José Antonio Sandoval Madrigal (1953-2008)

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Entrega, honradez y compromiso. Esas son las palabras con las cuales describen sus allegados a quien dedicó 33 años de su vida a ser profesor e investigador de la Universidad de Guadalajara. No hizo falta ser protagonista para hacerse notar, la pulcritud de su trabajo, su dedicación y el cálido trato hacia sus alumnos es por lo que será recordado el maestro.
Vivió enamorado del campo y de la Universidad, fueron los principales intereses de su vida, su motivación para estar más preparado y ser mejor maestro de la antes Escuela de agronomía, ahora División de Agronomía del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA).
“No tenía puesta la camiseta de la Universidad, la tenía tatuada”, comentó el catedrático Andrés Rodríguez, quien convivió desde que era estudiante con “Toño”, como llamaban sus amigos a José Antonio Sandoval Madrigal, quien aseguran muchos “amaba a la Universidad”, y sólo la enfermedad pudo apartarlo de las aulas. “Duró dos meses ausente, y se levantaba diciendo: hoy voy a dar clases, pero la enfermedad lo vencía”, comenta Patricia Martínez, quien vestida de negro y a pesar de su pena, no puede evitar una sonrisa al recordar a su marido.
Recuerda quien fuera su esposa cómo surgió el gusto del profesor Antonio, por la naturaleza: “Él me platicaba que desde niño le gustaba salir a la playa, al campo, y sentía mucha atracción por toda la naturaleza, le atrajo tanto que cada día estaba estudiando más y más, por eso entró a la Escuela de agricultura. Yo veía el campo y a mi esposo relejado ahí, porque pocas veces había conocido a alguien que estuviera tan enamorado de lo que hace, podía pasarse horas ahí en el campo: miraba las hojas de los árboles y calculaba qué edad tenían, tomaba puños de tierra y observaba sus características”.
Sin meditarlo mucho tiempo, el profesor Andrés Rodríguez, al preguntarle por qué Antonio Sandoval fue un maestro destacado, comenta: “Desde estudiante fue excelente, de los mejores promedios, muy destacado, serio y fuerte de carácter, comprometido con su deber como alumno. Tenía ese gran don de sentarse con sus compañeros y explicarles los temas de clase, desde entonces tenía la vocación de maestro. Cuando salimos de la escuela, él se fue a trabajar a PRONACE, pero regresó como maestro de tiempo completo y enseguida fue oficial mayor de la escuela de agronomía, y después quedó como director. Después dejó de ser director y siguió como maestro. Siempre estuvo participando en la administración, incluso fue secretario administrativo. Era un hombre muy leal y muy entregado a las obligaciones que se le daban”.

¿Cómo era con sus alumnos?
Sus alumnos diario lo buscaban, porque independientemente de que les diera su clase, en su oficina los ayudaba y los orientaba no sólo sobre la clase, sino de cómo ser mejores hombres, cómo servir a la sociedad y a su Universidad, para que fueran unos hombres de provecho. Convivía mucho con ellos, además de que era muy capaz académicamente, muy capaz administrativamente… Era muy institucional, dedicado a sus alumnos, y con una gran visión de investigación también.
“¿Cuáles fueron sus principales aportaciones a la investigación?” —se le preguntó al profesor Rodríguez—: “Trabajó en el mejoramiento de la caña de azúcar, estuvo en Cuba, en Veracruz, en San Cristóbal, trabajando sobre variedades nuevas de la caña”. La señora Patricia Martínez agrega: “Viajó también a Uruguay, Argentina, Brasil… fue a Nueva Zelanda en una comisión a ver el área de lácteos y pastizales. Tuvo más oportunidades de viajes, pero él les cedía su lugar a sus compañeros para que también conocieran. Dejó investigaciones sin publicar, apenas estaba él en proceso de publicar dos libros”.

¿Cómo era el maestro en lo personal?
(Patricia Martínez) Yo aprendí a compartir la mitad de su vida en la escuela y la otra mitad con nosotros —comenta su viuda—, decía que los muchachos eran lo más importante para él. A veces me decía: “Esta quincena te voy a rebajar porque necesito comprar un libro que extraordinario para mostrárselos a mis alumnos”. Yo creo que mi esposo se esforzó siempre.
Miguel Sandoval, su hijo menor, explica: “Mi papá tenía dos vidas, una era en la Universidad, y otra éramos nosotros. Me arrepiento de no haber entrado a alguna de sus clases, envidio a los alumnos que tuvieron la clase de mi papá y que lo disfrutaron en un aspecto que yo no pude. Era una persona que yo admiraba tanto… Como padre fue impecable”.

Primera persona

La enfermedad apartó a José Antonio Madrigal de las aulas, pero es reconocido por sus alumnos y compañeros profesores como un maestro ejemplar, con dedicación y vocación por la investigación, y principalmente el magisterio. José Antonio Sandoval Madrigal estudió ingeniería en agronomía y la maestría en áreas de temporal. Dedicó 33 años a la Universidad de Guadalajara.

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