Franquicias sociales modelo de negocio de los migrantes

757

¿Qué tienen en común municipios como Mexticacán, San Ignacio Cerro Gordo, Capácuaro, Huejutla de Reyes, Juanchorrey y Santiaguito de Velázquez, delegación de Arandas? Que en estas poblaciones rurales se ha ido construyendo un particular modelo de negocios, denominado “franquicia social”.

Este término lo acuñan los investigadores que participaron en el libro Migrantes exitosos, editado por el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades y que es coordinado por Patricia Arias Rosas, investigadora de este campus.

En la contraportada se detalla que este volumen reúne seis historias sobre migrantes rurales, que a lo largo de los siglos XX y XXI se desplazaron a diferentes ciudades de México, donde se convirtieron en empresarios que modificaron no sólo las trayectorias de sus vidas y las de sus familias, sino también las de sus comunidades de origen, pues en pocos años estos migrantes se convirtieron en hombres de negocios y sus establecimientos han persistido a través del tiempo y las generaciones, y han mantenido, ellos y sus descendientes, relaciones significativas con las comunidades de las que son originarios.

Los seis autores revisan los casos más longevos que desde los años 50 han extendido sus negocios a todo el país y la unión americana; como los paleteros de Mexticacán, Jalisco, los tortilleros de Juanchorrey, Zacatecas; los taqueros de Santiaguito de Velázquez (delegación de Arandas) y los abarroteros de San Ignacio, Cerro Gordo, que compiten de tú a tú contra las tiendas de conveniencia como Oxxo o 7 Eleven.  Otros dos casos que se incluyen son los fruteros de Huejutla (Hidalgo) y los muebleros de Capácuaro, Michoacán, que han llegado a Jalisco para conquistar mercados.

Patricia Arias afirma que estos casos tienen en común haber generado un modelo de negocios al que denominaron franquicia social. Un ejemplo es el de restaurantes mexicanos en Estados Unidos.

“Cuando uno de estos negocios es exitoso, los migrantes legales mandan traer a sus familiares y los amigos de su pueblo. Eso permite multiplicar el número de establecimientos sustentados en esa red. Algunos luego pueden independizarse y poner su propio restaurante. Ese mismo modelo de la franquicia social, que es común, se traslada a tortillerías, panaderías o taquerías o abarrotes, y cada vez es más común en Estados Unidos. La franquicia social es un recurso que tienen los  pobres de las zonas rurales, que les permite hacer negocios viables o exitosos”, detalla Arias.

Kenia Berenice Ortiz Cadena, investigadora del departamento de ciencias sociales y jurídicas del CUCEA, escribió sobre los tortilleros de Juanchorrey. Todo empezó a finales de los años 40, cuando dos personas, en busca de una vida mejor, cambiaron su residencia de la ranchería de Zacatecas, hacia Torreón, Coahuila.

Fueron exitosos y las tortillerías se fueron multiplicando, gracias a una red familiar que armaron en La Comarca Lagunera, invitando a sus parientes y coterráneos a abrir más establecimientos. Luego se expandieron a toda la zona del Bajío. Se lograron adaptar del “torteo” a mano, hacía el uso de las actuales máquinas.

“Este caso es interesante porque podemos ver estrategias de índole social. Dado que el Estado, en aquel país en incipiente industrialización, no genera condiciones propicias para que la gente se incorpore en el mercado laboral, lo que hacen estos migrantes es que a partir de sus experiencias, que son de carácter cultural, y su capital social, es decir, estrategias para relacionarse entre ellos mismos y construir relaciones de intercambio, crean estos negocios. Por eso hablamos que existe una franquicia social que se sostiene en estos elementos”

Este libro será presentado el próximo jueves 22 de febrero a las 18:30 horas, en el Archivo Municipal de Zapopan. Serán invitados los migrantes que compartieron sus historias.

Artículo anteriorInforme de actividades 2017
Artículo siguienteLa tortilla nuestra de cada día