La construcción de la identidad

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Phil Weigand sigue mostrando la interdisciplinariedad con la que ha cargado su formación profesional y que lo ha llevado a descubrimientos y documentación de sitios como los Guachimontones, además de trabajos y convivencia con la etnia huichola, entre muchas otras investigaciones.
La más reciente, que versa sobre comunidades establecidas en Mesoamérica, la presentó en el Encuentro de Especialistas de la Región Norte de Jalisco y Sur de Zacatecas, organizado por el Centro Universitario del Norte en Colotlán.
En este encuentro, el investigador de El Colegio de Michoacán, cercano a la arqueología, a la antropología y a la etnohistoria, además de recibir el Premio Tenamaztle por su contribución académica, hizo un comparativo de las ecumene de Mesoamérica con las del Cercano Oriente, al presentar avances de su investigación.
Como contexto, las ecumene son agrupaciones de civilizaciones que compartieron ideas básicas y que constituían áreas con estilos de vida de ciudad y altas culturas delimitadas por zonas fronterizas bien distinguidas.
De esta forma, durante su exposición, Weigand comparó las fronteras chichimecas y teochichimecas con las regiones fronterizas de Cercano Oriente: la estepa euroasiática y el desierto de Arabia.
Destacó que dos elementos que se marcaron fuertemente en Oriente y de manera diferente en Occidente, que son la domesticación de animales y el ciclo de competencia tecnológica.
En Mesoamérica no hubo domesticación de animales, mientras que en Europa y Oriente sí, como con los borregos y chivos, luego el ganado y, posteriormente, los caballos y camellos. En el caso de Cercano Oriente, los animales se domesticaron incluso para usos militares.
El investigador explicó por qué no hubo domesticación en Mesoamérica: “Mi argumento es que la dieta vegetal era y es superior a las otras dietas disponibles de las antiguas civilizaciones. La dieta basada en amaranto, maíz, frijol y chile es extremadamente rica en proteínas, vitaminas y minerales”.
Con respecto a la potencia tecnológica, también hay marcadas diferencias. En Mesoamérica no existió un grado de desarrollo de la misma manera que en Oriente. Sin embargo, las cuestiones tecnológicas no indican que no existieran civilizaciones, pues este es un hecho social, afirmó.
No obstante, cuando se confrontó a Mesoamérica con los europeos, las diferencias fueron notables. Weigand afirmó que junto con la tecnología llegaron las enfermedades, como la viruela, el cólera y la tuberculosis, que se dieron por la domesticación de animales, por lo que, afirmó, los europeos llegaron con un “doble cañón.
”Entonces las enfermedades afro-europeas-asiáticas eran desarrolladas gracias al ciclo de domesticación de animales, la tríada: animales-seres-plantas; en Mesoamérica tuvimos nada más una díada: las plantas y los seres. Faltaba el mundo de los animales y de esas enfermedades”.
Weigand comentó que los estudiosos de Mesoamérica investigan y comparan hacia adentro, pero hace falta la perspectiva de comparar distintas civilizaciones tempranas en sus procesos de adaptación.

“La pirámide del poder”
el investigador estadounidense destacó que Mesoamérica no fue una sola civilización, esta es una ideología que se ha impuesto desde instancias oficiales, pero no por las ciencias, no por la arqueología, expresó.
Lo anterior, lo explicó en el sentido de que hay una supercentralización de la vida económica, política y cultural que viene desde los olmecas, teotihuacanos, toltecas, pasando por tenochtitlán, la ciudad colonial y la actual Ciudad de México.
El investigador recordó a Octavio Paz, quien hablaba de la “pirámide de poder” y es la retórica oficial del gobierno, del Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Museo Nacional de Antropología, aseveró.
Precisamente Weigand realizó un ejercicio de recorrido mental por el Museo Nacional de Antropología, que muestra una evolución unilineal y el producto: son los aztecas. Se pasa por la sala olmeca y, sin poder salir al patio, para seguir una línea, se continúa en la habitación de los teotihuacanos, los toltecas y se sale hasta la sala de Tenochtitlan, que es un cuarto que ocupa 35 por ciento del espacio del museo. El occidente y el norte no tienen importancia allí, afirmó Weigand.
“Cuando los políticos empiezan a decirnos qué es nuestra historia, tenemos que tener cuidado, esas son las cosas que han pasado en Italia bajo Mussolini, en Alemania bajo los nazis, en Rusia bajo Stalin, en la España de Franco; esas son historias oficiales, dogmas, porque no son basadas en la ciencia, en la realidad”.
En México no se está tan lejos de la situación de esos países, sostuvo Weigand. La historia oficial domina al país y el propósito es creer la idea de mexicanidad. No hay nada malo en ello, dijo, pero la identidad es definida por la Ciudad de México, no por el país y no reconoce las variaciones regionales y culturales que existen, y el lugar ignorado casi por completo es el occidente de México.
Hechos como la Rebelión de Nueva Galicia y la Cristiada han conducido a la ignorancia de la historia del occidente del país, región que tiene sus particularidades. “El occidente de México está caracterizado por los españoles como la Cataluña de México, una zona con un espíritu muy fuerte, con una cultura muy fuerte.
”Tenemos un estado pero todavía no tenemos una nación, la formación está en marcha y por eso esas ideas de mexicanidad defendidas desde el centro de México; ellos diciendo qué es un mexicano. Hay que resistir esas ideas, porque ningún país del tamaño de México va a tener una identidad nacional”, expresó.

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