Gunther Dietz

1844

Por su aspecto, Gunther Dietz encaja más en el estereotipo de un científico de la física o las matemáticas. Su altura imponente, sus lentes de pasta, el cabello rubio alineado y sus facciones duras confirmarían la presunción, pero es todo lo contrario. Es un antropólogo de voz suave, afable y carismático que seduce al público con la expresión de sus ideas.

Dietz es profesor-investigador de la Universidad Veracruzana con sede en Xalapa, donde actualmente está a cargo del Cuerpo académico de estudios interculturales. El fenómeno de la interculturalidad corre por sus venas. Nació en Schleswig-Holstein, una región plurilingüe que se encuentra al norte de Alemania, entre el puerto de Hamburgo, el río Elba y la frontera con Dinamarca, donde diariamente transitan miles de personas de ascendencia asiática, europea, otomana y africana.

Por su conexión al Mar Báltico y el Mar del Norte, el puerto de Hamburgo fue —durante la Segunda Guerra mundial— la salida de escape para millones de personas que huían del régimen nazi.  Hamburgo, dice Dietz, es para la Alemania actual un símbolo de cosmopolitanismo porque “es la puerta que da acceso al mundo”.

El fenómeno de la interculturalidad continuó presente en la vida del antropólogo cuando a la edad de cuatro años mudó, junto con sus padres, a Temuco, una pequeña región al sur de Chile con gran presencia de residentes alemanes y comunidades mapuches. Durante esa estancia en el país andino, que se prolongó por siete años, Dietz aprendió a dominar el español por completo y  quedó maravillado por el potencial lingüístico del idioma.

Cuenta que buscó estudiar letras españolas, pero como vivía en una región rural del norte de Alemania no podía practicarlo. Dice que fue entonces que en la Universidad de Göttingen encontró la posibilidad de continuar estudiando el idioma, y después se catapultó al campo de la interculturalidad con las clases de etnología. Sin embargo, señala que en Göttingen la antropología que se practicaba hacía énfasis en los países africanos y él tenía interés en América Latina, por lo que decidió mudarse a la Universidad de Hamburgo que contaba con un amplio programa.

Su llegada a México ocurrió a principios de los años noventa para cumplir su sueño de trabajar con grupos étnicos del país y terminar su tesis doctoral.  Comenzó en la meseta purépecha con un pequeño proyecto sobre artesanías e indigenismo, a favor de las comunidades asentadas en la cuenca de Pátzcuaro, Michoacán.

Después de esa primera estadía regresó a Europa para trabajar en España y volvió a México a principios del 2004 para tomar una plaza de docente en la Universidad Veracruzana. Relata que una de las razones por las que decidió quedarse es que nuestro país ofrece un espectro cultural muy atractivo para sus intereses académicos como ninguno otro en los  que ha estado.

En sus escritos sostiene que el Zapatismo impactó en el diseño de las políticas mexicanas, y a eso se debe que el gobierno federal decidiera impulsar entre el 2004 y 2005 la creación de universidades interculturales.

Artículo anteriorDeforestación en Tonalá
Artículo siguienteExisten otros tipos