Humberto Musacchio

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En alguna ocasión un editor me dijo que el periodismo no era elegido por uno como profesión, sino que él lo elegía a uno. Que era como una suerte de oráculo griego que marcaba la vida de quien escogía (o era escogido) por el quehacer de las noticias. Cuando ingresé al auditorio de la Casa del Arte del Centro Universitario del Sur (CUSur) y tomé asiento como un estudiante más que iría a escuchar los seminarios de Humberto Musacchio —enmarcados en la Cátedra Hugo Gutiérrez Vega, “El periodismo cultural y las letras”—, me llamó la atención algo que dijo: “Todo lo que uno vive en su vida, le sirve para el periodismo”.

Durante la entrevista le pregunté cómo inició su carrera en el oficio, y me relató la historia de un joven que ingresó al movimiento estudiantil del 68, en la Ciudad de México, donde acabó sin empleo, sin dinero, sin casa y sin ropa, preso (luego absuelto) y oculto en la casa de un amigo suyo, y que por un designio del destino, comenzó a escribir colaboraciones para el suplemento cultural de El Nacional, dirigido en aquellos años por Juan Rejano, escritor y periodista español que durante su estancia en esa sección cultural promovió a una generación de jóvenes, quienes a la postre se convertirían en brillantes escritores y periodistas culturales del país. Humberto Musacchio fue uno de ellos.

“Allí empecé, por hambre”, me dijo, y recalcó la misma frase que ya había dicho en el auditorio a manera de enmienda: “Todas las experiencias que tengamos en la vida nos sirven para el ejercicio del periodismo”. Fue allí cuando recordé aquel adagio que hacía pensar del oficio una especie de elección del mismo destino, como designio de dioses.

En su concepción del periodismo cultural, Musacchio hace pensar de éste lo mismo que concibió Fernando Benítez, al calificarlo como “literatura bajo presión, la presión del tiempo y de la actualidad”, pues dice que el periodismo cultural siempre fue aquel hecho por los escritores.

¿Cómo te iniciaste en el periodismo?
Después del movimiento del 68. Me metí de cabeza al movimiento, me importaba muy poco todo lo demás y me encontré en esa situación bastante extrema. Me fui a vivir a casa de un amigo y ahí cayeron varios amigos más. En las noches, nos poníamos a discutir de política y de libros; éramos buenos lectores todos, creo. Un día, Jesús Luis Benítez “El búker”, poeta maldito de la Onda— él sí tenía empleo— nos dijo que por qué en lugar de estar allí discutiendo de libros, no escribíamos unas reseñas y se las llevábamos al maestro Juan Rejano, que era el director del suplemento de El Nacional, para ganarnos unos pesos. Empezamos a colaborar allí, Manuel Blanco y yo, y luego también en la página cultural de El Día. Así empecé. Por hambre.

¿Qué es en realidad el periodismo cultural?
Todo periodismo es cultural. Porque es un fenómeno cultural evidentemente, es hechura humana, cambiante, que tiene respuestas diarias para con los seres humanos; tanto en la información como en la búsqueda de la información, la comunicación, etcétera. Pero por comodidad, por mera conveniencia, por convención, le llamamos periodismo cultural al que se ocupa de las manifestaciones artísticas, de la producción intelectual.

¿Cómo está el periodismo cultural en la actualidad?
El periodismo cultural es cíclico, tiene grandes momentos y grandes caídas, históricamente ha sido así. Ahora estamos viviendo un periodo de transición en el que, antes, el periodismo cultural lo hacían generalmente escritores o aspirantes a escritores. Hoy lo hacen egresados de las escuelas de periodismo y comunicación, que lo mismo cubren policía que cultura o política. Aquí el punto es que los escritores o aspirantes a escritores son los que se ocupan del periodismo de opinión en las secciones culturales y en otras secciones de los periódicos. Es una característica del momento. Los egresados de las carreras cumplen con el requisito aquel que tenían los viejos jefes de redacción que decían que los reporteros no son especialistas en nada, más que en periodismo. Pero también creo yo que ha habido un proceso de especialización, quizá todavía no lo evaluamos lo suficiente, pero por ejemplo, los mejores periodistas de la sección financiera son los que se dedican a estudiar y a entender las categorías financieras y en lo que se refiere al periodismo cultural, ocurre lo mismo; el que es un buen lector y quien está al tanto de lo que ocurre, es mejor que los demás…

Humberto Musacchio es hijo de madre mexicana y de padre italiano. Cuando le dije que venía desde Guadalajara a encontrarlo en Ciudad Guzmán, una especie de alegría (casi nostalgia de la que se dice se apega a las personas en los pueblos), se apoderó de él y como si recordara una época romántica, me dijo con exactitud su domicilio, cerca del Panteón de Mezquitán, en la Perla de Occidente de mitad del siglo pasado, donde vivió hasta los once años de edad. “Yo fui engendrado en Guadalajara, viví en la calle de Juan N. Cumplido. Ahora ya sólo voy cada año a la FIL, ya me achilangué”. Aun así rememora los viejos años vividos: “Me sorprende que en Guadalajara haya tanto tráfico, también (comparándolo con el DF), en ciertas zonas, eso es terrible”.

En realidad nació en Ciudad Obregón, Sonora, en 1943, y por ello también se dice ser del Norte. En el periodismo dirigió las secciones culturales de El Universal y Unomásuno, fue subdirector de La Jornada y director del suplemento cultural de El Financiero, Comala, así como de las revistas Kiosco y Mira. Al CUSur fue con el afán de hablar del tema central de sus investigaciones, que es la historia del periodismo cultural, donde además del taller que impartió también dictó la conferencia “200 años de periodismo cultural en México”.

En el siglo XIX se vivió una época de despertar del periodismo, cuando fue ejercido por gente que bien se dedicó a la política, a la literatura al igual que al periodismo. ¿Hay alguna comparación con nuestro tiempo?
En el siglo XIX, a lo largo de todo ese siglo te vas a encontrar con que los periodistas son, generalmente, militantes de causas políticas. Se asumen como tales, debaten en los periódicos y éstos son escasamente informativos, son doctrinarios en su mayor parte; esa es una característica de la época. Hoy existe internet, teléfono, comunicación por satélite y mil cosas que te permiten tener información de primera mano y al momento. En el siglo XIX no, en aquel tiempo la información podía tardar semanas y meses, entonces, si revisamos aquellos periódicos, nos daremos cuenta que la parte de la información está reducida a lo que llamaban entonces gacetilla, que era una pequeña sección, donde estaban en breve las notas informativas y lo demás era doctrinario, era lo que llamaríamos hoy periodismo de opinión. Por las propias razones de la época, era otro estilo, otra forma.

¿Cuál época del periodismo cultural podríamos enmarcar como de buen empleo del oficio?
No hace muchos años, en los años noventa, había una gran cantidad de suplementos en la Ciudad de México, creo que en Guadalajara también, pero han ido desapareciendo varios. Entre los sesenta y los noventa creo que hubo un auge en el periodismo cultural, porque surgieron muchos suplementos, se abrieron secciones en los diarios, porque no todos tenían. Fue un buen momento, pero a fines de los noventa empezó a declinar el asunto, se cerraron varios periódicos, desaparecieron suplementos tan buenos como el de Novedades.

¿Ha ganado libertad de expresión el periodismo mexicano?
En 1985 ganamos una buena libertad de expresión y, en 1994, creo que ganamos el resto. Porque la libertad de expresión la hemos ido ganando a jalones, con la fuerza de estar insistiendo, a fuerza de estar ejerciéndola, pero no es lo mismo hacerlo cuando sabes que tienes enfrente la censura, y le tienes que dar vueltas para escribir un texto que de tantas vueltas no termina de decir lo que quieres, a poderlo decir de manera más frontal, pero eso es lo que hemos ido ganando. Yo creo que ahorita tenemos esa libertad y hay que usarla con inteligencia y responsabilidad, no se trata de entrar en choque con los editores y que nos corran mañana, tenemos que saber dónde estamos, conocer la línea del medio con el que trabajamos y, con todo eso, movernos lo mejor que podamos.

Actualmente los diarios han dejado de apostar por la crónica y el reportaje, ¿eso es parte de una decadencia del periodismo?
Mira, el reportaje y la entrevista son géneros que surgieron en el último tercio del siglo XIX, antes no existían, pero la crónica es un género muy viejo, sin embargo no te encuentras que los periódicos ejerzan la crónica, no les interesa, pero de repente lo tienen que hacer obligados por la llamada “nota de color”, que es una forma de crónica. Pero si no se cultiva de manera constante, permanente, amplia, la crónica, son géneros que se pueden perder y ese es el riesgo.

Comienza a relatarme su pasaje en el periódico Unomásuno, donde dice que la crónica era un ejercicio de todos los días. Cita los nombres de los cronistas que formaron aquel grupo, como Jaime Avilés, Rafael Cardona, entre otros; y recuerda la crónica de Jaime Avilés sobre el Jesucristo de Iztapalapa: “Es una de las órdenes más ingratas que puede recibir un reportero porque cada año es lo mismo y ya tiene muchos años siendo lo mismo, no hay novedad; allí se defiende el reportero con valores literarios y Jaime Avilés empezaba su crónica diciendo —sube el tono de su voz— ‘Y en verdad os digo… que el nazareno… hubo de ser bajado de la cruz, para caer al poco tiempo en manos de otra, la Cruz Roja, que lo condujo en ambulancia’, porque acabó todo golpeado”.

Ríe, y agrega: “Entonces, si no se cultiva la crónica de manera constante, pues se va perdiendo por la fuerza que puede tener. ¿Por qué no se practica el reportaje?, pues porque para los periódicos es un género caro, si destacan a un reportero para cubrir eso, pues tendrá que ocupar varios días, tal vez semanas y hasta meses. En la buena época de El País, mandaban a buena cantidad de fotógrafos y periodistas a seguir un asunto para un reportaje, hoy lo hacen cada vez menos y con menos gente; es un género caro y es una lástima porque es el género maestro y eso es lo que a veces también les falta a los chavos, hurgar en diferentes fuentes, no confiarse en la mera declaración, que es un vicio del periodismo, pero es muy del periodismo mexicano”.

Luego de la entrevista, Musacchio me habla del periodismo en internet y me dice que el periodismo escrito es el periodismo por excelencia. Me dice que el periodismo en internet está bien, pero que sigue en pañales, pues aún no es una competencia directa con los medios impresos. Le pregunto: ¿Por qué no utiliza teléfono celular? Y me responde que trabaja desde su casa, donde tiene tres teléfonos fijos: “Mi esposa tiene celular, la muchacha que trabaja en la casa tiene celular. Yo no lo necesito”.

Después me ve como si me pidiera no juzgarlo con la mirada y tan sólo se limita a decirme: “¡Acepto, soy un animal raro!”.

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