tripartitas, normatividad y programas de manejo y desarrollo, patronatos, y personalidad jurídica propia”.
Eso es lo que dicen, pero lo verdaderamente preocupante es lo que no dicen: ninguno circunscribe una noción de cultura: unas veces vagan más por su relación con la educación, otras más con la idea de legado histórico y arqueológico, otras con su capitalización como elemento identitario y/o de promoción de valores preconcebidos (propaganda), otras con el concepto clásico de bellas artes y museos. Ninguno se atreve a tomar una postura clara.
Sobre todo, nadie habla de dinero: nadie propone nada en materia presupuestal, ni en relación al porcentaje que a este rubro se destina del PIB.
Por otro lado, mientras que todos proponen reformar el aparato gubernamental (burocrático) que rige la cultura en al actualidad, el solo silencio sobre su funcionamiento actual de las instituciones que ya existen y su presuntas deficiencias es prueba fehaciente de su desconocimiento y, ergo, desinterés en esta materia.
Finalmente, mientras el mundo entero se enfrenta a una auténtica revolución del sistema del pensamiento, del soporte y transmisión de la información, así como de la generación del conocimiento debido principalmente a la extensión del acceso a internet, ninguno hace mención al respecto. Hay pues, más vacíos que certezas en las propuestas culturales de los candidatos que aspiran a gobernar el país.

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