Ignorancia, incertidumbre y pandemia

Consentimiento informado, la nueva normalidad y sus retos, los desafíos de la ciencia y la información ante la pandemia de COVID-19, son algunos de los temas que integrantes de la Maestría en Bioética de la UdeG nos proponen cada viernes en estas colaboraciones

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José Salvador Arellano Rodríguez*

Nunca habíamos sabido tanto de nuestra ignorancia.
JÜRGEN HABERMAS

El filósofo alemán Jürgen Habermas, por demás contundente, declaraba en una entrevista realizada en el mes de abril de éste año al diario de su país Kölner Stadt-Anzeiger, que la incertidumbre e ignorancia siempre han existido, sea de manera personal o local, pero nunca como antes de una forma casi simultanea y de manera global derivado de la pandemia que nos azota.

En efecto, el COVID-19 ha puesto sobre la mesa que en realidad no sabemos cómo actuar, qué hacer, cómo proceder, qué consecuencias y efectos habrá en un futuro próximo, ni tan siquiera tenemos certeza sobre nuestra propia supervivencia.

La pandemia nos ha revelado lo poco que sabemos sobre lo aquello que podrá sucedernos de la noche a la mañana, si despertaremos aún en casa o intubados en algún hospital. Lo único revelador de nuestra existencia –parafraseando a Jean Paul Sartre- es que la muerte se nos ha hecho presente de una forma dramática a escala global.

Incertidumbre y derribo de planes se han manifestado de la noche a la mañana. Según e reporte más actualizado a nivel federal, en México se han rebasado las 36 mil defunciones desde que se registró la primera muerte por COVID-19 durante el mes de marzo.

Empero, hay que precisar, la ignorancia e incertidumbre que se ciernen sobre cada uno de nosotros no son las mismas para todos; desde hace décadas, por no decir siglos, para millones de mexicanas y mexicanos es habitual no saber sobre si despertarán al día siguiente. La pobreza y la miseria que ahogan la vida de muchas personas se ha convertido ya en una especie de hábito o normalidad.

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La pandemia, en todo caso, es un ingrediente accidental que se suma al cúmulo de factores que han vuelto sus vidas frágiles e inciertas en todo momento. Violencia doméstica, crimen organizado, desnutrición, falta de agua potable, inseguridad en las calles a lo largo y ancho del país hacen de la pandemia algo adicional con lo que también hay que lidiar.

La peste en México no ha provocado la crisis de incertidumbre por la cual pasan los sectores más vulnerabilizados de manera histórica, es tan sólo el lente de aumento de una realidad injusta y cruenta, producto de la indolencia de gobiernos y de la sociedad en su conjunto.

La incertidumbre a la que se han habituado estos sectores, opera así en forma de negacionismo del virus mortal, de una angustia callada por años y que sólo a veces la solemos ver reflejada en los miles de rostros de quienes limpian parabrisas o venden chacharas en las calles, en las personas que siguen siendo objeto de explotación laboral y sexual, en los indigentes sin refugio, en los indígenas, en las mujeres y en los niños en situación de violencia al interior de su propio hogar.

Indiferencia cubierta de ignorancia de aquellos que poseen fortunas obscenas, oportunismo político disfrazado por máscaras de sorpresa y escándalo de quienes ven la oportunidad de capitalizar este fenómeno para adquirir más poder, indolencia con careta de ignorancia de quienes nos rehusamos a ser solidarios con los menos favorecidos en momentos de incertidumbre.

*Profesor Externo de la Maestría en Bioética de la UdeG

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