Instrucciones para ser turista en Guadalajara

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Un pasito, un traspié, una roca, dos huecos… y al fin llegué… y es que para conocer esta ciudad, cualquier turista debe sortear los nuevos senderos de escombros que hay en cada cuadro del Centro Histórico de la ciudad. Deja uno el antaño de la Guadalajara que cuentan era floreada, verde, casi silvestre; y en la actualidad se debate entre piedras, obreros y señalizaciones a destiempo.
En épocas de campañas donde la ciudad se levanta en cada esquina, las sandalias no son una buena elección, opte por tenis no de marca para que no llore si se le desgasta. A los nuevos visitantes el centro de la ciudad es pase obligado. Allí esta el turista con un mapa y su instinto en la búsqueda de algún módulo de información que lentamente van emergiendo por la ciudad, con múltiples trípticos que luego le servirán.
Antonio Bracamonte visita Guadalajara desde Colombia y comenta que lo más complicado, pero a la vez interesante, es trasladarse en taxi. “Algunos taxistas te cuentan la historia de la ciudad, pero aprovechan para dar más vueltas para llegar al sitio”. Por eso, ya amañado prefirió verificar en Internet la ruta para que no le den un paseo en tiempo como en calandria y le cobren como si fuese del Centro Histórico a Chapala.
La mejor opción es tomar taxis de sitios, claro si su presupuesto es amplio; sino tome el transporte público que hasta le sirve para hacer spinning o realizar deporte extremo —más en hora pico. Asegúrese de tener el dinero a la mano, debe contar con la libertad para cuando el chofer arranque el vehículo, usted pueda sujetarse a la par que toma el ticket y de una breve mirada al asiento a ocupar. Al aproximarse a su destino, tome vuelo, aproveche cada parada para llegar hasta el timbre y así estar más cerca de la bajada. Cuando el autobús frene, entonces salte asegurándose antes que no haya un hueco en el lugar donde se baje. Si viaja acompañado trate de bajar todos juntos, al mismo tiempo, pues los choferes siempre están haciendo un rally y usted le aseguro no es parte del premio.
Si desea saber alguna dirección, pregunte a cinco personas como mínimo para confirmar el destino más seguro. Algunas personas se quedarán pensando, luego le dirán que no saben. En los peores casos le dirán que sí, pero lo perderán por la ciudad. Es allí cuando usted se convierte en un verdadero turista. Bracamonte recomienda no tomar como referencias las cadenas comerciales con números de la buena suerte y hacer caso omiso sobre todo a las dobles equis, pues en una cuadra puede encontrar cinco. Esas sí crecen como nopales.
Si ya se cansó de caminar, arribe al Tour Tapatío, el cual le ofrece relajarse a pesar del fuerte tráfico que hay en Guadalajara, con la premisa que desde arriba las cosas tienen mejor color este modelo panorámico de dos pisos, es un servicio de turismo “diferente, original y divertido”, según sus propias palabras. Lo difícil es entender la palabra divertido para cada turista.
María Gorette es española, y desde el tour ve la ciudad como espaciosa, lejana y fácil de recorrer. La acompaña una tía con problemas auditivos y a quien se le hace difícil escuchar la historia de la ciudad, la locución se enmaraña en el caos citadino. “Acá arriba los audífonos son el único lazo con la historia, historias que no recrean, sólo cuentan, bla bla bla. Queda la duda de qué es más importante si ver, escuchar o entender cada espacio. No sé cómo harán los ciegos para conocer la ciudad desde esta torre. Me imagino que si llueve pierdo el viaje o me tendré que encerrar en el otro nivel y ver la ciudad como en una pecera”.

La otra Guadalajara
El centro histórico es más transitable de noche, es parte de la historia con la vida misma de los habitantes que suben y bajan en la estación de Plaza Universidad. La risa de los payasos hace que el día a día de los tapatíos haga más ligero el final de la cuesta. Más abajo en La Calzada, está el mercado de San Juan de Dios, un lugar de encuentros y desencuentros, de discos baratos, regalos chinos que se venden con acento mexicano y donde lo macro en 2009 se usará para un traslado. Más que color hay olor, pero allí no llega la remodelación.
Si quiere algo más rudo la lucha libre es saberse mexicano, si en algún momento le gritan en las gradas que “se le va el camión”, haga caso omiso, afuera hay taxis. Si es deportista y curioso la “ruta recreactiva” los domingos, le invita a caminar por la ciudad y desviarse conociendo barrios, colonias y costumbres en cada rueda de bici o pasito redoblado.
Guadalajara es más que color, es sabor y sazón. Para ser turista y no morir en el intento hay que degustar los elotes del Expiatorio, los tacos de lengua y chorizo en Chapultepec a la salida del antro. La dulzura de un buñuelo al margen de los piropos de los vendedores de medicinas en El Santuario. El salpicadero de mariachis negros, blancos y beiges en La Calzada. Caminar por Chapalita y recoger entre las rosas, las naranjas. Entrar a ver tiliches en una bodega del Padre Cuellar. Admirar los bellos ojos tapatíos, esquivar el albur, sumergirse en los tianguis culturales sepultados por remodelaciones, montarse en las calandrias de caballos cansados, entrar a las librerías escondidas, entender la arquitectura de las iglesias y reflejarse en la mirada atónita del propio habitante.
Guadalajara también es Latinoamérica.

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