La ausencia de los de adentro

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Cuando Claudia Recinos comenzó a escribir una trilogía que abordara desde distintas perspectivas la experiencia que vivió cuando su hermano cayó en la prisión, nunca se imaginó que mucha gente podría sentirse identificada o conmovida por algo que no han vivido del todo.

Ser sus ojos, dirigida por Noé Morales Muñoz, es una obra escrita por Claudia Recinos y es la segunda parte de una trilogía sobre el confinamiento carcelario. Ésta habla de las personas de afuera y la ausencia de los de adentro, de colocar en el fondo del ser el hecho de tener a una persona querida interna en la prisión y cómo continúa la vida sin ella.

“Para mí, como creadora escénica, esta obra ha sido un respiro, porque puedo hablar justamente de lo que sucede con mis sentimientos, con la tristeza, el enojo, alegrías y melancolías respecto a que mi hermano esté en la cárcel”, comenta Recinos.

No se trata, aclara la dramaturga, de sacar las penas y contar su sufrir a través del teatro; la obra consta de nueve narraciones diferentes que su hermano, dentro de prisión, le ayudó a recabar; éstas, además de expresarse a través de diálogos y composiciones estéticas en el escenario, se combinan con mobiliario multimedia y paisajes sonoros de la ciudad y del interior del encierro.

La obra sólo permite el acceso a setenta personas, debido a que el espectáculo será presenciado por el público arriba del escenario, “porque justamente es una cosa tan íntima y tan cercana que no es lo mismo contarla a un metro que a diez de distancia, por eso es importante que todos estemos cerca”.

La ausencia y la hermandad son las ramas derivadas en esta obra. El objetivo, como comenta Claudia Recinos, no es exorcizar un sentimiento doloroso, sino despertar al espectador y hacer que el impacto de la obra les empuje a hacerse preguntas respecto al sistema de justicia y de inseguridad, que se encuentran golpeados por la corrupción y la impunidad, tanto en la ciudad como en el país de nuestros tiempos.

“El fin de la obra es ir de lo micro hacia lo macro, es decir, de un hecho personal reflexionar sobre qué es lo que pasa en el país: ¿qué hacemos para que las leyes actuales permitan que un campesino esté en la cárcel y un secuestrador esté afuera?, ¿por qué desaparecen personas?, ¿por qué el político gana tanto dinero y en ‘La Ferro’ no tienen para comer?, ¿quién lo permite?, ¿quién impone esas leyes?, ¿los campesinos, los inmigrantes son los verdaderos delincuentes?, ¿de verdad nuestra reforma penal nos representa?, ¿somos nosotros culpables o no?”

Estas preguntas que, en su momento, Claudia Recinos se hizo a sí misma, las comparte en escena: “No pretendo que el espectador se sienta cómodo, porque no creo que México esté así, en este nivel de delincuencia, por cuestiones ajenas a todos, creo que voltear a ver el tema de la cárcel es muy necesario por lo que permitimos o no”.

No hay víctimas en la obra. Recinos no busca con esto comprobar la inocencia de su hermano, él sabe que tiene que estar ahí, pero para ella, como realizadora, era necesario despertar la conciencia colectiva sobre un tema fundamental para entender a México.

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