¿La crisis nos afecta a todos?

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Lo que estamos viviendo actualmente no es una crisis temporal de corto plazo, se trata en realidad de una Gran Depresión de ciclos Kondratieff, es decir, un proceso que puede prolongarse entre 20 y 50 años. Sin embargo, cuando hablamos de una depresión se piensa o se imagina en corredores de bolsa arrojándose de los grandes edificios, desempleos masivos, muertes por inanición, hambrunas, mendigos en las calles, violencia y suicidios en masa, pesimismo y deseos de morir. Aunque no se está exento de dichas situaciones, no es una regla general.
En nuestro país, ya se comienzan a sentir los impactos del problema, entre los que podemos destacar: el retorno a sus lugares de origen de compatriotas que laboraban en Estados Unidos, ya se habla de una cifra de 1.5 millones de mexicanos que se encuentra de nuevo en nuestra patria; como consecuencia de esto, el desplome de las remesas de migrantes, segunda fuente de ingresos del país, lo que afectará el ingreso de miles de familias mexicanas; caída en los precios del petróleo, principal fuente de entradas del exterior, lo que implica una reducción brusca de los ingresos del Estado mexicano; disminución de las exportaciones, por la baja en el consumo norteamericano y el estar sujetos en un 70 por ciento al comercio exterior con Estados Unidos, provocando un déficit en nuestra cuenta corriente; disminución de las inversiones por los elevados índices de incertidumbre y el alto riesgo. Este desplome financiero y especulativo ha obligado al gobierno mexicano a ofertar dólares en el mercado para enfrentar procesos devaluatorios e inflacionarios, para ello está extrayendo de sus reservas internacionales cantidades fuertes, que de continuar de manera prolongada tal incertidumbre, se reducirán a su mínima capacidad, si no es que se vacíen totalmente. A pesar de ello se difunden comerciales televisivos que niegan tal situación. Mas creemos que al pueblo de México hay que decirle la verdad, la situación que se avecina no es sencilla ni pasajera, se irá acentuando y se volverá cada vez más grave si no se toman las medidas necesarias de enfrentamiento democráticas, amplias y participativas. Las decisiones no sólo deben recaer en el gobierno o las élites empresariales, sino también en el ciudadano que puede perder su trabajo, sobre las amas de casa a quienes ya no les ajusta el salario familiar, sobre el enfermo que cambiará sus medicinas de patente por similares o genéricas, sobre el que tendrá que remendar su camisa, pantalón o zapatos en lugar de desecharlos.
¿Cerrarán muchas empresas y crecerá el desempleo?
Eso ya es un hecho, en Jalisco al menos cinco empresas ya comenzaron a laborar bajo paro técnico, lo que implica que se avecina una avalancha de despidos y desempleo, ligado al cierre de empresas que por quiebra o insolvencia económica ya no estarán en el mercado. Al ser despedidos, muchos pensarán entre su depresión que es por falta de preparación, capacidad o eficiencia personal. Lo cual no es verdad. La llamada flexibilidad laboral fue concebida para mandar a las calles a los trabajadores que el capital no requiere, lo que se agudiza en tiempos de depresión. ¿Ante esta situación qué nos queda? quienes gocen de un empleo, cuidarlo en extremo, no darse el lujo de renunciar pensando que se encontrarán un trabajo mejor. No adquirir nuevas deudas, mucho menos en los mecanismos financieros de riesgo como los UDIS; en lo posible no hacer un uso exagerado de las tarjetas de crédito y si se puede, no usarlas. Comprar en la medida de lo posible en tiendas y negocios de mexicanos. No comprar “lujos” sino lo indispensable y necesario, y si existe la posibilidad de ahorrar, hacerlo. En el terreno de la sociabilidad, estar unidos, al interior de las familias, y aun fuera de ellas, buscar los mecanismos de solidaridad y apoyo de manera real y no como discurso televisivo, pues el egoísmo, el individualismo y la falta de acciones comunes se apodera de nuestra sociedad.
Un último comentario. La crisis (depresión) nos afecta a todos, pero lo hace de manera diferente, quienes especulan, sin duda alguna, se harán más ricos y amasarán mayores fortunas, de hecho, toda esta especulación e incertidumbre que estamos viviendo es provocada por ellos mismos para sacar tajada hasta de los fondos federales que el Estado brinda. Estos barones del dinero no tienen escrúpulos ni les importa el hambre y la miseria de millones de seres humanos que habitamos el planeta. Es aquí donde resulta que el capitalismo brinda oportunidades, pero también se vuelve injusto cuando los mercados y el propio Estado es “administrado” por quienes lucran, especulan y gobiernan realmente en la era de la globalización.

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