Haití la eterna búsqueda de una “pobreza digna”

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A los haitianos los sorprendió un sismo de dimensiones apocalípticas. Para Jefferson Pierrelus, egresado de la maestría en ciencias sociales, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH) y para el resto de una veintena de connacionales que viven en Guadalajara, no les cabe duda, su lugar es allá, junto a la tragedia, para sepultar a sus muertos, rescatar cadáveres, organizar la ayuda y reconstruir un país, pero la imposibilidad de viajar los resigna a organizar aquí el acopio de víveres.
“Casi nadie le dio atención a la difusión de estudios previos que anticipaban movimientos telúricos de importancia y esta predicción ignorada, que se agregó a la poca o nula tradición sísmica de Haití, es parte de la sorpresa trágica que estamos viviendo”, dice Pierrlus.
Otro factor para explicarse lo que ocurre es que la pobreza del país ha evitado que las estructuras de protección civil y otras herramientas estratégicas para afrontar un fenómeno así, puedan servir de algo, porque son dramáticamente precarias. “La miseria es de tal magnitud, que ni la ayuda humanitaria que nos está llegando podemos administrar”.
El presidente René Préval, con mandato constitucional hasta 2011, elegido en 2006, preparaba meses antes las elecciones para “la sucesión”, pero presionado por las coaliciones de oposición que se estaban formando rápidamente, planeaba algunas modificaciones a la constitución, así como la organización de un nuevo partido patrocinado por él mismo, con el fin de perpetuarse en el poder.
El horizonte de los haitianos al llegar el momento del sismo no era esperanzador. Una profunda brecha separa a la mayoría de los habitantes de los personajes del poder y de una burguesía, la mayor parte de ésta, mulata, que radican en las montañas de Puerto Príncipe, en lujosas residencias. Mientras éstos vivían con 40 mil dólares al año, el resto de los pobladores lo hacía apenas con 200 dólares per cápita, que refrenda sin lugar a dudas su título como el país más pobre de América,
“La tragedia afectó a todos por igual. Es uno de los pocos ‘actos’ democráticos que hemos visto en las últimas décadas, pues ricos y pobres, humildes y poderosos, han muerto o se han visto afectados de la misma forma”.
En la discusión y reflexiones de los haitianos-tapatíos, también se ha concluido que gobernar es prevenir. En Haití prevalece una ausencia del Estado, que nunca tomó medidas para desarrollar un instinto de protección entre los pobladores.
Esta carencia de autoridad, comentan, se demuestra con las grandes diferencias en los ingresos de una minoría y la pobreza del resto de sus habitantes, causada por la corrupción en toda clase de rubros. No hay ninguna iniciativa que refleje el control del Estado en cuanto a protección civil, como en otra gama de aspectos que le correspondería decidir.
La fuerza “extramuros” de Haití es amplia y está particularmente asentada en Canadá y Francia, aunque parte de estos ciudadanos en el extranjero no tienen injerencia en los movimientos sociales de su país a causa de sus ideas políticas.
Comentan que como pueblo viven una marginación global de tal magnitud, que dentro de los pocos aspectos positivos de la tragedia, es que ahora son motivo de “una visoría mundial” y esto puede acarrearles algunas soluciones para vivir al menos “una pobreza digna” y no la miseria que experimentan.
Otra de las situaciones rescatables dijeron, es que la reciente decisión del gobierno cubano de permitir el sobrevuelo por la isla, los coloca a sólo 30 minutos de Miami. Antes se encontraban a más de una hora y media, porque los aviones tenían que rodear a Cuba.
Tan sólo en Jalisco, particularmente en Guadalajara, además de Jefferson Pierrelus, los haitianos son empresarios, maestros de educación superior y desempeñan puestos profesionales. Los menos influyentes, aún estudian y se caracterizan por su dinamismo y participación, facilidad para hablar varios idiomas y su dedicación al estudio.
Para los hatianos de Guadalajara, así como para muchos miles más que se encuentran fuera del país (y que se comunican a través de las redes sociales virtuales), no cabe otra posibilidad que “refundar otra nación sobre la podredumbre de los muertos, de la corrupción y de los malos gobernantes”.
La comunidad haitiana en Guadalajara recibe donativos económicos y en especie en la calle Morelos 1520. El teléfono de Jefferson Pierrelus es el 33 12510111.

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