Jorge Herralde

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Este catalán de tez blanca tiene una mirada contemplativa y sonriente que delata un júbilo enmarcado en el contorno de sus arrugas, alegría que transmite de saberse querido y respetado por la comunidad intelectual de Europa y América.
Sus 40 años de trayectoria como editor han sido reconocidos con numerosos galardones, entre los que destacan los premios al Mérito Editorial de la FIL Guadalajara y el Grinzane-Editores. En 2005 fue nombrado Oficial de Honor de la Excelentísima Orden del Imperio Británico y en 2008 el Premio Leyenda, otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid. En julio del mismo año el Gran Premio de la Provincia de Buenos Aires “que se otorga a personalidades internacionales para reconocer  su aporte a la cultura mundial”.
Herralde es un hombre generoso, consigo mismo y con sus lectores y amigos de todo el mundo, entre los que cuenta a muchos de los autores que ha publicado, como Vladimir Nabokov, Claudio Magris, Roberto Bolaño, Enrique Vila Matas, Daniel Sada, Juan Villoro, Charles Bukowski, Ricardo Piglia, Sergio Pitol, Alessandro Barico, Antonio Tabuchi, Roberto Calasso, Gilles Lipovetsky, Ryszard Kapuscinski, entre otros.
Este Editor, así, con mayúsculas, goza de buena salud, al igual que su editorial independiente: Anagrama, que este año celebra el 40 aniversario de apostar por el rescate de los clásicos del siglo XX, así como por la búsqueda de nuevas voces tanto en ensayo como narrativa. En esta entrevista, Jorge Herralde habla de su oficio editorial y de algunos de los tramos recorridos en Anagrama en estas primeras cuatro décadas.

¿Por qué quiso ser editor?
Un poco para compartir entusiasmos, como todo editor y como todo escritor, sobre todo como lector previo, eran años a finales de los 60 donde, a pesar de que existía, la censura franquista se había aflojado un poco. Años muy bulliciosos y a mí me apetecía incorporarme a esta especie de cambio posible que se estaba avecinando y también influyó en aquel aspecto la lucha política, Anagrama era una editorial muy de izquierda y en el ámbito de la izquierda heterodoxa, era muy estimulante luchar contra un enemigo tan poderoso, pero tan visible y tan espantoso.
¿Lo volvería a hacer?
Sí, fue de los periodos más estimulantes para mí como editor, sobre todo por el combate político; también la primera década más dificultosa; es decir, entre la dificultad para abrirse camino había la censura; yo tuve bastantes procesos y secuestros de libros. Pero bueno, la editorial sobrevivió y estoy contentísimo de hacer libros.
¿Cuáles considera que son los problemas más frecuentes que enfrenta un editor?
Uno podría ser el desanimo y la pelea. Hay una pelea, es la maratón. El editor tiene que ser a la vez un maratonista de largo aliento. Y estar muy atento a las palpitaciones del tiempo, por así decir, nuevas corrientes de pensamiento que están surgiendo, nuevas literaturas que están en alza.

¿Qué pesa más, entonces, la chequera o el olfato?
Pesa el olfato, aunque hay un famoso dicho que dice que se habla mucho del olfato, pero muy a menudo están resfriados los editores. Yo creo que pesa sobre todo también el trabajo y la pasión en todo: en leer, descubrir a aquellos autores que parece que encajan más con el espíritu de la editorial, pero también todos los otros temas; es decir, editar de la forma más pulcra posible, escoger a los mejores traductores, pensar mucho en el diseño de las tapas, en las ilustraciones, en las contratapas, todo esto creo que se llama paratexto en la jerga francesa.

¿Cómo subsiste una editorial independiente?
Independiente me parece un calificativo no muy preciso, yo más bien hablaría de editorial vocacional, editorial cultural. Para ser una editorial vocacional y cultural es casi imprescindible ser independiente; por otra parte, hay muchas editoriales independientes con muy escasa vocación cultural. Yo creo que precisamente la subsistencia se debe a que los editores, y esto lo tienen muy presente, que la brújula apunta siempre a la calidad, a la curiosidad intelectual y la edición es un asunto de tiempo y a través de una serie de años, y sigue persistiendo una calidad. El concepto de los libros que publica determinada editorial se deben a criterios simplemente literarios y culturales pues va calando entre los lectores, entre los críticos, entre los libreros, que se convierten en los cómplices para que el proyecto pueda sobrevivir y sustentarse.

¿Qué encuentra en los jóvenes escritores?
Veo talento, es decir si no los conozco antes me empiezo enamorando de sus textos y luego muy a menudo hay una gran sintonía personal. Precisamente por este trabajo de promociones nos vemos con mucha frecuencia, también con mucha frecuencia sus derechos extranjeros de traducción los gestiona Anagrama, así fue en el caso de Vila-Matas y de Bolaño, que son dos autores de los más traducidos en lengua española.

¿Qué consejo le daría a un joven editor, como premisa para sobrevivir en el mercado editorial?
Leer mucho, trabajar mucho en todos estos ámbitos que le he dicho, en lo posible no desalentarse y ser infatigable.

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