Huicholes: tradición y sustentabilidad

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Sobreviven en una de las zonas más marginadas de Jalisco. Por siglos, los cuatros poblados que conforman la comunidad wixarika han sido autosuficientes. Ni la religión católica ha logrado permear su cultura. Los rituales heredados por sus antepasados, permanecen casi intactos, a pesar de la actitud de los más jóvenes.
Por sus prácticas culturales y agrícolas, su permanencia durante más de 900 años y su pureza genética, los huicholes asentados en el norte del estado, que suman cerca de 12 mil personas, son un grupo con alto grado de sustentabilidad.
Durante 10 años, Rafael Guzmán Mejía y Carmen Anaya Corona, doctores en antropología cultural, realizaron una investigación sobre este grupo indígena, que incluyó estudios cartográficos, sus límites territoriales, costumbres y prácticas religiosas, además de un censo demográfico.
Su conocimiento de la zona y el contacto permanente con los huicholes, permitió a Guzmán Mejía considerarlos un pueblo sustentable por tres razones: la primera es que a pesar de las condiciones ambientales adversas en la sierra huichola, que propician escasez de agua todo el año, ellos cultivan suficiente maíz para subsistir. Además, sus ceremonias, ritos y creencias son las mismas de hace nueve siglos.
El tercer aspecto radica en su pureza como grupo étnico. “Consideran que es una falta grave contraer matrimonio con indígenas de otro grupo, y aún más grave que sea con un mestizo. Por lo tanto, el grupo se ha reproducido con los mismos genes de los fundadores originales. Eso les ha dado fortaleza cultural”.
Si alguno se casa con alguien externo al pueblo, puede estar en la comunidad de visita, pero es expulsado de las asambleas por haber infringido sus principios, explica el académico del Centro Universitario de los Altos.
El arraigo en su lugar de origen no impide que viajen dentro del estado: a Nayarit, Zacatecas o hasta el Distrito Federal, a Monterrey o Cancún, a fin de vender sus artesanías. Si bien la mayoría lo hace de manera temporal para promover sus artículos, hay quienes no regresan, porque encuentran condiciones de subsistencia. Sin embargo, mantienen lazos con la comunidad.
La venta de artesanías les ayuda a obtener dinero en efectivo con el cual comprar artículos que no hay en la sierra, como insumos agrícolas, para la caza, telas, machetes, grapas, cartuchos, martillos, chaquira, estambre o agujas.
Adquirir dichos recursos es un asunto secundario, pues “una familia puede durar varios años sin venir a la ciudad y no pasa nada, porque siempre hay comerciantes que les pueden conseguir las mercancías dentro de la comunidad”.

Autosuficiencia centenaria
Seguir la tradición agrícola ha permitido a la comunidad huichola subsistir. No es un secreto que el principal alimento para este grupo indígena es el maíz, por ello, uno de los aportes de la investigación realizada por los académicos de la UdeG, radica en conocer la capacidad de producción de este grano.
Pocas tierras de los cerca de cuatro mil kilómetros cuadrados de territorio huichol, son aptas para la agricultura. No obstante, este grupo étnico tiene uno de los niveles de producción más altos del mundo.
“Generan cerca de 800 kilos de maíz por hectárea. La cifra nacional promedio en cultivo de temporal de este grano (modalidad que predomina en el territorio mexicano), es de cerca de 150 kilogramos por hectárea. Si comparamos la agricultura de los huicholes con los productores mestizos no tecnificados, podemos afirmar que los primeros son unos maestros en el cultivo”, argumenta Guzmán Mejía.
Los huicholes conocen los sitios cultivables, sus semillas están adaptadas genéticamente a las condiciones ambientales, además de que saben exactamente los ciclos de humedad y temperatura y siembran cuando deben hacerlo. Esto se traduce en eficiencia productiva.
Las tierras son repartidas entre las familias de la comunidad, que pueden tener entre tres y cuatro hectáreas de terreno. Algunas están fragmentadas de acuerdo al número de hijos. De esta manera trabajan la tierra de manera comunal.
La cosecha de cada año apenas les ajusta para su consumo interno. Las familias que por algún motivo no les va bien, tienen problemas para alimentarse, sobre todo en tiempo de sequía. “De mayo a agosto son meses difíciles, porque no hay excedentes de producción, ni de frijol ni de maíz. Cuando les va mal, algunas personas les prestan o intercambian productos. Varios son beneficiados con los subsidios federales otorgados mediante la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas”.
¿Esta ayuda de qué les sirve?
“La ayuda es de varias formas. Primero en los albergues escolares dan alimentación y alojamiento a los niños en edad escolar y eso les disminuye el gasto familiar. La otra forma radica en el subsidio y apoyo tecnológico que les otorgaron para introducir agua potable identificando manantiales, con la solución de problemas de sanidad del ganado y en algunos casos aplicación de fertilizantes a los cultivos. La ayuda ha paliado algunos de los problemas más apremiantes en lo inmediato, pero en el mediano y largo plazo los huicholes tienden a ser autosuficientes, porque conocen mejor su dinámica y saben que la tierra no produce más de lo que puede dar. Ellos siguen y van a seguir. Un anciano me decía que ellos tenían cientos de años en el mismo sitio y con la comisión nacional o sin ella, iban a seguir adelante”.
Desde hace dos décadas la comunidad wixarika ha complementado su manera de subsistir con la ganadería, que ha permitido a sus miembros el consumo de productos lácteos, así como el intercambio de cabezas de ganado por otras mercancías. Sin embargo, en los cuatro poblados solo fueron contabilizadas en el censo cerca de mil 781 cabezas.
La ganadería ha modificado la manera de llevar a cabo los rituales. Porque el venado escasea en algunas regiones y este animal es indispensable para muchas ceremonias, los huicholes lo sustituyen con un becerro o un toro.
“Es algo que se ha presentado de manera más frecuente. Desde 1980 el ganado ha cobrado importancia en los ritos. Pero para ellos no ha cambiado el significado: es una simple sustitución de algo que a veces no es fácil encontrar. Es una ofrenda reemplazada en lo funcional, mas no en lo cultural”, concluyó Guzmán Mejía.

El camino sagrado

Para los pueblos huicholes en Jalisco, la sustentabilidad y autosuficiencia es la forma idónea de vivir. Le llaman “el camino sagrado”, la manera de convertirse en ancestros “deidificados” mediante una vida austera. “Es suficiente tener una casa que los proteja de la lluvia y el frío, una cama, y saber que tendrán alimento diario. Lo sagrado y lo profano forman en ellos una manera de vivir”.
La transmisión de la cultura y las tradiciones recae en los ancianos sabios, pero estas figuras escasean cada vez más. Por ello, “el costumbre” estaría en peligro de desaparecer en las próximas décadas, advierte Guzmán Mejía.
De acuerdo con el censo realizado por los investigadores del CUAltos, solo tres por ciento de la población huichola, es decir, 310, son ancianos de hasta 81 años, en quienes reside el conocimiento y el compromiso de salvaguardar la cultura tradicional.
“En las últimas tres décadas hay un abandono de las tradiciones por parte de los jóvenes. Las generaciones contemporáneas ya no quieren sembrar maíz ni hacer las labores, como lo hacen los adultos. Si van a San Luis Potosí a las peregrinaciones para traer peyote, quieren ir en avioneta, en vez de caminar. Quieren las cosas fáciles y al hacerlo así están perdiendo muchos conocimientos”.
Si no hay un proceso fuerte de adquisición de conocimientos de parte de los jóvenes, podría haber un reemplazo cultural casi completo en cuatro o cinco generaciones, unos 40 o 60 años a partir de ahora, sentencia el académico. [

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