Isela Vega en pelotas

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A Isela Vega la vi, por vez primera, en las “cartulinas” del cine Juárez de Zapotlán, a donde íbamos un compañero de la primaria y yo, de una manera casi ritual: nos escapábamos todos los días —a la hora del recreo— para ir a ver los carteles de las películas que se exhibirían alguna vez, y a las cuales nunca podríamos asistir.

No fue sino hasta pasado el tiempo que supe realmente de Isela. Y para eso, tuve que verla de cuerpo entero —y en pelotas— en filmes como El deseo llega en esta noche (1968), Las pirañas aman en cuaresma (1969), El llanto de la tortuga (1975), Muñecas de medianoche (1979), Una gallina muy ponedora (1982)…

Quizás de las primeras películas de la Vega, la que más veces he visto sea Las pirañas aman en cuaresma, tal vez porque en el cine más moderno de ese tiempo y competencia del Juárez, cada año en Semana Santa se exhibía en función de medianoche la película, trastocando todas las costumbres conservadoras del pueblo —los días santos se hacían largas colas, sin pudor cristiano alguno, para entrar a ver por enésima vez la candente historia.

En el Cinema Rosa, luego Sala José Clemente Orozco, se especializaron en funciones diarias para adultos, con estupendos rollos pornográficos; y para bajarle el tono en los días de guardar, ofrecían esta obra donde Isela Vega interpretaba a Eulalia “Lala” Portela, una hembra madura de muy buen ver —es claro— y que acababa de enviudar. A  Hugo Argüelles, uno de nuestros más notables dramaturgos y autor de la obra original de esta película, y al director de cine (hoy ya casi olvidado) Francisco del Villar, se les ocurrió llevarla a la pantalla: la historia sucede en una isla donde todo mundo, como es casi obvio, era pescador. A Isela Vega la acompaña Ofelia Medina en este filme, quien hace el personaje de su hija Aminta y a quienes los isleños llaman “las pirañas”… ya se imaginarán porqué.

De ser Isela Vega, para mí, una mujer muy atractiva a la que iba a ver para celebrar su belleza, luego la vi retratada en una crónica de Carlos Monsiváis (los incrédulos pueden consultar su libro Amor perdido, donde está de cuerpo entero en “Isela Vega/ ¡Viva México hijos de la decencia!”) y fue allí donde casi completé la mítica figura de quien hizo de los años setenta su época.

Pero quien mejor dibuja a Isela Vega es la propia Isela Vega, el cuero de mujer que nació en Sonora en 1939, y quien alguna vez conversó con Elena Poniatowska:

—Yo no tengo moral: mi moral es no hacerle daño a nadie.
Del cuello de Isela Vega cuelga una cadena con muchos dijes, entre ellos un corazoncito azul marino.
—Tengo muchos temas de los cuales quisiera yo hablar, Elena.
—A ver ¿cuáles?
—Por ejemplo, de moral.
—¿De moral?
—Sí, yo soy artista, no tengo moral, no tengo límite.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué no tienes moral?
—Porque la moral me parece una limitación.
—¿En qué te ha limitado a ti que haces lo que te da la gana?
—Si la tuviera me limitaría en todos mis actos, sobre todo en el trabajo.
—Pero tú eres un símbolo sexual.
—No, soy la libertad en el sexo.
—¿Qué es eso?
—¿No sabes lo que es el sexo?
—No.
—¿Nooooooo?
—No sé lo que quieres decir por libertad en el sexo.
—Es una actitud ante el sexo. Por ejemplo, en las películas que he filmado, y que son bastante malas pero no por mi culpa, yo como personaje cambio los diálogos, arreglo mi papel para no falsearme a mí misma, le saco la vuelta a la cursilería, a la gazmoñería, a la hipocresía hasta donde puedo y trato de que mis parlamentos digan algo porque me importa que la gente me crea.

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