Indignación por el incendio del bosque La primavera

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Durante el reciente incendio del bosque La Primavera fueron devastadas, de menos 7 mil 500 hectáreas. No será fácil cuantificar la cantidad de arbustos, orquídeas y zacatonales calcinados, así como la muerte y afectación de los otros seres vivos que habitan en el bosque: mamíferos, anfibios, reptiles, insectos, arañas, aves en anidación, que el decreto de 1980 debería de proteger. Se sabe que tan sólo los árboles afectados suman más de ocho millones. Sí sabemos de los contaminantes que ocuparon el lugar del oxígeno durante el incendio: material particulado, hidrocarburos aromáticos polinucleares, monóxido de carbono, aldehídos, ácidos orgánicos, compuestos orgánicos volátiles y semivolátiles, entre otros, a los cuales se expusieron los habitantes de los municipios de Tala, Ameca, Ahualulco, Teuchitlán, Amatitán, El Arenal, San Juanito Escobedo, Etzatlán y San Marcos, y de la Zona Metropolitana de Guadalajara.
El impacto a la salud lo padeció la gente más vulnerable: niños, ancianos, los enfermos de asma, los que sintieron náuseas, los que perdieron momentáneamente el equilibrio, los que les lloraron los ojos, pero al ser varios de estos gases cancerígenos, se puede imaginar que toda la gente expuesta ahora es más probable que contraiga esa enfermedad. Durante estos días de cielo gris, de ceniza en el viento y olor a quemado, nuestra atmósfera recibió una contaminación equivalente a la que produce todo el parque vehicular de la Zona Metropolitana de Guadalajara en un año. Esta es nuestra contribución al calentamiento de la Tierra durante este año y con este desastre se retrasó la evolución del ecosistema por 20 años y se puso en riesgo una reserva genética de importancia mundial. Por su parte, la Semades perdió la oportunidad para calibrar su red de monitoreo cotidiano y así poder considerar las partículas derivadas de un incendio de este tipo y magnitud.
Nuevamente fue traicionado el anhelo de los tapatíos y de los jaliscienses a quienes, invariablemente, desde hace 60 años los gobernantes han prometido que este bien natural sería protegido. Los incendios recurrentes, la urbanización galopante, la subordinación de la conservación a otros proyectos de desarrollo no sustentables, como el de la geotermia, la resistencia a establecer una zona de amortiguamiento para controlar la presión al bosque, son evidencias de que nada o muy poco se ha hecho al respecto. Se ha violado la Constitución Política, porque ésta define como de interés público este bosque, patrimonio natural y cultural de Jalisco y México.
Con este desastre, a los jaliscienses se nos niega el derecho a disfrutar de un ambiente sano porque al degradarlo, se redujeron las expectativas de vida y bienestar de más de un millón de personas. Ni qué decir que fueron ignorados los derechos del propio bosque a ser resguardado y mantenido como hábitat de una gran cantidad de seres vivos y principal regulador ambiental. Sin bosque no hay Primavera. No hay Primavera sin bosque.
No obstante que se reconoció que fue provocado, el gobierno no ha sido capaz de detener a ninguno de los delincuentes que iniciaron y mantuvieron el fuego precisamente en las hectáreas que se habían salvado del incendio de 2005. No faltará algún chivo expiatorio. Se puso en riesgo la vida de los brigadistas que sin pago, sin agua suficiente y con escaso alimento combatieron el fuego. Incluso debieron cubrirse de algunos disparos de armas de fuego. Nada se ha dicho respecto de quiénes son los responsable de cuidar y acrecentar este patrimonio para pedirle cuentas. A quienes incendiaron el bosque y a quienes no lo cuidaron adecuadamente, mínimamente, la sociedad deberíamos llamarlos traidores.
Ante la dimensión del daño, es indigno y ofensivo que las autoridades llamen a la sociedad solamente a plantar árboles, como si eso disminuyera las presiones y fuerzas que han ocasionado el incendio; como si eso compensara el daño al bienestar de las personas; como si ello redujera la pérdida de este invaluable ecosistema natural, como si con sólo reforestar se pudiese evitar un siguiente incendio. Hacer esto ante la gravedad del daño y ante la invisibilidad de los delincuentes y traidores, es otra ofensa a la inteligencia de la sociedad.

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