La antesala del siglo veintiuno

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Una muestra de veintiuna piezas plásticas pone de manifiesto el espíritu sintomático de este siglo. Veintiuno XXI, la plástica del siglo XXI es la exposición que, a partir del 26 de marzo, tendrá lugar en el MUSA. El cúmulo de preocupaciones sociales, políticas y filosóficas que se comenzaron a gestar desde finales del siglo pasado representan, en palabras de Ana Laura Camacho Puebla, curadora de la exposición, “un proceso social que no se interrumpe con el cambio de siglo, detonado por la globalización, la aceleración y difusión de la información, y el desarrollo tecnológico cada vez más pronunciado que empieza a generar preocupaciones en la sociedad, cierta ansiedad que ha provocado que el artista reflexione sobre  el individuo”.

Veintiuno XXI, la plástica del siglo XXI se ha construido a partir de una exhaustiva selección del acervo del MUSA, en la que las emociones convergen con el pensamiento desde un punto de vista sociocultural, para el cual la colaboración de Ana González, investigadora y maestra de Análisis Sociocultural por la Universidad de Oviedo de España, ha ofrecido una importante perspectiva en la selección de una muestra artístico-cultural que reúne a importantes representantes de la escena plástica mexicana en dos módulos que atienden a las técnicas y materiales, así como a los contenidos discursivos en los que se organiza la exhibición: las Meditaciones plásticas e Imaginarios narrativos.

La propuesta, que implica pensar desde una postura individual fuertes tendencias sociales —una reiteración que puede observarse en la obra de los creadores como definitoria de este siglo— pone de manifiesto una crítica a las crisis contemporáneas en piezas en las que el énfasis en los materiales y las técnicas exponen, desde la forma, una coherencia con el contenido discursivo del núcleo, conformado por piezas en las que la narración visual es el basamento de la observación. La dinámica entre discursos y experimentación técnica ha propiciado que Veintiuno XXI, aborde temas socialmente dolorosos al lado de experiencias personalísimas que colocan al espectador en una posición interpretativa constante.

“A mí como historiadora del arte —dice Ana González— me resulta muy interesante cómo se relacionan las piezas de este proyecto con el hecho de que las preocupaciones de los artistas de México remiten a las preocupaciones globales de la sociedad; es decir, que las que ellos manifiestan no son tan diferentes a las de cualquier otra parte del mundo”; circunstancias locales que evidencian una evolución histórica compartida, pautas que hacen del arte un elemento de cohesión global y en las que confluyen manifestaciones aparentemente lejanas e inconexas.

La exposición pretende realizar un recorrido pieza por pieza a través de la historia y los estilos que han conducido a los creadores a este siglo. Por ello, “tenemos a un grupo de artistas nacidos en los veinte y treinta que hizo obra de abstracción en el momento en que estaba en boga como movimiento artístico que intentó reemplazar al muralismo, y que en la actualidad continúan reflexionando y perfeccionando esa escuela, ese lenguaje” explica Ana Camacho, al referirse a la obra de Rafael Zamarripa, Estanislao Contreras, Alejandro Nava (recientemente fallecido) y Mario Martín del Campo.

En medio del torbellino de información y estímulos de una realidad tecnologizada, Estela Jusón aborda la reflexión de la naturaleza a través del paisajismo, aunque desde una visión más contemplativa e introspectiva, que centra la mirada en los detalles: en los insectos, las semillas e, incluso, las piedras como parte de una naturaleza muerta, corriente en la que su contemporánea Georgina Quintana también incursiona y que dominó parte de la escena plástica mexicana de los ochenta. El trabajo en grafito de Francisco Morales, de técnica depurada y concienzudo detalle, conlleva a valorar la obra “no sólo por el producto del proceso sino por la acción del artista, el proceso de su técnica que forma parte de la obra misma”, apunta Camacho Puebla.

Reflexiones sobre el tiempo detenido en la pieza de Carlos Medina —una instalación de acero torneado sobre la dualidad de movimiento e inmovilidad—; elementos científicos a través del arte en la obra de Sector Reforma, colectivo de amplia trayectoria en Guadalajara; el maltrato infantil en la plástica de Consuelo Velázquez o la indiferencia social hacia las personas con discapacidades visuales de la artista Lorenza Languren, son una muestra de los que nos han conducido al lugar donde ahora nos encontramos, y que representan la antesala del siglo XXI.

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