Jorge Federico Osorio

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El pianista mexicano Jorge Federico Osorio, considerado por los especialistas como un intérprete expresivo y conmovedor, pero también de una ejecución fina y precisa, regresa de nuevo a Guadalajara para ofrecer un recital en el Teatro Degollado, como parte de la temporada de la Orquesta Filarmónica de Jalisco. El programa de la noche del sábado 21 de febrero incluye piezas de Prokófiev, Tchaikovsky y Mussorgsky, entre otras. Pero la que en este caso posee mayor significado sentimental para Osorio, es la sonata Claro de luna de Beethoven, que también tocara a los 14 años de edad cuando en Guadalajara diera su primer recital, de lo cual se cumplen ya cincuenta años.

¿Qué importancia tiene la técnica para la ejecución pianística?
Yo trabajo con las ideas musicales, y para eso se requiere estudiar para lograrlas. Pero en ningún momento me voy a lo que se supone que es técnico para que salgan las notas. Eso para mí no tiene ningún valor realmente. La gente viene a un concierto para oír música, para disfrutar y emocionarse. Si es nada más como un “taca taca” perfecto, pues qué cosa tan más aburrida. Va de la mano. Muchos quieren hacer la separación. Y es que sin la idea musical no se sabe qué clase de técnica se requiere. Si uno no trabaja en profundizar sobre ese concepto, es algo sin vida.

¿La técnica en función de la musicalidad y no al revés?
Sí. Para mí no hay separación. Obviamente puede parecer que en lo cotidiano trabaja uno fríamente —quiero decir, técnicamente— pero siempre tengo presente hacia dónde llevo eso. No nada más a repetir a lo loco a ver si un día (ríe), por la gracia de la buena suerte, ya me sale.

¿No hay una tendencia en los pianistas más jóvenes de querer hacer más rápidas o virtuosísticas las ejecuciones, en lugar de pensar en la musicalidad?
Por eso mi admiración a los grandes músicos como Arrau, Schnabel, Rachmaninov o Horowitz, que tenían una técnica inigualable, pero siempre por el resultado artístico.

Los críticos lo han calificado de pianista elegante y brillante, y Osorio dice que aunque es algo que lo halaga, “a la hora de la hora, para preparar un recital y para salir al escenario, nada de eso cuenta”. Aquí suelta una carcajada y refiere que es como salir al ruedo, y queda claro que su instrumento es el toro porque “para mí siempre es una gran emoción salir, encontrar ahí el piano y ver qué voy a hacer”. Cree que para él no hay una sensación de desnudez, pero sí de vulnerabilidad, y esos instantes que conllevan cierta espontaneidad y de frente al público, devienen “en los momentos más emotivos”.

Sobre la concepción que él mismo tiene de su interpretación, antepone las palabras de Martha Argerich, que decía que malamente el ejecutante se acostumbra a escucharse a sí mismo, y cree que debe cuidarse como si se hiciera con alguien más. “Es parte del estudio el cómo aprender a escuchar. Más importante que estar moviendo rápido los dedos”.

Y para saber escucharse hay que hacerlo “con autocrítica, siempre buscando, y partiendo de la obra que se está interpretando”. Pero no hay una regla general, ya que también “mientras se analiza y profundiza las obras, también cambia uno las interpretaciones, y ésa es la maravilla de la música”.

Quienes hemos estado presentes en algún curso con Osorio sabemos que ha dicho a sus alumnos que sentarse a tocar el piano es como tirarse un clavado. Una vez que se está preparado, estando de pie en el trampolín, no hay más que entregarse al agua sin pensarlo demasiado. La convicción en tal analogía la usa en sí mismo, puesto que “podemos dar un concierto y al siguiente día repetir el mismo y es otra cosa”. Porque no debe haber una seguridad en que suene como el anterior, aunque sea bueno, y es que “si suena igual qué aburrido. Yo no querría ir a un concierto sabiendo lo que va a pasar”.

Las grabaciones generalmente buscan la perfección y no registrar el instante musical único…
No se puede repetir. Pero también entraríamos en qué busca la gente cuando graba, porque es otro proceso. Se cree que es muy fácil. Para sacar un producto que supuestamente es perfecto pero desanimado, para mí no tiene interés. Tiene que sentirse que algo está sucediendo. En el escenario, si se toca cuidadosamente y hay un accidente, pero la idea y la sensibilidad está ahí, no me importa. Pero sí, ahora hay la tendencia a querer tener cada nota perfectísima.

Para montar las obras, Osorio dice que además de escucharse, hay que estar consciente de que “para buscar un sonido propio, éste no lo da el piano, sino la concepción que yo tengo del sonido que quiero”. Por eso, muchos de esos conceptos musicales “los logro fuera del instrumento. Meditándolos, imaginándolos”.

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