La ciudad idealizada

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Luego de escuchar el discurso de Mara Robles Villaseñor, en la pasada Feria de Libro en Español de Los Ángeles (LéaLA), donde hizo una comparación entre las ciudades de México y Los Ángeles como “incansables, interminables, ciudad de ciudades”, en las que viven los hombres más ricos y más pobres, en barrios como Las Lomas y Beverly Hills, o los marginados de Ixtapalapa y de Skid Row, los conflictivos como Tepito o Compton y los barrios hipsters de La Roma y Silver Lake, me dirigí a explorar la ciudad dejando atrás esa comparación y más influenciada por la idealización de una ciudad Bukowskiana, Carveriana, Davidlynchiana, e incluso Spielbergiana.

Desde que estaba aterrizando en LA y observé la cantidad de albercas en todo el Condado, no pude evitar imaginarme en una fiesta de película al estilo Boogie Nights (1997) o Kiss Kiss Bang Bang (2005).

Como ya se sabe, el cine y la literatura se han encargado de maquillar e iluminar con reflectores a esta ciudad como escenario de inolvidables historias, desde futuristas como Blade Runner (1982), o el maravilloso drama de Short Cuts basada en cuentos de Raymond Carver y llevada al cine por Robert Altman (1993). Pero la realidad es otra, y aunque por ahí queda algo de lo que los autores mencionaron en su momento, nos damos cuenta de que los tiempos han cambiado, que las generaciones son otras y que el barrio bohemio de Venice, el que recorría Bukowski de bar en bar y donde vivía plácidamente el personaje de Dude Lebowski (The Big Lebowski 1998), se ha convertido en uno de los sitios más turísticos de LA, donde las californianas lucen como barbies dispuestas a ligarse algún skato y éstos a su vez se esfuerzan por hacer las mejores piruetas en la Plaza Skate Dancing. La playa también está llena de reglas. En ésta y en todas las de la Costa Oeste (Malibú, Santa Mónica, Santa Bárbara) está prohibido fumar, beber, vomitar, perder el sentido, llevar al perro, desnudarse o tener sexo como lo haría cualquier personaje de la serie Melrose Place (1992).

En el Downtown las reglas son más relajadas: se puede fumar en la calle pero no en las terrazas de los restaurantes, sin embargo cuando decidí hacerlo, en el momento que saqué un cigarro de la cajetilla, lejos de que apareciera el personaje Jake Gittes (Chinatown 1974) o Steve Coogan (Coffee and Cigarettes 2003) con un encendedor, de las alcantarillas brotaron, uno, dos o hasta tres homeless deseosos de compartir mi cigarro. Continué mi recorrido por Hollywood Blv. En cuanto bajé del metro en la estación High Line mi concepto de avenida glamurosa se vino abajo. La calle que imaginé por tanto tiempo como magnífica y glorificada me pareció más bien una mezcla entre San Juan de Dios y las Fiestas de Octubre, las abundantes tiendas de souvenires y gente disfrazada repartiendo volantes me hicieron recordar la frase de Emilio García Riera: “El cine es mejor que la vida”, o en este caso la ficción.

Cuando era adolescente pensaba que uno de los peores trabajos era disfrazarse de botarga. Jamás me vi disfrazada de Pollo Pepe, del Dr. Simi o de la niña de El Exorcista en un parque de atracciones. Sin embargo, al ver a un grupo de jóvenes caracterizando a los Avengers en el Paseo de la Fama, me di cuenta que no cualquiera puede tener ese dichoso empleo, se necesitan unos cuerpos espectaculares para poder portar el uniforme de los superhéroes en esa calle en especial, pues queda claro que el Spiderman de Hollywood Blv. no cobra lo mismo que el de Six Flags de la Ciudad de México, por más “ciudad de ciudades” que sean el DF y LA.

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