Impactos psicosociales del fenómeno bullying

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Sin duda un problema importante a resolver en el ámbito de la salud pública lo constituye el fenómeno del bullying (violencia en los centros escolares), el cual se ha venido presentando desde hace varias décadas e incrementando los niveles de violencia en sus formas de presentación.
El psicólogo Dan Olwes es el primer estudioso del tema. Se preocupa de la violencia escolar en Noruega, en 1973 y en 1982 a partir del suicidio de tres jóvenes. En Europa, en los países nórdicos, como en Inglaterra, existen tribunales llamados “Bully Coufls” o tribunales escolares para atender dicho fenómeno.
La palabra bullying proviene del inglés “bully”, que significa hostigador o abusador. Se trata, entonces, de conductas que tienen que ver con la intimidación, tiranización, aislamiento, amenaza, insultos sobre una víctima o víctimas señaladas en el ámbito escolar.
Entre algunos de los factores de riesgo documentados son la naturalización de la violencia, la difusión de estereotipos violentos a través de diferentes materiales comunicantes (televisión, internet, videojuegos, redes sociales, sistemas de mensajería instantánea, etcétera), la disfunción familiar, el consumo de alcohol o drogas a cada vez más temprana edad, la ausencia de programas sistematizados para un adecuado manejo del tiempo libre en los jóvenes y del tratamiento de los agresores.
El fenómeno bullying se utiliza para describir diversos tipos de comportamientos no deseados por niños y adolescentes, que abarcan desde bromas pesadas, ignorar o dejar deliberadamente de hacer caso a alguien, ataques personales e incluso los abusos serios.
Implica golpear, dar patadas a compañeros de clase, burlas, humillar, etcétera. Pero estas situaciones resultan bastantes comunes en los centros educativos (colegios e institutos), y pueden llegar a ser dañinas para quienes las sufren, generalmente en silencio y en soledad.
Según datos de la SEP, en 2008, cerca del 60 por ciento de los estudiantes de nivel secundaria y primaria fueron víctimas en algún momento de acoso en la escuela.
En la mayoría de los casos los profesores conocían la existencia del fenómeno. Antes se presentaba más su incidencia en varones. Actualmente se ha registrado un incremento de casos en mujeres.
Cerca del 80 por ciento de esos estudiantes refirieron un sentimiento positivo al ser agresores, identificando una serie de pensamientos relacionados con la violencia: consideran a la violencia como algo “normal”, una forma de “cotorreo”, y los apodos no los califican como violencia.
La Ley General de Educación establece la promoción en los programas educativos de una cultura de respeto y paz, así como inhibir cualquier tipo de violencia en primarias y secundarias, así como promover el valor de la justicia, la observancia de la ley y la igualdad de los individuos ante ésta, situación que no se ha cumplido del todo en los programas existentes.
El fenómeno se caracteriza por la existencia de una víctima indefensa atacada por un abusón o grupo de agresores; desigualdad de poder entre el más fuerte y el más débil. Indefensión para la víctima; acciones agresivas repetidas durante un período largo de tiempo y de forma recurrente; la agresión crea en la víctima la expectativa de poder ser blanco de ataques nuevamente; la intimidación se refiere a sujetos concretos, nunca al grupo, ésta es posible ejercerla en solitario o en grupo.
Entre los tipos de bullying documentados se encuentran: a) físico: empujones, patadas, agresiones con objetos, etcétera; se da con más frecuencia en primaria que en secundaria; b) verbal: es el más habitual. Insultos y motes, principalmente. También menosprecios en público, resaltar defectos físicos; c) psicológico: minan la autoestima del individuo y fomentan su sensación de temor, y d) social: pretende aislar al joven del resto del grupo y compañeros.
Se debe poner particular atención a los signos y síntomas asociados al maltrato: sensación de fracaso, dificultades escolares, ansiedad, fobia escolar, baja autoestima, autoimagen negativa, baja expectativa de logro, indefensión aprendida, cambios de ánimo (tristeza, llanto, irritabilidad), intentos de suicidio, cambios en el comportamiento del niño, trastornos en el sueño, pesadillas, insomnio, cambios en el apetito, dolores somáticos, de cabeza, estómago, vómito, pérdida o deterioro de pertenencias escolares, accesorios, útiles o ropa, golpes, hematomas o rasguños, aislamiento, o cuando el niño pide compañía al salir de la escuela o no quiere ir al colegio.
La atención del acoso entre iguales se puede combatir en dos niveles: primer nivel: a través de la prevención mediante la implementación de programas de psicoeducación, y segundo nivel: por la disminución del acoso y atención de las consecuencias.
Una propuesta de programa psicoeductivo para la atención del acoso escolar, debe estar basado en tres supuestos: 1) disminuir la actitud negativa y fomentar la conducta deseada; 2) centrarse en el desarrollo de habilidades para la vida, y 3) el programa será de carácter preventivo y participativo.
Hasta este momento el problema radica en la implementación de programas desarticulados de las diferentes instituciones que tienen que ver con el desarrollo armónico de los niños y los adolescentes, de programas basados sólo en la información y no en la modificación de actitudes y de creación de grupos autogestivos.
Resulta de vital importancia en la agenda legislativa, la implementación de leyes y reglamentos que de forma clara especifiquen la ruta a seguir en materia de atención y prevención del fenómeno.
Será de gran ayuda la incorporación de las sugerencias de los diferentes sectores sociales, como: universidades, organismos no gubernamentales, escuelas para padres, organismos religiosos, colegios de profesionistas, comités de vecinos… para enfrentar este importante problema.

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